MI ALUMNA FAVORITA - CAP 5

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Reika, Mi Reika
🌙
Ordenando.
Mientras Gojo y su alumna favorita ordenaban el desastre que Utahime había dejado en su oficina la noche anterior, la música del celular de la chica flotaba en el aire, llenando la habitación con un ambiente más relajado. A pesar del caos inicial, ya casi habían conseguido restaurar la oficina a un estado incluso mejor que antes.
—"¿Qué piensas que encontró Utahime?" —preguntó la pelirroja mientras acomodaba algunos libros en el estante.
Gojo, que estaba tirado en su silla giratoria, ladeó la cabeza con una sonrisa burlona.
—"Un condón usado."
La chica se giró en seco y, sin pensarlo, le lanzó un libro. Sin embargo, él lo atrapó con facilidad, riendo a carcajadas.
—"¡Qué agresiva! Pero admitámoslo, me encanta verte ofendida."
—"Eres un imbécil" —bufó ella, frunciendo el ceño.
—"Y tú sigues sin poder golpearme con algo tan básico como un libro. Vas a necesitar mucho más que eso para siquiera rozarme."
Ella entrecerró los ojos y cruzó los brazos.
—"Algún día te golpearé, Gojo. No te darás cuenta y, ¡pum! Vas a sentir mi golpe por la espalda."
Gojo soltó una risita burlona y se llevó una mano al pecho, fingiendo dramatismo.
—"Oh, el día que eso suceda, prometo que seré tu esclavo. Es más, haré lo que tú digas."
La pelirroja arqueó una ceja, con una sonrisa pícara.
—"¿Lo que yo diga?"
—"Absolutamente."
—"Perfecto. Haré que te pongas mi uniforme y corras sin calzones desde aquí hasta la otra punta del edificio."
Gojo se quedó en silencio por un segundo antes de estallar en carcajadas.
—"¡Esa jamás va a pasar!"
—"Eso lo veremos" —replicó ella con suficiencia.
Mientras continuaban con la limpieza, la pelirroja tomó el escobillón y, sin previo aviso, comenzó a cantar con él como si fuera un micrófono.
—"Twenty-five years and my life is still..."
Gojo alzó la vista y arqueó una ceja.
—"¿Qué demonios estás haciendo? ¡Termina de ordenar!"
Pero ella lo ignoró por completo, caminando entre las sillas desordenadas y los papeles en el suelo mientras cantaba con pasión exagerada.
—"I realized quickly when I knew I should..."
Gojo rió y se acomodó en su silla, cruzando los brazos con diversión.
—"Dime que no vamos a hacer un concurso de canto ahora."
Ella continuó con su actuación, subiendo de un salto sobre su escritorio.
—"¡Hey, bájate de ahí!" —protestó Gojo.
Pero la pelirroja estaba demasiado metida en su papel. —"And I say, hey, yeah, yeah-eah, Hey, yeah, yeah"
Con una sonrisa traviesa, se inclinó hacia él, tomándolo del cuello de la chaqueta solo para soltarlo un segundo después, con una risita divertida.
Gojo negó con la cabeza, riendo entre dientes.
—"¿A que nadie te ha cantado como yo?" —dijo ella, aún jadeando por la energía que había puesto en su improvisada actuación.
Él la observó con una sonrisa burlona.
—"No. Y sinceramente, espero que nadie más lo haga jamás."
—"¡Malagradecido!"
Ella le sacó la lengua antes de girarse para recoger unos papeles del suelo. Sin embargo, no se dio cuenta de que Gojo ya estaba detrás de ella.
Antes de que pudiera reaccionar, él la arrinconó contra la pared, apoyando una mano junto a su cabeza y acercando su rostro al suyo. Su pecho tocaba la fría superficie de la pared mientras sentía el cálido aliento de Gojo contra su oído.
—"¿Sabes?" —murmuró él, con un tono bajo y provocativo—. "Cuando haces cosas así... me dan ganas de castigarte."
Su voz ronca y juguetona hizo que un escalofrío recorriera la espalda de la pelirroja.
—"¿Oh? ¿Y cómo planeas hacerlo, maestro?" —respondió ella, sin perder su tono desafiante.
Gojo sonrió con picardía y, sin previo aviso, deslizó una mano por debajo de la falda de su uniforme, apretando con descaro una de sus nalgas.
Ella soltó un leve jadeo, su cuerpo tensándose por completo ante el inesperado contacto.
—"Así, por ejemplo" —susurró Gojo contra su oído, disfrutando del efecto que tenía sobre ella.
La pelirroja sintió cómo el calor se acumulaba en su rostro y en su pecho, pero se negó a ceder tan fácilmente.
—"Eres un pervertido" —murmuró con voz entrecortada.
Gojo sonrió aún más, deslizando su mano con lentitud hasta dejar de tocarla.
—"¿Y tú? ¿No vas a protestar?"
Ella apretó los labios, girando ligeramente el rostro para encontrarse con su mirada.
—"No te daré el gusto."
Gojo soltó una risa suave antes de inclinarse un poco más hacia ella, sus labios rozando apenas su mejilla.
—"Me encanta cuando te crees valiente."
Y con eso, se apartó de golpe, dejándola con el corazón latiendo a toda velocidad.
—"Ahora sigue limpiando. Recuerda que estás castigada."
Ella parpadeó un par de veces antes de lanzarle uno de los papeles que había recogido.
—"¡Idiota!"
Gojo solo reía mientras esquivaba su ataque.
El Broche.
Utahime ya había comenzado a formar una alianza con Rin, ambas motivadas por su peculiar sentido de justicia. No buscaban otra cosa más que desenmascarar a Gojo y a la pelirroja, atraparlos en el momento exacto en el que estuvieran tan comprometidos que no pudieran negar la realidad.
—"Solo es cuestión de paciencia" —murmuró Utahime, observando el pequeño objeto en su mano.
Rin, a su lado, la miró con cierta curiosidad. Utahime entonces le mostró lo que sostenía entre sus dedos: un broche de cabello.
—"Esto es de la pelirroja, ¿verdad?" —preguntó con firmeza, como si ya conociera la respuesta.
Rin sintió un ligero escalofrío.
—"No estoy segura..."
—"¡Claro que lo es!" —la interrumpió Utahime con irritación—. "¿De quién más podría ser? Es la alumna que le dejaron a cargo a Gojo, la única que él podía manejar por esa habilidad suya de destruirlo todo."
Su tono era un torbellino de frustración y reproche. Rin observó el broche en la mano de Utahime con incomodidad. Se notaba nerviosa ante la intensidad de la conversación, hasta que, de repente, decidió intervenir.
—"Señorita Utahime... yo..." —murmuró en voz baja.
—"¿Qué?" —Utahime se giró hacia ella con impaciencia.
Rin tragó saliva y bajó un poco la mirada antes de responder con seguridad:
—"El broche en su mano... es mío."
Utahime abrió los ojos de par en par, sorprendida.
—"¿Qué estás diciendo?"
—"Sí" —insistió Rin, con una expresión tranquila—. "Lo perdí cuando tuvimos una misión especial con Gojo-sensei. No recuerdo dónde lo dejé, pero él prometió que lo encontraría. Al parecer, lo hizo."
Tomó el broche con delicadeza de las manos de Utahime, admirándolo como si fuese un tesoro.
—"Gojo-sensei..." —susurró con las mejillas levemente sonrojadas—. "Se devolvió al campo de batalla por mi broche."
Sonrió conmovida ante el gesto, mientras Utahime la miraba con incredulidad y un enojo cada vez más evidente.
—"¿Eres idiota?" —espetó Utahime, pero Rin ya no la escuchaba.
La joven seguía observando el broche en sus manos, con una expresión que solo aumentaba la frustración de Utahime. Lo último que quería era que alguien más terminara suspirando por Gojo Satoru.
Utahime apretó los dientes, sintiendo que su plan se desmoronaba frente a sus ojos.
Rin observaba el broche en sus manos con una mezcla de sentimientos que no podía controlar. Antes de que llegara la alumna especial, ella había sentido algo por su profesor, por Gojo. No era solo admiración; había deseado, en lo más profundo de su ser, llamar su atención de una manera diferente. Pero él jamás la vio como algo más que una estudiante cualquiera, un poco fastidiosa, quizá divertida a ratos, pero nada más.
Con el tiempo, Rin se resignó a la indiferencia de Gojo. Decidió ignorarlo, de la misma manera en como él la ignoraba a ella. Hasta que apareció ella.
La hechicera especial.
Atrevida, desafiante, sin miedo a decir lo que pensaba. Ella no solo tenía el talento que todos envidiaban, sino que, de alguna forma, había conseguido lo que Rin nunca logró: captar la atención de Gojo Satoru.
Y eso la llenaba de ira, finalmente lo comprendía, por eso la detestaba tanto.
Ya no se trataba solo de desenmascararlos. Ya no era solo la idea de hacer justicia. Quería algo... quería una respuesta.
El deseo oculto de Rin.
Esa tarde, después de clases, Rin caminó con paso calculado hasta la oficina de Gojo. Sostenía el broche entre sus dedos con delicadeza, como si fuera la prueba definitiva de algo importante.
—"Gojo-sensei" —llamó en un tono bajo, suave, casi dulce.
Gojo levantó la vista de los papeles que estaba hojeando y arqueó una ceja con curiosidad.
"¿Rin? ¿Qué estará planeando ahora?"
Pero Rin no se detuvo. Se acercó más, con una seguridad inusual en ella, sin rastro de la actitud infantil con la que solía comportarse.
—"Gracias por rescatar mi broche, por volver por él" —dijo con una sonrisa que no llegó a sus ojos. —"Sabias que era algo importante para mí y aunque el área era peligrosa. Volviste solo por él"
Gojo la miró por un instante antes de soltar una pequeña risa.
—"Oh, ¿eso? Fue pura coincidencia. Lo vi en el suelo y pensé que alguien lo había perdido. No esperaba que fuera tuyo."
Rin inclinó la cabeza levemente.
—"Aun así, lo encontraste. Y lo guardaste, ¿no?"
—"Bueno, tampoco iba a dejarlo tirado" —respondió él con desenfado, rascándose la nuca—. "No suelo andar recogiendo accesorios de chicas, pero supongo que hice una excepción."
Rin se acercó un poco más.
—"Siempre fuiste amable conmigo, Gojo-sensei" —susurró, bajando un poco la mirada, como si estuviera avergonzada.
Gojo ladeó la cabeza, sin entender a dónde quería llegar.
—"¿Eh? ¿Amable? Yo diría que solo soy igual de genial con todos."
—"No" —negó ella, dando otro paso hacia él—. "No eres así con todos."
Su tono era diferente. No tenía el sarcasmo habitual. Era suave, casi... seductor.
Gojo frunció el ceño ligeramente.
Rin ya estaba demasiado cerca.
—"Rin..."
Ella levantó la vista, sus ojos brillaban con una emoción que Gojo no terminaba de identificar. Lentamente, levantó una mano y la colocó sobre el brazo de él. Sus dedos se deslizaron con una delicadeza que no tenía nada que ver con sus típicas actitudes agresivas.
—"Sensei" —susurró—. "¿Nunca pensaste que podríamos llevarnos de otra manera?"
Gojo parpadeó.
"Ah, mierda."
—"Rin" —soltó él con tono de advertencia, alejándose un poco, pero ella no le dio oportunidad.
Su mano subió con calma hasta su hombro.
—"A veces me pregunto..." —continuó, inclinándose ligeramente hacia él—. "¿Qué habría pasado si me hubieras visto 'distinta' no tan solo como una alumna, si no... algo más?"
Gojo sintió un escalofrío incómodo recorrer su espalda. No era que no estuviera acostumbrado a los coqueteos, pero esto era distinto. Era Rin, la alumna que más problemas le causaba, siempre con chismes y actitudes extrañas.
Con un movimiento ágil, dio un paso atrás, creando una distancia evidente entre ambos.
—"Hey, ¿qué sucede?" —preguntó Rin, frunciendo el ceño, como si su reacción la hubiera tomado por sorpresa.
Gojo rió, pero su expresión era más cerrada que de costumbre.
—"Nada, nada" —respondió con su tono habitual, aunque la forma en que se rascó la nuca lo delataba—. "Pero creo que alguien está confundiendo las cosas."
Rin apretó los labios.
—"¿Confundiendo?"
—"Sí" —Gojo sonrió, pero sus ojos estaban más serios—. "Mira, Rin, eres una buena estudiante, y te tengo aprecio... pero no me malinterpretes, no he sido amable contigo, bueno sí, pero no de la forma en la que tú piensas... ¿me entiendes?"
Rin sintió su orgullo resquebrajarse.
—"Oh... ya veo" —murmuró, volviendo a su tono normal.
Giró sobre sus talones con una sonrisa ladeada, aunque en su interior hervía de frustración.
—"Bueno, sensei, lamento haberte hecho perder el tiempo."
Y sin más, salió de la oficina, apretando el broche en su mano con tanta fuerza que casi se le clavó en la piel.
Gojo dejó escapar un largo suspiro, frotándose el puente de la nariz.
"¿Qué demonios fue eso? Será mejor que la pelirroja ni se entere de esto o se reirá de mí por días la maldita."
Enfermería.
La enfermería del colegio Jujutsu estaba tranquila, con un leve aroma a desinfectante flotando en el aire. Shoko Ieiri, con su bata blanca a medio abrochar y un cigarro entre los labios, hojeaba unos informes médicos cuando la puerta se abrió de golpe.
Gojo Satoru entró con su habitual energía, pero en lugar de hacer una de sus típicas bromas, simplemente se dejó caer sobre una de las camillas con un largo suspiro.
Shoko alzó una ceja sin dejar de leer.
—"¿Problemas con la administración? ¿Te subieron los impuestos? ¿O finalmente alguien te golpeó tan fuerte que vienes a llorar?"
—"Peor" —murmuró Gojo, con un brazo sobre los ojos—. "Rin casi me acosa."
Shoko le lanzó una mirada incrédula antes de soltar una carcajada.
—"¿Perdón? ¿Rin? ¿Nuestra Rin?"
Gojo suspiró de nuevo, más dramático esta vez.
—"Sí, sí, esa Rin. Se me acercó con una mirada que daba miedo y empezó a hablar en un tono todo dulce y raro. Y luego... ¡zas! Estaba tan cerca que casi podía contarle las pestañas."
Shoko rió con ganas.
—"No me jodas, ¿me estás diciendo que Rin trató de seducirte?"
—"Ni siquiera fue sutil, Shoko. Me tocó el brazo, el hombro... ¡me dijo que, si la hubiera visto antes de forma diferente, las cosas podrían haber sido distintas entre nosotros!"
Shoko negó con la cabeza, divertida.
—"Bueno, eso sí que es nuevo."
Gojo se incorporó y la miró con cara de fastidio.
—"No lo digas como si fuera algo gracioso. Fue raro. Me puso la piel de gallina."
—"Ay, pobre Gojo" —se burló Shoko—. "¿Qué hiciste?"
—"Obviamente, me alejé. Pero la cara que puso..."
Gojo hizo una mueca y apoyó la cabeza en su mano.
—"No quiero que esto se convierta en algo incómodo. Rin es... bueno, Rin, ya sabes. No es como si antes hubiera mostrado interés en mí de esa manera."
Shoko lo miró por un momento y luego dejó los papeles a un lado.
—"Gojo..."
Él parpadeó.
—"¿Hmm?"
Ella apoyó los codos en la mesa y lo señaló con un gesto de la mano.
—"Mira, no es que me importe tu vida amorosa—porque honestamente, me da igual—pero esto te lo digo como amiga: deja de jugar con fuego."
Gojo inclinó la cabeza.
—"¿A qué te refieres?"
Shoko chasqueó la lengua y apagó su cigarro en el cenicero.
—"A que siempre estás enredado con alguna alumna. Primero la pelirroja, ahora Rin. ¿Te das cuenta de que el único que va a salir perdiendo con esto eres tú?"
Gojo hizo una mueca, como si la idea no le gustara.
—"No es como si estuviera haciendo algo malo."
—"No es cuestión de si es malo o no, Gojo. Es cuestión de que no va a terminar bien."
Gojo entrecerró los ojos detrás de sus lentes.
—"¿Eso crees?"
Shoko bufó.
—"Lo sé. Tarde o temprano, esto te va a explotar en la cara. Utahime revolcó tu oficina en busca de pruebas, ¿Qué otro problema más te vas a sumar?"
Gojo chasqueó la lengua, fastidiado.
—"Sí. Está como una detective en busca de pruebas. Estoy preparándome para el siguiente ataque."
Shoko se rió.
—"Vaya, ahora sí que estás en problemas."
Gojo suspiró y se dejó caer nuevamente sobre la camilla.
—"No lo digas como si te divirtiera tanto."
—"Es que me divierte" —admitió ella con una sonrisa burlona—. "Pero igual... te lo digo en serio, Gojo. Al final, siempre te quedas solo, ¿no?"
Gojo no respondió de inmediato. Solo miró el techo con expresión neutra.
—"Siempre."
Shoko lo observó por unos segundos antes de volver a tomar sus papeles.
—"Bueno, entonces acostúmbrate. Porque como sigas metiéndote con estudiantes, lo único que vas a conseguir es perder aún más."
Gojo dejó escapar un largo suspiro.
—"Qué cruel, Shoko. Y pensar que vine aquí en busca de consuelo."
—"Te equivocaste de lugar, amigo" —rió ella.
Y aunque Gojo sonrió como siempre, el peso de sus palabras se quedó en el aire por un rato más.
La apuesta.
Gojo caminaba por los pasillos del colegio, distraído y confundido por el actuar de Rin y los consejos de Shoko. Un escalofrío recorrió su piel. Estaba tan metido en su mundo que no sintió el ataque leve pero certero dirigido a él. Un libro pesado chocó con fuerza contra su espalda, haciéndolo tambalear levemente.
—"¡Hecho!" —exclamó una voz a la distancia.
Gojo se giró bruscamente, buscando al culpable. Con un parpadeo de su ojo visible, notó a alguien observándolo desde lejos con unos binoculares.
—"¿En serio?" —murmuró, ya adivinando de quién se trataba.
A lo lejos, La pelirroja sonrió con autosuficiencia antes de dar media vuelta y salir corriendo.
—"¡Ah, no! ¡Tú no te vas a salir con la tuya!" —exclamó Gojo, dando un salto en su dirección.
Ella ya lo esperaba, así que, con una risa traviesa, lanzó pequeñas llamas negras en su camino, obligándolo a esquivarlas. Gojo saltó con agilidad, evitándolas como si fueran simples obstáculos en un juego.
—"¡Oye, esto es intento de homicidio!" —gritó, fingiendo indignación.
—"¡Llamémoslo justicia divina!" —replicó ella, riendo mientras se deslizaba por los edificios y derribaba una pila de cajas y escombros en el camino para entorpecerlo.
Gojo la esquivó sin esfuerzo y aceleró, acortando la distancia entre ambos.
—"¿Sabes qué es lo peor?" —dijo, con una sonrisa confiada—. "Me subestimas demasiado, Reika."
Ella sintió un escalofrío cuando él pronunció su nombre. ¿Desde cuándo lo había dicho en voz alta?
—"¡¿Me llamaste por mi nombre?!" —exclamó ella sin dejar de correr.
—"¡No seas tonta, desastrosa!" —Gojo apareció a su lado con un destello de velocidad, haciéndola sobresaltarse—. "Es divertido hacerte enojar, R-e-i-k-a."
—"¡AHHH!"
Antes de que ella pudiera reaccionar, él la atrapó por la cintura y la cargó como si fuera un saco de papas.
—"¡Bájame, Gojo, esto es trampa!"
—"¡Oh, lo siento! No sabía que habíamos establecido reglas en nuestro jueguito."
Ella pataleó y forcejeó, pero él la sujetó con facilidad, disfrutando de su desesperación. Sin embargo, después de tanto caos, se dio cuenta de algo.
En medio de la persecución y los ataques juguetones, había olvidado por completo las palabras de Shoko, la mirada de Rin y todo lo que lo había estado atormentando.
Por primera vez en todo el día, solo estaba... divirtiéndose.
Reika, todavía colgada de su hombro, lo notó en la forma en que él sonrió para sí mismo.
—"Hey, Gojo... ¿a qué se debe esa sonrisa tonta? ¿te burlas de mí?" —preguntó, con una ceja alzada.
Gojo dejó escapar una pequeña risa antes de girar su rostro hacia ella con su sonrisa más descarada.
—"Tal vez."
Y sin previo aviso, la dejó caer en un banco cercano, alejándose antes de que pudiera prenderse en llamas de furia.
—"¡Te mataré, Gojo!"
—"¡Tienes que atraparme primero, Reika~!"
Ella se levantó de un salto, lista para continuar la cacería.
En lo alto.
El viento soplaba con suavidad, elevando los cabellos rojos de Reika mientras ella balanceaba los pies al borde del edificio. Abajo, la ciudad vibraba con vida, pero allí arriba, en la cima del mundo, todo se sentía diferente.
Gojo lamía su helado con calma, sin quitarle los ojos de encima.
—"Siempre terminamos en un edificio alto, ¿no?" —comentó, como si fuera una simple observación.
Reika giró el rostro hacia él con una sonrisa divertida.
—"Supongo que sí. Es como si los lugares altos fueran nuestro sitio seguro."
Gojo dejó escapar una pequeña risa. Seguro... sí, eso eran. Allí arriba no había normas, no había expectativas, no había nadie que pudiera decirles qué hacer o cómo sentirse. Era solo él y ella, en un mundo que no pertenecía a nadie más.
Sus ojos azules descendieron hasta sus piernas. Un par de curitas decoraban su piel blanca, cubriendo pequeñas heridas casi invisibles. La imagen lo golpeó más de lo que debería. Recordó los primeros días de su entrenamiento, cuando ella apenas podía controlar esas llamas que todo lo consumían. Recordó sus frustraciones, sus gritos de enojo, su determinación inquebrantable.
Y él... él siempre había estado ahí, observándola crecer.
Reika llevó el helado a sus labios y lo lamió distraídamente, sin notar la intensidad con la que Gojo la miraba. Su mente viajaba en direcciones peligrosas, a pensamientos que normalmente descartaba sin esfuerzo. Pero hoy... hoy estaba cansado de luchar contra ellos.
Ella había crecido. No solo como hechicera, sino como persona. Su actitud tierna, juvenil y rebelde lo había atrapado de una manera que nunca quiso admitir.
Gojo chasqueó la lengua en su mente. ¿Cómo podía siquiera pensar en alejarse de ella?
Con ella se sentía libre. Con ella no tenía que ser "el más fuerte", ni el prodigio de su generación, ni el maldito pilar de la hechicería jujutsu.
Con ella, solo era Satoru.
Y eso... eso lo aterrorizaba.
—"¿Te sucede algo?"
Su voz lo sacó de golpe de sus pensamientos.
Gojo parpadeó un par de veces antes de regalarle una sonrisa despreocupada, la misma que siempre usaba para esconderse.
—"Nah, solo estaba pensando en lo mala que eres eligiendo sabores de helado."
Reika frunció el ceño y le dio un empujón con el hombro.
—"¡Oye! La mora azul es deliciosa, tú simplemente no tienes buen gusto."
—"¿Buen gusto? Por favor, el mío es de vainilla, el clásico perfecto."
—"Aburrido."
Gojo se rió y ella también. Pero mientras Reika se distraía peleando por su helado, él la miraba en silencio, memorizando cada pequeño detalle.
Porque en el fondo lo sabía.
Sabía que esta felicidad era efímera. Que algún día, por su bien o por el de ella, tendría que alejarse.
Y lo odiaba.
Lo odiaba con cada fibra de su ser.
Reika dejó escapar una risa suave, una de esas que siempre lo desarmaban sin que ella lo supiera.
—"¿Recuerdas la apuesta?"
Gojo arqueó una ceja, fingiendo desconcierto.
—"¿Cuál?"
Ella lo miró con una expresión incrédula y frunció el ceño.
—"No te hagas el tonto, Gojo. Dijiste que, si lograba golpearte sin que lo notaras, harías lo que yo dijera."
El hechicero suspiró dramáticamente y desvió la mirada hacia el cielo.
—"Mmm... no me suena."
Reika bufó, cruzándose de brazos.
—"Tienes que usar mi falda y correr sin calzones de una punta a la otra en el instituto."
Gojo cerró los ojos con una expresión de pura frustración fingida.
—"¡Ah, no jodas! ¿Todavía recuerdas eso? Qué maldición..."
Reika rió con burla, disfrutando su victoria.
—"Las promesas son promesas, sensei. Y tú nunca rompes tu palabra, ¿o sí?"
Gojo la miró con escepticismo antes de soltar un suspiro exagerado. Luego, tomó un mechón de su cabello y lo enroscó en sus dedos mientras decía con total seriedad:
—"Mira, pequeña pirómana, aunque quisiera cumplir mi palabra, hay un problema logístico muy serio."
—"¿Ah, sí? ¿Cuál?"
Gojo señaló su propia figura de arriba abajo.
—"Soy demasiado alto, esa falda es minúscula. No me entraría ni en un muslo."
Reika se rió con ganas.
—"¿Así que ese es tu problema?"
Entonces, de repente, se puso de pie al borde del edificio y con un movimiento juguetón, tomó los bordes de su falda.
—"¿Me la quito? Así te la pones tú y lo comprobamos." —preguntó con una sonrisa maliciosa.
Gojo la observó en silencio. Ahí estaba ella, desafiante, divertida, tan jodidamente bella con el viento despeinando su cabello rojo y esa actitud que lo volvía loco.
Su sonrisa se suavizó, y por una fracción de segundo, dejó caer la máscara.
—"No."
Reika lo miró, intrigada por el tono inesperadamente dulce de su voz.
Gojo apoyó un codo en su rodilla, descansando el mentón en su mano, y esbozó una sonrisa encantadoramente pícara.
—"Eso quiero hacerlo yo... más tarde."
La pelirroja abrió los ojos de par en par y sintió el calor subirle al rostro.
—"¡Jajaja no te hagas el vivo!" —exclamó dándole un leve golpe en el brazo y guiñándole un ojo.
Él estalló en carcajadas, disfrutando cada segundo de verla acorralada en su propio juego.
—"¿Qué? Yo solo sigo las reglas de nuestra apuesta."
Reika se cruzó de brazos, fingiendo enojo, pero sus mejillas aún estaban rojas.
Gojo la miraba con esa sonrisa insolente, esa que siempre llevaba pero que, en momentos como este, tenía un matiz peligroso. Sus ojos, normalmente ocultos tras su venda, ahora brillaban con intensidad, reflejando la luz de la ciudad bajo ellos.
Sin previo aviso, él la tomó de la cintura y la atrajo contra su cuerpo. Reika apenas tuvo tiempo de inhalar antes de que su pecho chocara contra el suyo, el calor de su piel filtrándose a través de la tela.
—"¿Aún quieres quitarte esa falda?" —susurró Gojo contra su oído, su aliento cálido contrastando con el frío que los rodeaba.
Las manos de él se deslizaron lentamente por su espalda, dibujando un camino de escalofríos. Reika entreabrió los labios, su respiración entrecortada.
—"No recuerdo haber dicho eso..." —respondió, intentando sonar desafiante, pero su voz tembló justo al final.
Gojo sonrió, encantado.
—"¿No? Entonces debí imaginarlo..."
Con un movimiento lento pero firme, sus manos descendieron hasta aferrarse a su cadera, sus dedos presionando la tela con descaro. Su nariz rozó la curva de su cuello antes de depositar un beso lento y provocador. Reika sintió su piel arder y, sin darse cuenta, sus manos se aferraron a la tela de su chaqueta purpura.
Él levantó la cabeza, sus ojos intensos atrapando los suyos.
—"¿Crees que alguien podría vernos desde algún lado?" —murmuró ella, su voz apenas un susurro.
Gojo soltó una risa baja, esa risa que siempre presagiaba problemas.
—"Estamos demasiado alto para eso, pequeña... A menos que quieras que lo hagan."
El tono juguetón en su voz solo encendió aún más la adrenalina que ya corría por sus venas. Reika no se consideraba alguien fácil de intimidar, pero Gojo tenía un talento especial para hacer que su autocontrol tambaleara.
—"¿Y tú? ¿Quieres que nos vean?" —lo desafió, alzando el rostro con una media sonrisa.
Gojo ladeó la cabeza, como si realmente lo estuviera considerando. Luego, con la misma rapidez con la que solía moverse en batalla, la sujetó con más firmeza y la levantó con facilidad.
—"De hecho..." —susurró, su aliento recorriendo la piel sensible de su cuello— "me encantaría que supieran que eres mía."
Los dedos de Reika se crisparon sobre su ropa, su cuerpo vibrando entre la emoción y el peligro. Sabía que Gojo era imprudente, pero también sabía que nunca hacía nada sin asegurarse de tener el control total. Y aún así, en ese momento, no estaba segura de quién tenía el control de quién.
Reika se estremeció ante sus palabras, un escalofrío recorriendo su espalda mientras una peligrosa mezcla de excitación y nerviosismo se apoderaba de ella.
Gojo no le dio tiempo para procesarlo. En un movimiento veloz, sus labios capturaron los suyos en un beso profundo y dominante, reclamándola con descaro. Su lengua exploró su boca sin piedad, arrancándole un gemido ahogado. Reika sintió su cabeza dar vueltas, incapaz de pensar en otra cosa que no fuera el calor abrasador de su cuerpo pegado al suyo.
Sus manos se deslizaron aún más debajo de su falda, sus dedos marcando cada centímetro de su piel.
—"Gojo..." —jadeó contra sus labios, intentando recuperar el aliento.—"Alguien podría vernos..."
Su voz sonó débil, como si ni siquiera ella creyera en su propia protesta.
Gojo sonrió contra su boca, su risa vibrando en su pecho.
—"Entonces déjalos mirar" —murmuró, su tono impregnado de travesura y peligro. Sus dientes rozaron su labio inferior antes de atraparlo con suavidad.
Los dedos de él recorrieron la línea de su ropa interior, apenas rozándola, enviando un chispazo eléctrico directo a su centro. Pero, justo cuando parecía dispuesto a seguir adelante, algo en su expresión cambió.
Por un instante, un destello de duda cruzó su rostro. No era el habitual Gojo Satoru, el hechicero arrogante e indomable. En ese segundo, su mente estaba en otra parte, atrapada en una batalla interna que no tenía nada que ver con Reika.
Shoko. Sus advertencias. Las reglas. Su propio código, el que siempre decía seguir pero que constantemente ponía a prueba.
Lo que debía hacer.
Lo que quería hacer.
Un conflicto que rara vez permitía salir a la superficie se filtró en su mirada, pero fue tan fugaz como una estrella fugaz en la noche.
Y luego, con una sonrisa—esa maldita sonrisa que podía hacerla perder la razón—, volvió a su juego.
—"Sabes que puedes detenerme cuando quieras..." —susurró, su aliento caliente contra su piel.
Reika entrecerró los ojos, sintiendo su propio cuerpo traicionarla. Porque, en el fondo, detenerlo era lo último que quería hacer.
Con total propiedad sobre el cuerpo de ella, desliza suavemente su mano entre sus piernas, acariciando la piel de sus muslos, sus dedos encontrando su centro húmedo.
Reika gime suavemente, su cabeza cayó ligeramente hacia atrás, totalmente entregada a él. Sus dedos comenzaron a deslizarse suavemente, encontrándose con aquel calor húmedo de su interior que lo abrazaba y succionaba deliciosamente.
—"Mira lo húmeda que estás" —Susurra, su voz llena de satisfacción y deseo. —"Eres tan bella, tan sexy, Reika..."
Y como un hombre desesperado y hambriento, sus labios atacaron el frágil cuello de la joven, dejando pequeñas marcas rojas en su piel, mordidas, besos y lamidas.
—"Tu piel... tan suave... tan deliciosa..." —Reika se retuerce en sus brazos, sus uñas clavándose en sus hombros.
La sensación de sus dedos dentro de ella, combinada con la altura y la posibilidad de ser vistos, es casi demasiado para soportar, la adrenalina de la situación agregaba una cuota extra de excitación.
—"Gojo, por favor... —suplica, sin estar segura de qué está pidiendo. —"Necesito..."
La presionó contra la pared, el frío del concreto contrastando con el calor abrasador de sus cuerpos. Sin preliminares, sin suavidad, liberó su erección y la penetró con un solo empujón, profundo y despiadado. Reika gritó, un sonido que mezclaba dolor y placer, su cuerpo luchando por adaptarse a la invasión de su tamaño descomunal. Él no se detuvo. Sus embestidas eran brutales, erráticas, cada una un reclamo de propiedad, su pene abriendo su interior con una fuerza que la hacía temblar.
—"Joder, Reika" —gruñó, su voz ronca, impregnada de una autoridad que la hacía sentirse diminuta—. "Estás tan apretada, tan jodidamente perfecta para mí. Esto es lo que eres, ¿verdad? Mía. Solo mía."
Ella sollozó, sus piernas temblando mientras se aferraba a sus hombros, sus uñas clavándose en su piel. Estaba húmeda, obscenamente húmeda, su cuerpo traicionándola al responder a él con una intensidad que la avergonzaba. Gojo lo sintió, y una sonrisa feral curvó sus labios mientras la embestía con más fuerza, el sonido húmedo y rítmico de sus cuerpos chocando llenando el aire. Sus caderas se movían con una precisión letal, cada golpe diseñado para deshacerla, para recordarle que, sin importar cuán fuerte fuera en el campo de batalla, aquí, en sus brazos, era suya para romper.
Reika, su alumna, su amante, apenas había cruzado el umbral de los 18 años. Era una hechicera formidable, capaz de doblegar maldiciones con un solo movimiento, pero en los brazos de Gojo, su fuerza se desvanecía. En su presencia, se convertía en algo más pequeño, más suave, una niña explorando los bordes de su deseo, vulnerable ante la tormenta que era él. Gojo lo sabía, y aunque a veces ignoraba la fragilidad de su juventud, esa noche no había espacio para la contención. La lujuria lo consumía, un hambre animal que lo despojaba de su habitual compostura.
—"Mírame, pequeña" —ordenó, su voz un látigo que cortó a través de sus gemidos. Tomó su mentón con rudeza, obligándola a enfrentar esos ojos azules que brillaban como hielo ardiente—. "Quiero ver cómo te deshaces. Quiero que sientas cada centímetro de mí marcándote."
Reika obedeció, sus ojos llorosos encontrando los de él. Había algo en su mirada, una mezcla de inocencia y rendición, que golpeó a Gojo como un puñetazo. Por un instante, el mundo se detuvo. Ella no era la hechicera que desafiaba maldiciones; era solo Reika, su Reika, frágil y expuesta, confiando en él incluso cuando su rudeza la lastimaba. Esa vulnerabilidad lo desarmó, pero también lo encendió aún más. Su deseo se volvió más oscuro, más primitivo.
—"Eres tan pequeña debajo de mí" —murmuró, su voz baja, casi cruel, mientras ralentizaba sus embestidas solo para torturarla, dejando que sintiera cada pulgada de su grosor deslizándose dentro y fuera—. "Tan frágil, tan fácil de romper. Pero no te vas a romper, ¿verdad, pequeña? Vas a tomar todo lo que te dé."
Ella gimió, su cuerpo temblando bajo la intensidad de sus palabras. Gojo levantó una de sus piernas, colocándola sobre su hombro para abrirla aún más, profundizando el ángulo de sus embestidas. Su pene, duro como el acero, la llenaba hasta el límite, cada movimiento un recordatorio de su dominio. Sus manos recorrieron su cuerpo con una mezcla de reverencia y posesividad, apretando sus pechos, deslizándose por su cintura, marcando su piel con la huella de su deseo.
—"Dime que lo quieres" —exigió, su aliento caliente contra su oído, su lengua trazando la curva de su cuello antes de morder con fuerza—. "Dime que quieres que te destroce, que te haga mía hasta que no puedas pensar en nada más."
—"Lo quiero... Gojo, por favor..." —sollozó Reika, su voz rota, apenas un susurro. Estaba perdida en él, en la sensación de su cuerpo abrumándola, en la forma en que la hacía sentir pequeña, deseada, poseída.
Esa súplica fue su perdición. Con un rugido, Gojo aceleró, sus caderas chocando contra ella con una fuerza que sacudía la pared. Su miembro palpitaba dentro de ella, grueso y pulsante, llevándola al borde del éxtasis y el dolor. La levantó del suelo por completo, sosteniéndola solo con la fuerza de sus brazos, y la bajó sobre su erección una y otra vez, cada movimiento un acto de conquista. El sudor brillaba en su piel, sus músculos tensándose con cada embestida, su rostro contorsionado por una pasión animal que lo hacía parecer más dios que hombre.
—"Eso es, pequeña" —jadeó, sus palabras entrecortadas por el esfuerzo—. "Grita para mí. Déjame escuchar lo que te hago."
Reika gritó, su cuerpo convulsionando mientras el placer la atravesaba como un relámpago. Gojo no se detuvo, prolongando su clímax con embestidas precisas, su propio placer construyéndose hasta que finalmente se derramó dentro de ella con un gruñido salvaje, su semen caliente llenándola por completo. Por un momento, se quedaron así, suspendidos en el caos de su unión, sus respiraciones entrecortadas mezclándose en el aire.
Pero entonces, Gojo la miró. Sus ojos, antes nublados por la lujuria, ahora tenían un matiz diferente. Había visto algo en ella, algo que lo hizo detenerse. La vulnerabilidad de Reika, su entrega absoluta, lo golpeó con una fuerza que no esperaba. Bajó su pierna con cuidado, aún dentro de ella, y apoyó su frente contra la de ella, su respiración temblorosa.
—"Reika..." —murmuró, su voz más suave, casi insegura. Por primera vez, el hechicero invencible parecía dudar—. "¿Estás... bien?"
Ella asintió débilmente, sus ojos brillando con lágrimas no derramadas. En ese instante, Gojo sintió algo nuevo, algo más peligroso que el deseo: una necesidad de protegerla, de ser más que el hombre que la dominaba. Pero ese pensamiento, tan frágil como ella, quedó suspendido en el aire, mientras sus cuerpos seguían entrelazados, atrapados en la intensidad de lo que acababan de compartir.
El calor de sus cuerpos aún reverberaba en el aire, pero la tormenta de deseo había dado paso a una quietud frágil, como si el mundo contuviera el aliento. Gojo Satoru, el hombre que desafiaba al destino con una sonrisa insolente, parecía ahora más pequeño, más humano. Sus manos, que momentos antes habían marcado la piel de Reika con rudeza, ahora temblaban ligeramente al sostenerla, como si temiera que ella pudiera desvanecerse entre sus dedos. Su pecho, amplio y definido, subía y bajaba con respiraciones entrecortadas, y sus ojos azules, normalmente fríos como el hielo, Favores de los dioses, brillaban con una vulnerabilidad que Reika nunca había visto tan expuesta.
Con una suavidad que desmentía la ferocidad de minutos atrás, Gojo inclinó su rostro y rozó los labios de Reika con los suyos. El beso fue tierno, casi reverente, como si estuviera explorando un territorio desconocido, buscando en ella algo más allá del placer físico. Sus labios eran cálidos, suaves, y llevaban consigo una promesa tácita que hizo que el corazón de Reika se detuviera. Ella se quedó sin aire, atrapada en la contradicción de un hombre que podía ser a la vez un dios en la batalla y un alma temblorosa en sus brazos.
—"Te quiero..." —susurró Gojo contra su boca, su voz baja, casi rota, como si las palabras se hubieran escapado de un lugar que él mismo desconocía. Era la voz de un hombre despojado de su armadura, de alguien que, por primera vez, dejaba caer las cadenas de su invencibilidad.
Reika abrió los ojos de golpe, su pulso acelerándose ante la confesión. Esas palabras, tan simples y a la vez tan pesadas, resonaron en su pecho como un eco que no podía ignorar. Gojo, el intocable, el hechicero que reía frente al peligro, estaba allí, expuesto, con el miedo brillando en sus ojos.
—"Te quiero... No quiero perderte..." —repitió, más firme esta vez, como si al decirlo en voz alta pudiera conjurar esa verdad en realidad. Había alivio en su tono, pero también temor, un temor que Reika nunca había asociado con él. Era la voz de un hombre que sabía lo que era perder, y que ahora se aferraba a ella como si fuera su única salvación.
Un nudo se formó en la garganta de Reika, sus ojos humedeciéndose mientras procesaba lo que significaba esa confesión. Entre ellos siempre había habido una danza peligrosa: momentos robados en la penumbra, caricias que decían más de lo que las palabras permitían, bromas que ocultaban verdades demasiado grandes para ser pronunciadas. Pero esto era diferente. No era solo deseo, no era solo la comodidad de dos almas que entendían el peso de su mundo. Era una necesidad visceral, una dependencia que los unía más allá de la carne.
Gojo era su faro en la tormenta, el pilar que la sostenía cuando el caos amenazaba con engullirla. Y ella... ella era su grieta, el único lugar donde Satoru Gojo dejaba de ser el hechicero más fuerte para convertirse en un hombre que sentía, que temía, que amaba. Admitirlo lo hacía humano, lo exponía a un dolor que ni su poder infinito podía desviar.
Una sonrisa suave, genuina, se dibujó en los labios de Reika, iluminando su rostro aún sonrojado por la pasión. No buscó palabras de inmediato; nunca lo había necesitado. Entre ellos, las miradas, los roces, el lenguaje de sus cuerpos siempre había sido suficiente. Pero ahora entendía que las palabras tenían un poder propio, un peso que anclaba lo que antes flotaba en el silencio.
Sin decir nada, lo abrazó con fuerza, sus brazos rodeándolo como si pudiera grabar ese instante en su piel, como si pudiera detener el tiempo para que ese momento no se desvaneciera nunca. Su rostro se hundió en el hueco de su cuello, inhalando el aroma cálido y masculino de su piel, una mezcla de sudor y algo intrínsecamente suyo que la hacía sentir en casa.
—"Yo también te quiero, Gojo" —murmuró finalmente, su voz temblando con una emoción que apenas podía contener. Era una confesión sencilla, pero cargada de todo lo que eran: dos almas rotas que se habían encontrado en el borde del abismo.
Los brazos de Gojo se cerraron alrededor de ella con una urgencia que trascendía el deseo. No era solo posesión; era miedo. Miedo de que el mundo, cruel y despiadado, se la arrebatara como había hecho con tantas cosas en su vida. Hundió el rostro en su cabello, respirando su esencia como si quisiera memorizar cada detalle de ella: el calor de su piel, el latido de su corazón, la suavidad de sus mechones rojos que se enredaban en sus dedos. Era como si, al sostenerla, pudiera protegerla de todo lo que acechaba más allá de ese instante.
—"No voy a ir a ningún lado" —susurró Reika, su voz firme a pesar del temblor—. "Estoy aquí, contigo... Y siempre lo estaré."
Gojo alzó el rostro, sus ojos buscando los de ella. Por un momento, el mundo desapareció: las maldiciones, las batallas, el peso de sus destinos. Solo estaban ellos, suspendidos en esa promesa frágil pero inquebrantable. La besó de nuevo, pero esta vez no había arrogancia, no había desafío. Era un beso profundo, sincero, un vertido de todo lo que sentía y que las palabras no podían abarcar. Sus labios se movían con una ternura desesperada, como si quisiera grabar su amor en ella, como si cada roce fuera una súplica para que nunca lo dejara.
Cuando se separaron, sus frentes se apoyaron una contra la otra, sus respiraciones mezclándose en el aire fresco de la noche. Gojo deslizó una mano por su mejilla, su pulgar trazando la curva de su rostro con una delicadeza que contrastaba con su fuerza.
—"Eres mía, Reika" —dijo en voz baja, no con la posesividad de antes, sino con una certeza tranquila—. "Pero yo... yo soy tuyo. Siempre lo he sido."
Reika sonrió, sus ojos brillando con lágrimas que no se permitió derramar. En ese momento, no eran hechiceros, no eran guerreros. Eran solo Satoru y Reika, dos corazones que habían encontrado refugio en el otro, aun cuando el mundo amenazaba con separarlos.
Pero incluso mientras la sostenía entre sus brazos, su mente se debatía entre la razón y el instinto. Los pensamientos de lo correcto e incorrecto lo atormentaban. Las advertencias de Shoko resonaban en su cabeza, las prohibiciones tácitas que la lógica imponía sobre su corazón. Pero por primera vez en su vida, Gojo Satoru estaba amando a una mujer de una manera que escapaba de su control. Y no podía—no quería—detenerse.
Sus manos recorrieron su espalda con suavidad, asegurándose de que ella sintiera lo mismo que él.
Que, por primera vez, estaba dispuesto a bajar la guardia.
Que, por primera vez, tenía algo que temer perder.
Utahime y MeiMei: El precio de la verdad.
Utahime estaba sentada en la cafetería de la academia, removiendo el café en su taza con impaciencia. La frustración se reflejaba en cada uno de sus gestos, desde la forma en que apretaba los labios hasta cómo golpeaba suavemente la mesa con los dedos. Aún no podía superar lo del broche de Rin. ¡Se había confiado demasiado! Necesitaba pruebas, algo sólido, algo que fuera irrefutable.
Y sabía exactamente quién podía ayudarla.
No tardó mucho en aparecer. Mei Mei, con su andar elegante y su actitud despreocupada, se sentó frente a ella con una sonrisa calculadora.
—"Vaya, Utahime, qué honor que me llames. No eres del tipo que busca ayuda... a menos que estés en problemas."
Utahime suspiró, cerrando los ojos un instante antes de mirarla con determinación.
—"Quiero información sobre Gojo."
Mei Mei arqueó una ceja y apoyó el codo sobre la mesa, sosteniendo su mentón con la mano.
—"¿Por qué siento que esto es más personal que profesional?"
—"¡No lo es!"— replicó Utahime de inmediato, pero la sonrisa de Mei Mei le hizo saber que no se la creía en absoluto.
—"Oh, por favor. Sé que odias a Gojo, pero esto... esto es diferente. Esto es un caso de 'necesito pruebas porque algo me molesta demasiado como para dejarlo pasar'. Y eso significa que estás involucrada emocionalmente, Utahime."
La mujer apretó los dientes. Maldita Mei Mei y su capacidad para ver a través de todo.
—"Necesito pruebas... algo sólido"— murmuró, revolviendo su café con impaciencia.
Mei Mei, con su aire relajado y su sonrisa misteriosa, tomó un sorbo de su bebida y ladeó la cabeza.
—"Bien"— dijo finalmente —"Y me estás pidiendo a mí que haga el trabajo sucio, pero nada es gratis, querida."
—"Te pagaré bien"— soltó Utahime, con fastidio —"Sabes que él siempre borra cualquier rastro, nunca deja nada atrás." —Sacó un sobre de su bolso y lo deslizó sobre la mesa. Mei Mei lo tomó sin prisas, lo abrió y contó el dinero con la misma tranquilidad de alguien que estuviera leyendo un libro.
—"Hmm... No está mal."— dijo finalmente.
—"¿Entonces?"— presionó Utahime.
Mei Mei dejó su taza sobre la mesa y apoyó la barbilla en su mano.
—"Gojo es listo, pero todos cometemos errores"— dijo con una sonrisa.
Utahime se inclinó hacia adelante.
—"¿Qué harías tú en mi lugar?"
Mei Mei entrecerró los ojos y chasqueó los dedos, como si ya tuviera un plan en marcha.
—"Primero, hay que atacar su entorno más cercano. Sus alumnos, sus compañeros... alguien debe haber notado algo raro."
—"Ya intenté con Rin y fallé. Además, la maldita pelirroja nunca está en su habitación, es como si supiera que la estoy buscando."
Mei Mei rió suavemente.
—"Entonces probemos algo más... Si Gojo es tan cuidadoso, lo mejor es atraparlo con un error. Yo haría esto: infiltrarme en los sistemas de la academia y revisar las cámaras de seguridad. Tal vez haya algo comprometedor. Si no, siempre se puede manipular la información."
Utahime se quedó en silencio.
—"Eso... es ilegal."
Mei Mei se encogió de hombros con indiferencia.
—"¿Quieres atraparlo o no?"
Utahime apretó los dientes. Sabía que no tenía muchas opciones.
—"Está bien. Hazlo."
Mei Mei sonrió de manera calculadora.
—"Perfecto. En unas horas te daré noticias... Si hay algo interesante, lo sabrás."
Utahime cruzó los brazos con molestia. Sabía que Mei Mei se tomaría su tiempo, pero si alguien podía encontrar algo, era ella.
Mientras Mei Mei se levantaba para irse, lanzó una última mirada divertida.
—"Si descubro algo jugoso, quizás hasta te lo cobre con un extra. Pero tranquila... para ti haré una excepción. Solo un pequeño favor a cambio."
Utahime sintió un escalofrío en la espalda. Con Mei Mei, un 'favor' podía significar cualquier cosa.
—"No hagas nada estúpido, Gojo..."— murmuró para sí misma, sintiendo que cada vez estaba más cerca de atraparlo.
La apuesta más ridicula de la historia.
El atardecer teñía la academia de tonos naranjas y rosados, y el lugar estaba casi desierto. Era el momento perfecto.
Gojo sonreía con suficiencia mientras se ajustaba la blusa negra de Reika. La falda le quedaba un poco ajustada en la cintura, pero nada que no pudiera manejar. Mientras tanto, Reika vestía el uniforme de él.
—"No sé cómo me convenciste de esto..."— dijo él, acomodándose las medias hasta los muslos con una expresión de falsa resignación.
Reika, con una sonrisa traviesa, se cruzó de brazos.
—"Oh, vamos, un hombre de palabra cumple sus promesas. Dijiste que, si lograba golpearte, harías lo que yo quisiera."
—"Pero en mi defensa, nunca pensé que lo lograrías..."
—"Y lo hice. Así que, Gojo Satoru, más te vale correr como una buena niña de preparatoria."
Gojo suspiró dramáticamente y se puso una mano en la frente.
—"Qué humillación. El hechicero más fuerte reducido a esto. La historia me recordará como un hombre sin dignidad."
—"Corre o te quemo el trasero, Gojo."
Con una sonrisa pícara, él se lanzó a correr.
—"¡AAAAH, QUÉ VERGÜENZA!"— gritó en broma mientras avanzaba por los pasillos.
Reika lo siguió de cerca, riendo como una niña traviesa. Se sentía como si fueran dos adolescentes escapando de la vigilancia de los adultos, como si, por un instante, no fueran hechiceros enfrentando maldiciones todos los días.
De pronto, en medio de la carrera, Gojo tropezó con uno de los escalones y Reika lo alcanzó en un instante, sujetándolo por la cintura y girándolo en el aire.
—"¡Te tengo!"
Gojo cayó de espaldas al suelo, y Reika terminó sobre él, sus manos apoyadas a los lados de su cabeza. Ambos jadeaban, la adrenalina aún corriendo por sus cuerpos.
Gojo la miró fijamente y sonrió.
—"Oye, Reika..."
—"¿Sí?"
—"No sé si sentirme halagado o avergonzado de que me hayas derribado con tanta facilidad."
Ella soltó una carcajada y, sin previo aviso, le dio una nalgada fuerte sobre la falda.
—"¡Reika!"— exclamó él, fingiendo indignación.
—"Oh, vamos, no seas tan puritano. ¿No es lo que harías tú?"
Él la miró por un momento antes de sonreír.
—"Tienes razón, completamente mi estilo."
Ambos empezaron a reír, rodando en el suelo como un par de niños sin preocupaciones.
Reika se reincorporó del piso, con el uniforme de Gojo puesto, se cruzó de brazos y se acomodó las gafas redondas que había tomado de él. Luego, adoptó su sonrisa burlona característica y dijo en tono exagerado:
—"¡Soy el increíble Gojo Satoru! El hechicero más fuerte, el más guapo, el más irresistible. ¡Benditos sean mis genes!"
Gojo se reincorporó también, con la falda ajustada de ella, frunció el ceño y puso las manos en su cintura.
—"Oye, yo no hablo así."
—"Claro que sí"— respondió ella, inclinando la cabeza con una expresión arrogante —"¡Ay, miren! ¡Soy tan poderoso que nada me preocupa! ¡Ja, ja, ja, soy perfecto!"
Gojo se quedó en silencio por un momento, mirándola con los ojos entrecerrados. Luego, con una sonrisa astuta, se acercó a ella y se aclaró la garganta.
—"¡Oh, soy Reika! ¡Miren cómo mis llamas destruyen todo a mi alrededor porque no sé contenerme! ¡Qué trágica mi historia! ¡Qué rebelde soy!"
Reika le dio otra nalgada a Gojo, esta vez deslizándose bajo la falda, y cerró los dedos en torno a su nalga con firmeza. Él jadeó, dejando escapar un suspiro entre la sorpresa y el placer, pero no se movió.
Ella lo tomó como una invitación.
—"Vaya, qué buenas nalgas tiene la señorita Satoru", comentó entre risas, imitando su tono con descaro mientras sus dedos exploraban más allá de lo permitido.
Gojo se llevó una mano a la boca, exagerando una expresión avergonzada.
—"¡Por favor, soy una dama decente!", exclamó con voz melosa, encogiéndose de hombros con una coquetería burlona.
Pero Reika no se dejó engañar. Subió la mano con descaro, deslizándola más arriba, más cerca de su entrepierna.
—"Oh, ¿pero qué tenemos aquí? Esto no parece de 'señoritas'..." —murmuró con una sonrisa traviesa.
Gojo estalló en carcajadas, doblándose levemente hacia adelante, pero sin apartarse. —"¡Reika, qué manos más traviesas tienes! ¡Me estás acosando!"
Ella arqueó una ceja, mordiéndose el labio con fingida inocencia. —"No escucho quejas~".
Justo cuando su mano amenazaba con ir más allá, Gojo la atrapó con firmeza, sus dedos cerrándose alrededor de la muñeca de ella. Sus ojos, usualmente juguetones, brillaban con un desafío travieso.
—"Ah-ah, pequeña pirómana. Si sigues así, tendrás que hacerte responsable."
Reika soltó una carcajada y lo empujó con fuerza, haciéndolo tambalearse. Gojo, aún en su papel, se llevó una mano al pecho con dramatismo. —"¡Oh no, me han ultrajado! ¡Tendré que llorarle a Yaga!"
Ella rodó los ojos, cruzándose de brazos. —"Seguro te pondrá un castigo terrible... ¿Qué prefieres, lavar baños o quedarte a solas conmigo otra noche?"
Gojo inclinó la cabeza, sonriendo con ese brillo picaresco. —"Hmm... difícil elección, pero creo que elegiré la opción que me mantenga con la ropa puesta."
—"¿Seguro?" —Reika ladeó la cabeza con una sonrisa peligrosa.
Gojo la miró por un segundo y chasqueó la lengua. —"Tsk, eres una maldita tentación."
Reika rió, satisfecha con su victoria, mientras Gojo sacudía la cabeza, rindiéndose al divertido juego que solo ellos podían entender.
Entonces, antes de que ella pudiera reaccionar, la sujetó por la cintura con facilidad y la levantó del suelo como si no pesara nada.
—"¡Gojo, bájame!"— gritó entre risas, pataleando en el aire mientras intentaba zafarse.
Él sonrió con arrogancia, sosteniéndola sin esfuerzo, como si fuera un trofeo que acababa de ganar.
—"Lo siento, pero el hecho de que tenga falda no me quita mi título. Aún soy el hechicero más fuerte y hago lo que quiero."
Reika entrecerró los ojos, pero no pudo ocultar su sonrisa.
—"¿Ah, sí? ¿Y qué es exactamente lo que quieres hacer, 'señorita Satoru'?"
Gojo ladeó la cabeza, fingiendo pensarlo mientras la giraba en el aire con un movimiento innecesariamente teatral.
—"Hmm... Podría pasearte por todo el pasillo como mi nuevo trofeo. O... podría dejarte aquí arriba hasta que aceptes tu derrota."
Ella se removió en su agarre, intentando soltarse, pero él solo la sujetó con más firmeza, su risa vibrando contra su cuerpo.
—"Maldito..."— murmuró entre dientes, aunque en sus labios todavía bailaba una sonrisa.
Gojo bajó la cabeza hasta quedar peligrosamente cerca de su oído y susurró con una voz cargada de burla:
—"¿Vas a rendirte, Reika-chan?"
Un escalofrío le recorrió la espalda, pero se negó a darle la victoria. En lugar de eso, rodeó su cuello con los brazos y acercó sus labios a su oído.
—"¿Y si te muerdo?"— murmuró con un tono que sonaba más a una amenaza juguetona que a una pregunta.
Gojo abrió los ojos con sorpresa y luego soltó una carcajada.
—"¡Oye, eso es trampa!"
Reika sonrió con picardía.
—"Ah, pero tú empezaste el juego."
Gojo la observó por un segundo y luego, con un suspiro dramático, la bajó con cuidado hasta que sus pies tocaron el suelo. Pero antes de soltarla por completo, acercó su rostro al de ella con esa maldita sonrisa suya.
—"Bien jugado. Pero te advierto, la próxima vez no seré tan generoso."
Ella lo miró con desafío.
—"Entonces, espero con ansias la revancha."
Y con eso, le dio un leve empujón en el pecho antes de darse la vuelta, dejándolo ahí con su sonrisa de siempre, pero con la certeza de que el juego aún no había terminado.
La fotografía en la nube.
Kaito llevaba horas encerrado en la biblioteca, sumergido en libros y pergaminos, hasta que finalmente decidió que era momento de irse. Estiró los brazos, dejó escapar un bostezo y recogió su mochila con total calma. Como era el último en salir, había pedido las llaves a la bibliotecaria para cerrar cuando terminara.
Salió al pasillo, caminando con la misma despreocupación de siempre, cuando un sonido lo hizo detenerse.
Risas. Voces.
Levantó la mirada, curioso. Era tarde y casi nadie se quedaba a esas horas en el instituto, mucho menos con ese escándalo. Frunció el ceño, reconociendo la voz de Gojo.
—"¿El maestro...?"— murmuró, dirigiéndose hacia la fuente del ruido.
Dobló una esquina y lo primero que vio lo dejó sin palabras.
Reika y Gojo estaban en medio del pasillo, pero lo más llamativo era su vestimenta.
Gojo llevaba el uniforme femenino de Reika: la falda, la blusa, todo. Y Reika, con total descaro, vestía el uniforme de Gojo, con la chaqueta ligeramente desabrochada y las mangas dobladas.
Ambos estaban desordenados, con el cabello revuelto y respiraciones agitadas como si acabaran de librar una pelea... o algo peor.
Kaito parpadeó.
—"..."
—"..."
—"..."
Y entonces, sin poder evitarlo, sacó su celular y tomó una foto.
Click.
Gojo y Reika se congelaron al escuchar el sonido de la cámara.
—"No sé cómo silenciar este celular"— comentó Kaito, mirando la pantalla con una sonrisa entretenida.
Gojo sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—"Kaito..."— su sonrisa se tensó —"¿qué diablos estás haciendo aquí?"
—"No lo sé, ¿qué diablos hacen ustedes aquí?"— respondió Kaito con una risa ligera, alzando el teléfono. —"¿Por qué llevan los uniformes intercambiados? ¿Ser hechiceros de grado alto los ha vuelto locos?"
Gojo suspiró, llevándose una mano a la nuca.
—"No es lo que parece."
—"Parece que estaban a punto de hacer un desfile de modas, pero sin público"— bromeó Kaito.
—"Parece que estabas demasiado cerca de morir y aún no te diste cuenta"— replicó Reika con una sonrisa peligrosa, sus llamas negras danzando sutilmente en la punta de sus dedos.
Kaito se echó a reír.
—"Vamos, es una buena foto. Deberían verla."
Gojo, sin perder el tiempo, se movió con una velocidad sobrehumana y le arrebató el teléfono.
—"¡Ja! ¡Demasiado lento, Kaito!"— exclamó victorioso.
Pero Kaito solo sonrió con aún más diversión.
—"Nah, maestro, que anticuado, las fotos de mi celular se suben automáticamente a la nube, puedo verlas donde y cuando sea."
Gojo sintió cómo la desesperación le recorría el cuerpo.
—"Eres el maldito diablo."
—"Lo sé."
Reika soltó una carcajada y Gojo cerró los ojos un momento, conteniendo las ganas de desaparecerlo en ese instante.
Ahora tenían un problema... y su orgullo estaba en juego.
El juego sucio de MeiMei
Horas después de la reunión en la cafetería, Mei Mei estaba en su apartamento, con un par de monitores iluminando la habitación en penumbras. Frente a ella, una serie de archivos y accesos restringidos parpadeaban en la pantalla.
—"Veamos qué tenemos aquí..."— susurró para sí misma, sus dedos moviéndose con agilidad sobre el teclado.
Acceder a los registros de la academia Jujutsu no era un trabajo sencillo, pero para alguien como Mei Mei, que tenía contactos en todas partes, no era imposible. Se deslizó entre los sistemas de seguridad con una facilidad alarmante, escaneando los archivos de video de los últimos días.
Los primeros clips no mostraban nada fuera de lo común: alumnos entrenando, reuniones entre hechiceros, Gojo caminando despreocupado por los pasillos, siempre con sus típicas gafas y esa actitud confiada.
Pero entonces, un archivo llamó su atención.
—"Oh... ¿y esto?"— Mei Mei sonrió con malicia.
En la pantalla apareció un video de Gojo y Reika en un pasillo desierto de la academia. La imagen no tenía sonido, pero se podía ver claramente la forma en que él se inclinaba sobre ella con una sonrisa traviesa. Reika se cruzó de brazos, con una expresión entre molesta y divertida, y luego le dio un empujón juguetón.
—"Vaya, vaya... esto sí que es interesante."
Siguió observando, avanzando lentamente los fotogramas. Gojo apoyó su brazo sobre la pared, atrapando a Reika en un gesto que podría parecer casual... o no tanto. Luego, ella levantó la mano y le tiró de la venda en los ojos con una sonrisita desafiante.
Mei Mei se reclinó en su silla, disfrutando del espectáculo.
—"Utahime va a adorar esto."
Pero no era suficiente. Necesitaba algo más... algo que no dejara dudas.
Con un par de clics, rastreó más videos de los mismos pasillos, revisando en distintas horas del día. Y entonces encontró otro clip.
Esta vez, Reika y Gojo estaban en la azotea. La imagen era más borrosa, pero se veía claramente cuando ella se apoyaba en su hombro. Gojo sonreía de manera genuina, sin la burla habitual en su expresión. No era la sonrisa de alguien que estaba jugando... era algo real.
Mei Mei entrecerró los ojos.
—"Interesante..."— murmuró.
Si bien lo que tenía no era una prueba concluyente de nada indebido, sí era algo que Utahime podría usar para presionar.
Sonriendo, tomó su teléfono y marcó el número de Utahime.
—"Creo que tengo algo que te gustará..."
Utahime respondió de inmediato.
—"¿Qué encontraste?"
—"Digamos que nuestro querido Gojo tiene momentos en los que baja la guardia. No es suficiente para acusarlo de nada, pero sí para hacerlo sudar un poco."
—"Envíamelo."
Mei Mei soltó una pequeña risa.
—"Necesitaré más dinero del que me ofreciste."
Utahime chasqueó la lengua.
—"Está bien, ¿cuánto más? te haré la transferencia. Pero si esto no es suficiente, buscaré otra forma de atraparlo."
Mei Mei sonrió, divertida.
—"Esa es la actitud. Te envío el material en cinco minutos."
Colgó la llamada y se quedó observando la pantalla.
—"Gojo, querido... parece que las cosas se pondrán interesantes para ti."
Las cosas solo se volverían más complicadas a partir de ahora. ¿Cuánto tiempo podrían sostener su romance oculto antes de que el peso de la realidad los alcanzara? ¿Hasta dónde estarían dispuestos a llegar antes de quebrarse?
Ese... era un misterio que solo el tiempo revelaría.