Mi ALUMNA FAVORITA -CAP 6

Descripción de la imagen
Shimokawa. El peor equipo de todos.
🌙
Transferencia de Archivos.
Utahime tamborileaba los dedos contra la mesa con impaciencia. La transferencia de archivos de Mei Mei tardaba más de lo que su ansiedad estaba dispuesta a tolerar. Apenas su teléfono vibró, desbloqueó la pantalla con un gesto veloz y abrió el primer video.
Gojo y Reika, caminando por un pasillo, lo suficientemente cerca como para que no cupiera la excusa de una simple charla casual. Utahime entrecerró los ojos, con una chispa de satisfacción brillando en su mirada.
—"Te tengo, idiota..." —murmuró, dejando que una sonrisa torcida le curvara los labios.
Pero fue el segundo video el que hizo que esa sonrisa se borrara en seco.
En una azotea, Reika apoyaba la cabeza en el hombro de Gojo. Y él... él le sonreía. Pero no era esa sonrisa suya de siempre, la que usaba para burlarse, para molestar, para provocar. No. Era algo mucho más raro. Más... genuino.
Una expresión suave, casi vulnerable.
Utahime sintió un escalofrío subirle por la espalda.
—"No puede ser..." —susurró, con una mezcla de incredulidad y molestia.
Siempre había creído que Gojo solo se estaba divirtiendo con la chica. Un capricho más de su ego inflado, una irresponsabilidad más de su lista interminable. Pero esto... esto parecía otra cosa.
Sacó el teléfono de nuevo y le escribió a Mei Mei con los dedos tensos.
Utahime: Esto no es suficiente.
La respuesta no tardó.
Mei Mei: Oh, qué exigente. ¿Quieres más?
Utahime: Sí. Quiero una prueba definitiva.
Mei Mei: Eso te costará más.
Utahime: No me importa. ¿Qué sugieres?
Pasaron unos segundos eternos hasta que Mei Mei volvió a escribir.
Mei Mei: Si quieres algo realmente comprometedor, necesitas provocar la situación. Alguien tiene que estar ahí para observarlos... justo en el momento adecuado.
Utahime se mordió el labio inferior, cavilando.
—"Provocar la situación..." —repitió en voz baja, como saboreando la idea.
Sabía que Gojo no era tan tonto como para caer en público... al menos no sin un empujoncito. Pero también sabía que su exceso de confianza era su punto débil. Y si alguien podía ponerlo en una posición vulnerable... era alguien que estuviera dentro del círculo.
Alguien con motivación. Con resentimiento. Con algo que probar.
Rin.
La imagen de la chica le vino enseguida a la mente. Utahime había notado cómo se tensaba cada vez que se mencionaba a Reika, cómo se mordía la lengua y apretaba los puños. Después del incidente con el broche de pelo, seguro estaba desesperada por redimirse.
Perfecto.
Tomó su teléfono de nuevo y escribió con decisión.
Utahime: Nos vemos en la biblioteca cuánto antes. Tengo una propuesta para ti.
Se ajustó el uniforme con un movimiento firme y salió del salón con paso resuelto.
Esta vez, no iba a fallar.
Esta vez, iba a acabar con ese jueguito de una vez por todas.
Falsificación.
Mei Mei sonrió frente a las múltiples pantallas que adornaban su departamento. Sus dedos se movían con una precisión quirúrgica sobre el teclado mientras modificaba discretamente los registros de misiones del colegio Jujutsu. La clave estaba en no hacer demasiado ruido.
Una misión especial, nivel intermedio, área poco concurrida, cero supervisiones externas.
Objetivo: exterminar una concentración anómala de maldiciones.
Equipo sugerido: Satoru Gojo, Reika Kuromura, Rin Hazuki y Kaito Aoki.
Perfecto. Solo faltaba un detalle.
—"Yaga debe entregar esto personalmente..." —musitó, sin borrar la sonrisa. Presionó "Enter" y la información modificada se alojó en el sistema oficial del colegio.
Ahora solo era cuestión de tiempo.

Biblioteca del Colegio Jujutsu
Rin llegó con paso firme, como si la cita no le sorprendiera en absoluto. Su cabello corto y rosa reflejaba la luz tenue del lugar mientras se cruzaba de brazos, apoyándose con descaro contra una estantería.
—"¿Qué sucede, Señorita Utahime?"—soltó con una sonrisa ladeada y venenosa.
Utahime alzó una ceja. Sabía exactamente con quién estaba tratando.
—"Tengo una tarea para alguien que no tenga miedo de ensuciarse un poco las manos."
—"¿Sí? ¿de qué trata?" —Rin entrecerró los ojos—. "¿Tiene que ver con nuestro querido Gojo?"
Utahime asintió lentamente, dejando que el silencio hiciera su trabajo.
—"Muy pronto se le asignará una misión... modificada. Irá con Reika, contigo y con Kaito. Lo que necesito de ti es simple: observar. Seguirlo. Grabar cualquier cosa que se vea... inapropiada entre él y Reika. No interfieras, no cuestiones. Solo consigue la prueba."
Rin sonrió con los dientes apretados, como una loba que acaba de oler sangre.
—"¿Inapropiado? Por favor... si ese tipo sigue sonriendo así cuando la mira, me va a dar diabetes."
Se empujó de la estantería y caminó unos pasos, pensativa, luego giró de nuevo hacia Utahime.
—"Lo que hizo conmigo fue un chiste. Fingir que ni existo después de que me acerqué tanto... Ni una mirada, ni una burla, ni un maldito comentario sarcástico. Solo silencio. ¿Sabes lo que eso hace con una mujer como yo?"
—"Por eso te elegí." —respondió Utahime, firme—. "Tienes más motivación que nadie."
Rin sonrió con malicia, esa chispa peligrosa que hacía que uno no supiera si estaba a punto de ayudarte... o traicionarte.
—"Tranquila, sensei. Te voy a conseguir esa grabación. Y cuando esto explote, quiero estar en primera fila para ver cómo se le cae esa máscara de 'intocable'."
Utahime le sostuvo la mirada. Ambas sabían que estaban cruzando una línea... pero también sabían que ya no había vuelta atrás.
Despacho del Director.
Yaga hojeaba los documentos en silencio, como era costumbre. Su rostro era una muralla impenetrable; ni una sospecha, ni un gesto de duda. Justo lo que Mei Mei necesitaba. Él no era fácil de manipular... pero tampoco solía cuestionar lo que ya estaba asentado en los registros del sistema.
Gojo irrumpió en el despacho como una brisa caprichosa, cargada de ironía y energía, como siempre.
—"¿Me llamaste, Yaga? ¿Otra misión aburrida? ¿Otra maldición de grado especial con complejo de boxeador profesional?"
Yaga le extendió un expediente sin siquiera alzar la mirada.
—Prioridad media. Shimokawa. Hay actividad maldita inestable. Nada catastrófico... pero lo suficiente como para que limpies la zona.
Gojo arqueó una ceja mientras hojeaba los detalles con fingida desgana.
—"¿Reika, Rin y Kaito vienen conmigo? Vaya, suena más a viaje escolar que a misión."
Pero el nombre de Reika encendió una alarma en su mente.
¿Ella? Desde que fue ascendida a grado especial, casi no trabajaba en equipo. Solía recibir encargos sola o, a lo sumo, acompañada por otro de su nivel. ¿Por qué, entonces, asignarla a un grupo... y con él? La sospecha se deslizó como una sombra bajo su sonrisa.
—"No te relajas, Satoru" —advirtió Yaga, adivinando el brillo inquisitivo en sus ojos—. "Hay reportes de alteraciones en el flujo maldito del área. Quiero un informe completo a tu regreso. Sin adornos."
Gojo sonrió con desparpajo, doblando el informe con una soltura casi insolente.
—"Hecho. Estaré de vuelta antes de lo esperado como siempre. O antes de que empieces a extrañarme."
Yaga le lanzó una mirada de piedra. No dijo nada más.
Gojo salió del despacho silbando una tonada alegre, pero en su mente el silencio de Reika era un ruido que no lograba ignorar. No era estúpido, sabía que había algo extraño en esa misión, pero la única forma de averiguarlo era asistiendo a ella.
En el salón de clases.
Mientras en las sombras se tejía una trampa cuidadosamente orquestada por Mei Mei y Utahime, la rutina en el Colegio Jujutsu continuaba... al menos en apariencia.
Reika estaba sentada junto a Kaito. Demasiado cerca. Para su propio gusto... o mejor dicho, para su paciencia. Llevaba rato mirándolo con el ceño fruncido, esperando que al menos fingiera notar su mirada incendiaria. Pero él, como si nada, seguía garabateando monigotes en su cuaderno, como si estuviera en un recreo eterno.
Hasta que habló, sin apartar la vista del papel, con esa sonrisita que era una provocación con patas.
—"¿Vas a mirarme así todo el día?" —dijo con voz lánguida—. "Porque si va a ser así, puedes tomarme una foto y llevarme de fondo de pantalla. No cobro por eso... todavía."
Reika apretó los dientes. Sus manos, sobre la mesa, parecían listas para estallar.
—"Dame la maldita foto, Kaito. No te hagas el vivo."
Él alzó las cejas, como si acabara de recibir una declaración de amor.
—"¿La foto? ¿La de ustedes dos intercambiando uniformes? A ver..." —comenzó a contar con los dedos, teatral—. "¿La quieres en HD, con marco vintage, tipo polaroid? ¿Te la mando por WhatsApp, por correo... o prefieres Google Drive con acceso vitalicio?"
Reika gruñó. Literalmente. Las yemas de sus dedos empezaron a chispear con llamas negras, un aviso silencioso de la masacre inminente.
Kaito la miró de reojo, encantado del caos que había sembrado.
—"¡Bórrala de la maldita nube!"
—"Jajaja... Claro que no. ¿Sabes cuánto cuesta un Play10? ¿O un viaje a Disneylandia en temporada alta? Vamos, Reika... esa foto es mi pasaporte a la buena vida. Y todos sabemos que Gojo tiene la billetera para financiar mis sueños."
Reika se levantó de golpe y lo tomó de la chaqueta, acercándolo con fuerza. Sus ojos ardían, literal y figurativamente.
—"Te voy a pulverizar, Kaito."
Pero él, como siempre, no se inmutó. Le guiñó un ojo con la sonrisa intacta.
—"Tranquila, piromaniaca. Sería una pena que accidentalmente se filtrara esa fotito antes de que yo quiera... ¿no?"
Antes de que Reika pudiera freírle la cara ahí mismo, la puerta del aula se abrió de golpe. Gojo entró con ese paso relajado, como si no existiera la tensión en el aire.
—"¡Buenos días, Kaito! ¿Cómo estás, pequeño demonio?"
Se acercó con aire casual, rodeando los hombros del chico con su brazo. Su sonrisa era de cartón, pero sus ojos sabían exactamente con qué estaba lidiando.
Gojo sabía muy bien que Kaito tenía en su poder una foto lo bastante comprometedora como para arruinarle la carrera... o el ego. Una apuesta absurda, una falda de Reika, y una mala decisión.
—"¿Qué quieres entonces, pequeño demonio, para borrar esa maldita fotografía?"
Kaito se llevó la mano al mentón, disfrutando cada segundo.
—"Déjame pensar, Sensei..."
Reika no le dio tiempo. Se aproximó de nuevo y lo agarró de la chaqueta con un chispazo violento.
—"¡Piensa rápido o te quemo!"
Mientras hablaban entre sí, la puerta del aula se abrió con suavidad. Rin entró, frunciendo el ceño al notar la escena absurda que tenía delante: Gojo abrazando a Kaito con una sonrisa tensa, y Reika a punto de prenderle fuego al mismo chico.
—"Bue... buenos días" —saludó con cautela mientras se acercaba.
—"¿Sucede algo?"
—"Nada" —soltó Reika de inmediato, seca como una piedra en el desierto.
Gojo soltó a Kaito con lentitud, como si acabaran de terminar una danza extraña.
—"Te salvaron, eh..." —murmuró con una media sonrisa que no llegaba a los ojos.
Kaito, por supuesto, estaba en su elemento. Tener algo con lo que chantajear al mismísimo Gojo Satoru... no era cosa menor. Ni cotidiana.
—"A todo esto..." —dijo de pronto, elevando la voz con aire de villano de segunda categoría— "¿Te gusta usar falda? Gojo-Sensei... digo, quiero decir, Reika-chan!"
Silencio.
Gojo alzó una ceja. Su sonrisa seguía ahí, inamovible, pero su mirada se tornó helada. Cortante. Amenazante con elegancia.
—"Kaito..." —musitó, sereno como el filo de una katana— "Tienes cinco segundos para dejar de hablar, o pasarás el resto de la clase viendo mi Técnica Ilimitada en cámara lenta... sin pausa, ni volumen, ni esperanza."
Reika soltó un bufido, roja de furia contenida.
—"¡Dios! ¡Pero qué hijo de...!"
Kaito se encogió de hombros, satisfecho. Como un niño que acaba de incendiar un hormiguero.
Desde una esquina del aula, Rin los observaba en silencio. Entre sus dedos entrelazados, una sonrisa casi imperceptible. Algo no cuadraba. Demasiada complicidad, demasiada tensión. ¿Qué ocultaban? ¿Y por qué Reika, que solía ser una estatua emocional, estaba tan alterada?
Tomó nota mental. Como buena chismosa profesional, sabía que los mejores secretos nacían en días como ese.
La clase avanzó entre interrupciones, miradas peligrosas y silencios cargados de algo. Pero, finalmente, llegó a su fin.
Todos comenzaron a guardar sus cosas, hasta que la voz de Gojo los detuvo. Casual, despreocupada.
—"Reika, Kaito, Rin... ustedes tres, esperen un momento."
Se acercó con las manos en los bolsillos, el tono aún más ligero que antes, como si no acabara de amenazar a un estudiante con tortura sensorial.
—"Tenemos una misión. Nivel medio. Limpieza de rutina. Shimokawa. Nada emocionante... o eso dicen."
—"¿Quién más viene?" —preguntó Rin, ocultando mal su entusiasmo.
—"Yo, ustedes tres... y mi encanto natural."
—"Pff." —Rin rodó los ojos con una sonrisa.
Kaito levantó la mano como en una obra escolar.
—"¿Hay WiFi en ese lugar? Porque si no puedo subir historias en el campo de batalla, pierdo seguidores."
Gojo se volvió hacia él con una sonrisa tan brillante como falsa.
—"Si me haces quedar mal con un video, te entierro en Shimokawa con una sonrisa."
Kaito rió, pero ya no tan confiado.
Reika, en cambio, no rió.
Sintió algo.
Un nudo. Pequeño, apenas perceptible... pero firme. Not fear. Not anxiety. She knew those feelings. This was something else. Something cold. Like an invisible gaze resting on her from a very, very distant corner.
And she wasn’t about to back down.
En el pasilllo al atardecer.
El sol comenzaba a caer, tiñendo los ventanales del ala este con tonos ámbar y sombras largas. Los pasos de Reika resonaban suaves en el pasillo vacío. Sabía que él estaría allí. Siempre lo estaba.
Gojo estaba apoyado contra la pared, mirando el cielo como si pudiera leer el futuro entre las nubes. No volteó al oírla llegar, pero su sonrisa se encendió apenas percibió su presencia.
—"Llegas tarde." —murmuró, sin girarse.
—"Tenía que asegurarme de que nadie me siguiera." —respondió Reika, acercándose hasta estar a escasos centímetros de él.
Él la miró al fin. Esos ojos, ese tono. Solo con ella bajaba la guardia. Solo con ella dejaba de ser el hechicero más fuerte, para volverse simplemente... Satoru.
—"¿Qué pasa?" —preguntó, percibiendo la tensión en su mirada.
—"Lo sientes, ¿no?" —susurró ella, apenas audiblemente— "Esta misión no cuadra. No es como las demás."
Gojo asintió, serio por primera vez en días.
—"Sí... lo pensé cuando vi tu nombre en la lista. Te asignan sola desde que te dieron el rango especial. No tenía sentido que te metieran en un equipo mixto... y menos con novatos."
—"Y menos contigo." —agregó ella, alzando la mirada.
—"Exacto." —Gojo bajó la voz, acercándose más. Sus rostros apenas separados.
Por un instante, el mundo se detuvo entre ellos. Nadie los veía. Nadie debía saber.
—"Hay algo detrás de todo esto, Reika. Lo están maquillando como una simple limpieza de nivel medio, pero no lo es."
—"Entonces, ¿por qué aceptaste sin decir nada?" —susurró, herida.
—"Porque necesito saber qué quieren, qué buscan."
Ella cerró los ojos por un momento. Se le crispó el pecho. Quería abrazarlo, besarlo, gritarle que todo eso era una locura... pero no podía.
No aquí. No todavía.
—"¿Y ahora qué hacemos?"
—"Lo enfrentamos juntos." —dijo Gojo, firme— "Descubrimos qué hay detrás de esta misión, y si alguien quiere vernos caer... va a tener que intentarlo con todo lo que tenga."
Reika asintió, mordiéndose el labio. Su mano rozó apenas la de él. Un toque clandestino. Un gesto que decía más que mil palabras.
—"Confío en ti, como siempre. Te quiero, idiota."
Gojo sonrió de medio lado.
—"Ya lo sé. Pero gracias por repetirlo."
La campana sonó a lo lejos. Era hora de prepararse.
La misión los esperaba... y también la verdad que podría destruirlo todo.
Oficina de MeiMei-Una noche antes a la misión-.
La habitación estaba apenas iluminada por una lámpara de escritorio. Mei Mei contaba billetes con una lentitud deliberada, como si cada uno valiera su peso en secretos.
Frente a ella, Utahime permanecía de pie, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. No le gustaba estar ahí, pero el deber era más fuerte que su incomodidad.
—"¿Estás segura de esto?" —preguntó Utahime, en voz baja— "Podríamos estar empujándolos demasiado, quizás."
Mei Mei soltó una pequeña risa nasal, sin dejar de contar.
—"Tú pediste pruebas, ¿no? Pues las pruebas no caen del cielo, querida. A veces hay que... empujar un poco a los protagonistas para que se besen en el tercer acto."
Utahime suspiró.
—"Esto no es una telenovela, Mei Mei. Si los atrapamos, las consecuencias no serán lindas para ninguno de los dos."
Mei Mei alzó la vista con una sonrisa elegante.
—"Vaya, ¿estás cambiando de opinión, Utahime? Ambos sabían en lo que se metían. Gojo no es precisamente sutil. Y esa chica, Reika... No me malinterpretes, es bastante fuerte, pero los enamorados tienden a ser idiotas. Y los idiotas cometen errores."
Se acercó al escritorio y deslizó una carpeta con el itinerario alterado.
—"Rin está lista. Ya tiene el equipo. El celular hechizado, hechizos de ocultación... solo necesita una escena. Un descuido. Un roce. Un beso."
—"¿Y si no lo hacen?"
—"Lo harán." —afirmó Mei Mei, segura como una reina de ajedrez que ya ve el jaque mate— "Tarde o temprano, el corazón traiciona al deber."
Utahime bajó la mirada. Había aceptado esa misión para proteger el equilibrio. Pero no podía negar que algo de todo esto la incomodaba. Tal vez porque, en el fondo, envidiaba a Reika. O tal vez porque había una parte de ella que aún recordaba lo que era amar en secreto. En aquel video, no había visto a un Gojo jugando; vio una parte de él, desconocida y extraña incluso para sí misma, seria, ¿felicidad?
—"Y Kaito..." —murmuró Utahime— "¿Qué pasa si ese idiota descubre más de lo que debería?"
Mei Mei alzó una ceja.
—"Kaito es útil. Pero es como un mono con una granada: entretenido mientras no la suelte. Si se acerca demasiado... haré que la granada explote en otra dirección."
En Preparación. La misión Comienza.
En el punto de reunión, frente a la puerta principal del colegio Jujutsu, el grupo comenzaba a reunirse. El cielo nocturno teñía de oscuridad el ambiente, el frío se colaba en los huesos, un largo viaje los esperaba.
Kaito llegó primero, ajustándose los guantes de combate, intentando parecer más tranquilo de lo que realmente estaba. Reika apareció poco después, sin mirarlo siquiera, pero caminando lo suficientemente cerca como para que pareciera casual.
Todo era tensión, desde la fotografía que tenía Kaito en su poder hasta esta extraña misión junto a Gojo Satoru. ¿Para qué necesitaban a Gojo con ellos, o a ella misma? ¿Con dos novatos? Hace bastante tiempo ya no hacía equipo con Kaito y Rin, todo era un mar de confusión y dudas.
—"Compórtate normal, Kaito. No hagas ninguna estupidez," —murmuró ella sin mirarlo, apenas moviendo los labios.
—"Normal es mi segundo nombre," —respondió él con una sonrisita tensa.
Reika lo fulminó con la mirada. Si no fuera porque Rin se acercaba, probablemente lo habría incendiado en ese mismo instante.
—"Hola, parejita incómoda," —saludó Rin, con las manos en los bolsillos y una ceja arqueada—. "¿Todo bien? ¿O están discutiendo sobre quién de los dos se va a morir primero?"
—"Solo hablábamos de tácticas de ataque," —respondió Reika con una sonrisa tensa—. "Kaito cree que puede esquivar mis llamas. Pobrecito."
—"Es adorable verlo tan confiado," —añadió Rin con una sonrisa venenosa. No era tonta. Algo se cocinaba ahí.
—"¡Hey! No me traten como idiota, mis fans dicen otra cosa," —exclamó divertido.
Entonces apareció Gojo.
—"¡Ah, mis alumnos favoritos!" —saludó con una voz excesivamente alegre, gafas oscuras y una mano alzada como si estuviera posando para una foto grupal imaginaria—. "¿Listos para una salida escolar llena de maldiciones, peligro mortal y una probabilidad alarmantemente alta de traumas emocionales?"
Kaito levantó la mano.
—"¿Vamos a tener almuerzo incluido?"
—"No, pero si sobrevives, te dejo subir una historia a mis redes. ¿Eso cuenta?"
Rin soltó una pequeña carcajada, pero no quitó los ojos de Kaito y Reika.
Gojo los reunió a todos frente al portón. Sacó una carpeta algo arrugada de su bolsillo y la abrió con dramatismo exagerado.
Agitó la carpeta como si estuviera a punto de revelar los números ganadores de la lotería.
—"Muy bien, futuros mártires... perdón, exorcistas en formación," —corrigió con una sonrisa de dientes perfectos—, "tenemos una misión en Shimokawa. Actividad maldita de nivel medio. Suena aburrido, pero siempre hay margen para un apocalipsis, así que traigan muda de ropa."
Kaito se inclinó hacia Reika y susurró:
—"¿Creés que hay señal allá? Si me muero quiero dejar un TikTok programado."
Reika le respondió sin mirarlo:
—"Te entierro con tu celular, pero dentro del estómago."
Rin, que escuchaba con disimulo, fingió una expresión de simpatía maternal.
—"No peleen, niños. Van a asustar a las maldiciones con tanto drama prematrimonial."
Gojo, sin perder el ritmo, continuó leyendo el informe como si fuera una carta de amor.
—"Objetivo: localizar la fuente del flujo maldito, purificar si es necesario, y... evitar destruir propiedades municipales. El gobierno ya se quejó tres veces. Al parecer destruir estaciones de tren no está en el manual de 'limpieza delicada'."
—"¡Fue un accidente!" —protestó Kaito alzando una mano—. "¡La maldición me empujó!"
—"Claro, y el estadio también se cayó solo, ¿no?" —bufó Reika.
—"¡Eso fue otra vez! No mezcles mis tragedias, Reika."
Rin cruzó los brazos, divertida pero atenta. Su móvil, discretamente hechizado, estaba ya en modo grabación. Ella no era tonta: sabía que la clave era capturar la emoción... y con este grupo, no iba a faltar.
Gojo cerró la carpeta de golpe, con una reverencia innecesaria.
—"En fin, vamos a movernos. Carro encantado, mochilas listas, repelente para maldiciones puesto... ¡rumbo a Shimokawa!"
—"¿No hay briefing más serio?" —preguntó Rin, fingiendo una inocencia preocupada.
Gojo la miró con una sonrisa radiante.
—"Rin, querida... si quisieras un briefing serio, te hubieras ido con Utahime. Yo manejo estilo libre, improvisación artística... y a veces el caos."
—"Eso último es lo único creíble," —murmuró Reika.
Antes de que pudieran dar un paso más, Kaito se detuvo, levantando un dedo dramáticamente.
—"¡Un momento! ¿Quién eligió al conductor del carro? Porque la última vez, Reika condujo y terminamos atrapados en una barrera dimensional. Por ocho horas."
—"Fue culpa del GPS espiritual, no mía," —gruñó ella.
Gojo chasqueó los dedos.
—"Yo conduzco esta vez. Nada como dejar que el hechicero más poderoso del mundo conduzca un carrito escolar embrujado. ¿Qué puede salir mal?"
El grupo intercambió miradas. Muchas. Largas. Sospechosas. Rin activó el modo cámara secundaria, por si las dudas.
Y así, entre sarcasmos, dudas, risas nerviosas y una montaña de secretos sin resolver, el equipo partió hacia Shimokawa.
En Ruta.
El auto avanzaba por la ruta serpenteante que conducía a Shimokawa, el cielo repleto de estrellas que iluminaban el firmamento, los árboles oscuros, parecían simples sombras en el camino, como si el bosque entero sospechara algo.
Reika iba en el asiento del copiloto, con los brazos cruzados y la mirada perdida en la ventanilla. Gojo conducía con una soltura impropia de alguien que técnicamente no debería tener licencia. Kaito y Rin dormían en el asiento trasero, o al menos eso fingían.
—"No me gusta," —murmuró ella sin apartar la vista del paisaje.
Gojo no preguntó "¿qué cosa?". Él también lo sentía. El aire, el diseño de la misión, el grupo... todo olía a manipulación.
—"A mí tampoco," —respondió con un tono más grave que de costumbre. "La misión es una excusa. Nos están observando. Y no son maldiciones."
Reika giró lentamente la cabeza, bajando la voz hasta el susurro.
—"¿Averiguaste algo?, ¿Qué sospechas?"
Gojo asintió una vez, sin mirarla, concentrado en el camino.
—"Demasiadas coincidencias. ¿Tú y yo en el mismo equipo, después de meses de misiones individuales? ¿Rin, que rara vez sale de la escuela, de pronto asignada con nosotros? ¿Kaito con una foto comprometedora...?"
Hizo una pausa. Sonrió. Una de esas sonrisas finas, casi crueles, que usaba cuando se preparaba para hacerle jaque mate al mundo.
—"Esto es una jugada de Utahime seguramente, pero no está sola creo que Mei Mei la está ayudando con sus métodos 'elegantes'. Sólo tengo dudas, ¿Qué estarán planeando exactamente?"
Reika apretó los puños. Todo dentro de ella ardía. No por la amenaza... sino por el insulto disfrazado de estrategia.
—"¿Y qué vamos a hacer?"
Gojo finalmente la miró de reojo, con esa expresión tan suya: mitad burla, mitad promesa.
—"Vamos a darles espectáculo. Pero no el que quieren."
Volvió la vista al frente.
—"Vamos a separarnos en grupos. Tú con Rin. Yo con Kaito. Vas a vigilarla, ver si mueve algo raro. Si está grabando, si intenta comunicarse con alguien."
—"¿Y tú vas a cuidar a Kaito o a tu dignidad digital?" —dijo Reika, sin perder el sarcasmo.
—"Ambas. Aunque si el mocoso intenta extorsionarme otra vez, lo dejo atrapado en una barrera ilusoria hasta que cumpla treinta."
Reika no pudo evitar una sonrisa.
—"Treinta es mucho. ¿Y si lo dejamos hasta que le crezca algo de juicio?"
Gojo soltó una risa baja, contenida. Luego bajó aún más la voz, apenas audible entre el murmullo del motor y la respiración ajena.
—"No quiero que te expongas, Reika. Si las cosas se ponen feas, tienes permiso de desaparecer. Entiéndeme bien: yo puedo enfrentar esto solo."
Ella lo miró fijo, sin pestañear.
—"No. Lo enfrentamos juntos. Así como amamos en secreto, peleamos en silencio. Pero juntos."
Gojo frenó sutilmente el auto, como si ese momento necesitara un cierre.
—"Qué lío hermoso eres..." —murmuró— "Pero eres mía. Aunque el mundo no lo sepa."
Desde el asiento trasero, Rin entrecerró los ojos un poco más. Fingía dormir, pero grababa cada palabra con el alma... y con el teléfono oculto bajo su abrigo.
Shimokawa
El auto se detuvo al borde del pequeño pueblo de Shimokawa. Las casas tradicionales parecían dormidas entre los árboles, envueltas en una neblina que se deslizaba como una presencia viva. El aire olía a humedad, a tierra agitada por fuerzas invisibles.
Gojo bajó primero, ajustándose los lentes oscuros con una sonrisa despreocupada. Pero sus ojos —aunque invisibles— estaban afilados, atentos.
—"Bienvenidos al paraíso del turismo paranormal," —anunció con voz alegre—. "No hay WiFi, ni comida decente, pero hay muchas maldiciones. Un lugar perfecto para relajarse... si eres masoquista."
Kaito bajó después, mirando a su alrededor con una mueca de desagrado.
—"¿Dónde estamos? ¿En un episodio de terror rural? ¿Dónde están las cámaras ocultas?"
Rin lo siguió, estirando los brazos como si recién despertara de una siesta.
—"Este lugar tiene la vibra perfecta para una emboscada. O un asesinato ritual. O ambos."
Reika bajó por último, seria, su energía ya conectada con el entorno. Sintió el leve hormigueo del flujo maldito... sutil, pero persistente. No era como las otras veces. Nada lo era últimamente.
Gojo se plantó frente a ellos con la carpeta aún en mano. Su tono cambió, más firme. El líder, el maestro, el arma secreta.
—"Bien. Nos dividiremos en parejas. Rin y Reika, ustedes tomarán la zona norte. Hay reportes de actividad extraña en los almacenes abandonados. Kaito, tú vienes conmigo al sur. Vamos a revisar el viejo hospital."
—"¿Con usted? ¿En serio? ¿Esto es una prueba o un castigo?" —preguntó Kaito, cruzado de brazos.
—"Ambas," —sonrió Gojo, dándole una palmada en el hombro—. "Pero tranquilo. Si sobrevives, te firmo una selfie."
Rin no dijo nada, pero miró de reojo a Reika con ese gesto entre curiosidad e intriga. Su oportunidad estaba cerca.
Reika, por su parte, asintió con un gesto casi imperceptible. Iba a tener a Rin bajo observación directa. Una parte de ella temía que esto fuera justamente lo que sus enemigos querían... pero otra parte confiaba en que, si algo salía mal, Satoru lo sabría antes que nadie.
Gojo echó una última mirada al grupo.
—"Manténganse alerta, no bajen la guardia y... no mueran. Sería incómodo para el papeleo."
El grupo se dispersó, como piezas de un tablero que se empezaba a mover.
Desde las sombras, alguien ya estaba grabando.
Gojo y Kaito - Una charla en el bosque.
Habían caminado cerca de quince minutos entre árboles desnudos y estructuras abandonadas que parecían susurrar secretos olvidados. La niebla flotaba baja, colándose entre raíces rotas y escombros oxidados. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos del resto, Gojo se detuvo.
Se quitó los lentes con un suspiro largo, como quien ya está cansado antes de empezar.
—"Bien. Hora de hablar."
Su voz dejó de ser melodía. Era una línea recta.
Kaito alzó una ceja, jugueteando con una piedrita bajo su bota.
—"¿Así sin introducción, sensei? Qué poco poético. Me gusta."
Gojo se giró por completo. Ojos azules, duros como hielo recién roto. Lo miraban como quien ya sabe la respuesta, pero quiere oírla de tu boca.
—"Estoy siendo amable. Solo te lo preguntaré una vez. ¿Qué quieres, Kaito?"
Kaito se encogió de hombros con la calma fingida de un tipo que ya no sabe si está ganando o cavando su propia tumba.
—"No mucho. Solo tengo la foto. La guardo. No he hecho nada con ella. La veo de vez en cuando... como quien cuida una carta trampa."
Gojo entrecerró los ojos.
—"Una carta que puede destruir más que egos, ¿lo sabes, ¿no? No solo me arrastras a mí. También arrastras a Reika."
Kaito lo interrumpió con una sonrisa filosa.
—"Ah. Entonces te importa Reika."
Silencio.
Gojo no contestó. Solo dio un paso adelante. No alzó la voz. No apretó los puños. Pero la presión maldita que exhaló lo envolvió todo como un vendaval helado. Los árboles crujieron.
—"Escucha bien. Esto no es un juego. Si cruzas la línea, no tendré que mover un dedo. Este sistema se come solo a los que se creen más listos."
Kaito tragó saliva. Apenas un poco. Pero no se echó atrás. Tenía fuego, aunque no supiera si era suyo o un incendio prestado.
—"La tengo en la nube. Aunque rompas mi celular ahora mismo... no cambiaría nada."
Gojo lo observó un segundo más. Luego, para sorpresa de Kaito, bajó la tensión. No del todo. Solo lo suficiente para que se pudiera volver a respirar. Se puso las gafas y habló con una resignación extrañamente serena.
—"Está bien. Juega si quieres. Pero escúchame, Kaito. Si alguna vez ese juego tuyo pone en riesgo lo que a mí me importa... no seré tu enemigo. Seré tu prueba final. Y no vas a pasarla."
Kaito lo miró, esta vez con algo distinto en los ojos. Menos burla. Más reconocimiento.
—"No estoy buscando quemarme, sensei. Solo... quiero hacer algo que me haga sentir vivo. Antes de morir joven como todos los demás."
Gojo asintió despacio. No como quien concede, sino como quien entiende el fondo de una herida sin nombre.
—"Entonces elige mejor tus incendios. Y no juegues con fósforos prestados."
Ambos quedaron en silencio por un momento. Luego Gojo giró sobre sus talones y volvió a caminar, sin volverse.
Kaito lo siguió después de unos segundos, con una sonrisa más tenue y la sensación incómoda de haber tocado algo sagrado... sin querer romperlo.
Rivales Eternas.
El bosque de Shimokawa era un enjambre de árboles torcidos y sombras espesas. Cada paso sobre las hojas secas crujía como una advertencia. Reika y Rin avanzaban en silencio, como si el aire mismo temiera hablar entre ellas.
Sin previo aviso, una presencia maldita emergió del suelo con un rugido gutural. Tentáculos hechos de raíces y oscuridad rompieron la tierra.
—"¡Maldita sea!, ¡qué rápido!" —exclamó Rin, saltando hacia un lado mientras una rama deformada rozaba su pierna.
Reika no respondió. Sus ojos se encendieron con un brillo abrasador, y en un segundo, sus llamas negras surgieron como una marea infernal, carbonizando parte de la criatura.
—"¡Retrocede!" —ordenó, creando un muro de fuego que las protegió de otro ataque.
La maldición gritó un segundo antes de caer, envuelta en fuego maldito. Ambas respiraban con fuerza, sudor en la frente, la adrenalina aún vibrando en sus venas.
—"Nada mal," —dijo Rin con una sonrisa forzada, limpiándose la cara con el dorso de la mano—. "Aunque creo que es momento de reagruparnos."
—"Gojo está con Kaito. Están al norte," —respondió Reika, sin mirarla.
Rin ladeó la cabeza, su tono cambiando apenas, como quien deja caer veneno en una copa de vino.
—"¿Y no crees que sería útil que vayas tú sola a verlos? Ya sabes... por si necesitan apoyo personalizado."
Reika la miró. Ni una sonrisa. Ni una palabra.
—"No tiene sentido dividirnos."
—"Oh, vamos." —Rin rió con una dulzura venenosa—. "Seguro él también quiere verte. Se notó la última vez que te habló. Casi parecía un humano enamorado."
El silencio se hizo más espeso.
—"Está ocupado con Kaito. Esta no es una excursión romántica."
—"Pero podría serlo..." —susurró Rin, dando un paso más cerca—. "Si alguien capturara el momento justo, ¿no crees? Algo... espontáneo."
El pulso de Reika se aceleró. Lo entendió. Lo sabía. No era solo rivalidad. Era un plan. Una trampa. Una jodida trampa con una cámara lista.
Sus ojos se desviaron por una fracción de segundo hacia el bolsillo interior del abrigo de Rin.
—"¿Sabes qué?" —dijo con una sonrisa helada—. "Voy a revisar ese claro de allá. No vaya a ser que nos sorprenda otra maldición mientras tú piensas en telenovelas."
Rin giró la cabeza para mirar el claro. Solo un segundo.
CRACK.
El sonido fue preciso. Y el olor a quemado lo confirmó todo. Cuando Rin se volteó, su celular estaba en el suelo. Chamuscado. Roto. Inservible.
—"¡¿Qué demonios?!" —gritó, agachándose desesperada a recoger los restos.
Reika se cruzó de brazos, la sonrisa apenas curvando sus labios.
—"Mis llamas son... temperamentales. A veces se lanzan solas. Caprichosas, como la gente que no sabe guardar secretos."
—"¡Lo hiciste a propósito, maldita lunática!" —bufó Rin, con los ojos llenos de furia.
—"¿Y tú qué pensabas hacer? ¿Sacarme una foto con Gojo? ¿Subirla al grupo? ¿Matarme con rumores, ya que no puedes hacerlo en combate?"
Rin se quedó de pie, tiritando de rabia. Pero sin pruebas. Sin testigos. Sin nada.
—"No vas a ganar siempre, ¿sabes?" —susurró, la voz cargada de veneno.
—"No necesito ganar siempre." —Reika le sostuvo la mirada, firme como una montaña—. "Solo necesito ganar cuando importa."
Y sin decir más, giró sobre sus talones, avanzando hacia la espesura con sus llamas danzando en la punta de los dedos, dejando a Rin tragándose el humo de su propia frustración.
El sendero era angosto, envuelto en una niebla espesa. Las ramas secas crujían como huesos bajo sus botas, pero lo más peligroso no venía del bosque. Venía del silencio entre ellas.
Rin caminaba detrás de Reika con esa sonrisita venenosa que usaba cuando estaba por clavar un puñal.
—"¿Sabes? Para alguien que dice que no pasa nada con Gojo, te pones muy nerviosa cada vez que lo menciono."
Reika se detuvo. Giró con una calma tan fría que el bosque pareció contener el aliento. Las brasas de su técnica se encendieron como si el odio tuviera temperatura.
—"¿Y quién te ha dicho que tengo algo que negar?"
Rin se cruzó de brazos, orgullosa como quien lanza la última carta.
—"¡Yo los vi! Ese beso al aire que él atrapó como si fuera lo más natural del mundo. ¿Qué fue eso? ¿Una escena eliminada del final feliz?"
Reika dio un paso al frente, y el suelo crujió bajo su bota como un presagio. El fuego negro subía por sus brazos como serpientes de sombra.
—"¿Sabes, Rin? Todo lo que dices es cierto, tus sospechas son ciertas. Sí. Estoy con él. Y no, no fue un error. No fue un juego de adolescentes ni un capricho. Nos amamos. Y si alguien—cualquiera—intenta meterse entre nosotros... lo voy a quemar."
Rin parpadeó. La sonrisa se borró.
—"¡Qué descarada eres por confesarlo así! ¡¿Sabes que eso está prohibido?! ¡Maestros y alumnas! ¡Los que se van a quemar son ustedes!"
—"Me importa una mierda."
—"¿Y si me meto? ¿Si le digo al director Yaga? ¿Vas a matarme, Reika?"
—"Si me obligas a hacerlo... sí... he matado bichos menos horribles que tú."
Rin soltó una carcajada dura, sin humor.
—"¿De verdad crees que me das miedo? He entrenado con maldiciones más fuertes que tú. He peleado con cosas que ni puedes imaginar. Tú solo eres una niñata con problemas emocionales y fuego bonito."
—"¿Quieres comprobarlo?"
La explosión fue inmediata. Rin lanzó su técnica: cuchillas malditas que surcaron el aire como relámpagos envenenados. Reika levantó una mano, y las llamas negras devoraron el ataque sin esfuerzo. Como si fueran plumas ardiendo.
—"¡Perfecto! Vamos a terminar lo que dejamos pendiente en el instituto."
Rin rugió y se lanzó al frente. Técnicas malditas chocaban, tierra volando, árboles desgarrados, el aire vibrando por la presión. Cada golpe tenía historia. Cada fuego, una herida. Cada cuchilla, una envidia.
Y como si el mundo quisiera sumar leña al fuego... llegaron las maldiciones.
Emergieron del suelo, de los árboles, del aire. Atraídas por el poder, por el odio, por la furia.
—"¡Atrás!" —gritó Reika, y una llamarada negra barrió el suelo, consumiendo dos espíritus en segundos.
Una criatura se lanzó sobre Rin desde un árbol. Reika, sin detenerse, la empujó y lanzó una esfera comprimida de fuego oscuro. El grito del monstruo fue breve antes de desaparecer en llamas.
—"¡¿Estás loca?!" —gritó Rin, jadeando, el pelo chamuscado y sangre en el labio.
—"¡Estoy cansada de tus malditas intrigas!"
Y siguieron. Chispas. Choques. Gritos. El bosque ardía.
A lo lejos, a cien metros, Gojo alzó la cabeza mientras Kaito seguía parloteando sobre quién ganaría en una pelea entre pandas y pilotos de mecha.
—"Y sinceramente pienso que los pandas tienen ventaja, ¿quieres saber por qué?"
Gojo entrecerró los ojos. Sonrió. Pero no era su sonrisa de siempre.
—"Qué lindas. Van a matarse antes de que lo haga una maldición..." —Y desapareció con una ráfaga de viento dejando a Kaito hablando solo.
—"Es porque los pandas, bueno, son pandas y... ¿Eh? ¿Sensei?" —Se preguntó mirando a los lados— "¿Habrá ido al baño?"
Cuando llegó, el campo era un cuadro apocalíptico. Árboles quemados, cráteres, vapor, cenizas en el aire... y en medio de todo, Rin y Reika: heridas, temblando, respirando como si hubieran corrido una guerra entera.
Gojo apareció entre las brasas, con las manos en los bolsillos y una sonrisa torcida.
—"Bueno... ¿me perdí la noche de chicas o estaban decidiendo quién se queda con mi foto autografiada?"
Rin escupió sangre y se limpió la boca con el dorso.
—"¡Esta lunática me atacó!"
—"No mientas," —resopló Reika—. "Tú lo empezaste."
Gojo las miró como si estuviera evaluando si valía la pena seguir siendo guapo en un mundo así de tonto. Luego suspiró, resignado.
—"Miren... sé que soy irresistible, pero hay formas más civilizadas de resolverlo. Un piedra, papel o tijeras. Un duelo de karaoke. Una encuesta en Twitter. Algo."
Reika bajó la mirada, aún temblando. Rin solo tragaba veneno en silencio, con los ojos encendidos de rencor.
Gojo lo entendió todo. Había mucho más ahí. No era una simple pelea de campo.
Era guerra emocional.
Pero esa guerra... tendría que esperar.
—"La misión no ha terminado," —dijo con voz firme, su tono cambiando como una puerta que se cierra—. "Y si no lo hacen por mí, háganlo por los civiles que no tienen a quién protegerlos. Luego se odian con calma."
Y sin esperar respuesta, giró sobre sus talones.
Silencio.
Reika y Rin se miraron una última vez.
Y caminaron detrás de él, con los puños cerrados y los corazones a punto de explotar.
Fin de la misión.
El último grito maldito se desvaneció en el aire. El bosque, antes cargado de energía putrefacta, ahora estaba en silencio. Solo quedaban brasas humeantes, restos calcinados y una tensa calma entre el grupo.
Gojo se pasó una mano por el cabello mientras miraba alrededor. Kaito tenía una ceja partida y una sonrisa en los labios. Rin se cruzaba de brazos con el ceño fruncido. Reika apenas podía ocultar su enojo, con algunas brasas negras todavía chispeando en la punta de sus dedos.
—"Bien," —dijo Gojo, rompiendo el silencio— "el área está limpia. Pero ustedes..."
El tono cambió. Por primera vez en la jornada, sonaba serio.
—"...vamos a tener una charla."
El grupo se reunió en un claro del bosque. Gojo los miró uno por uno, sin sus típicas bromas ni su sonrisa burlona.
—"He llevado a muchos estudiantes a misiones. A muchos," —empezó, con las manos en los bolsillos— "algunos lloraban, otros se orinaban encima, otros se enamoraban del enemigo... Pero nunca, jamás, había tenido un grupo tan problemático como ustedes tres."
Nadie dijo nada.
—"No se puede dar la vuelta sin que estén apuñalándose por la espalda, literal o figuradamente. ¿Qué les pasa?" —su tono fue subiendo, no gritaba... pero dolía.
—"¿Es algún tipo de competencia a ver quién se hunde primero? ¿O simplemente disfrutan joderse la vida unos a otros mientras yo intento que no terminen muertos?"
Rin bajó la mirada, apretando los dientes. Kaito chasqueó la lengua y desvió la vista. Reika no dijo una palabra, pero el fuego en sus ojos no se había apagado del todo.
Gojo los miró un segundo más. Sus gafas brillaron cuando dio un paso al frente.
—"No me importa si se odian. No me importa si se quieren matar. Lo que sí me importa es que cada vez que los saco de esas cuatro paredes, tengo que jugar al niñero con armas nucleares."
Silencio.
—"Este no es un colegio normal. Aquí la gente muere por errores, por egos, por tonterías como las que están haciendo. Y si alguno de ustedes cree que puede seguir así... se va a quedar fuera de la siguiente misión. O peor, en una bolsa negra."
La amenaza era clara. Venía de Gojo, y él no decía cosas así a la ligera.
—"Así que, de ahora en adelante, se comportan. O no me va a temblar el pulso para dejarlos atrás."
Dicho eso, dio media vuelta. Caminó unos pasos antes de detenerse.
—"Los espero en la salida del bosque. No tarden."
Desapareció entre los árboles.
El silencio quedó entre ellos como una segunda maldición. Nadie habló. Solo se miraron de reojo. El ambiente era una bomba de tiempo.
Finalmente, Kaito fue el primero en moverse.
—"Bueno... ¿alguien más sintió que papá nos gritó por romper la vajilla?"
Rin soltó una exhalación entre dientes. Reika simplemente caminó en silencio.
Y así, cada uno detrás del otro, empezaron a caminar hacia la salida de Shimokawa, con la certeza de que el verdadero problema... aún no había terminado.
Saliendo del bosque.
El aire se volvía más fresco conforme descendían entre los árboles. Las hojas crujían bajo sus pasos, pero el silencio entre ellos pesaba más que el camino. No era incómodo. Era reflexivo. Como si las palabras de Gojo aún colgaran en las ramas, susurrando que algo tenía que cambiar.
Kaito, con las manos en los bolsillos y la cabeza baja, caminaba justo al lado de Reika. Sus ojos la espiaban de reojo, midiendo el momento.
Hasta que se decidió.
—"Oye, Reika..."
Ella lo miró de inmediato. Seria. Inmutable.
—"Disculpa. Siento que... lo que dijo Gojo es cierto. Somos el peor grupo."
Rin, que venía detrás, detuvo un segundo el paso. Fingió indiferencia, pero el golpe le rozó directo en la dignidad. Bajó la mirada y apretó los labios, tragando su orgullo como si fuera veneno.
Reika soltó un suspiro. No de fastidio, sino de agotamiento. Como quien finalmente acepta que la pelea no vale la pena.
—"Sí... lo somos. El peor grupo."
Kaito rió, bajito. Una risa que mezclaba resignación y un poco de vergüenza.
—"Mira, hay algo que tengo que decirte. Sobre la foto..."
Reika se detuvo en seco. Lo fulminó con la mirada.
—"¿Qué pasa con la maldita foto?"
—"Bueno... si de verdad va a traer tantos problemas... la borraré. Lo juro." —Levantó ambas manos como escudo— "Lo de la falda fue un chiste, lo admito. Muy gracioso. Pero no vale arriesgar tanto por eso."
Ella lo observó un momento... y luego asintió.
—"Gracias."
—"Aunque..." —añadió Kaito, alzando una ceja— "Sigo sin entender por qué Gojo estaba usando tu uniforme. O sea, la imagen es arte moderno. Alto meme."
Rin entrecerró los ojos.
—"¿Gojo usa falda?"
—"No solo eso," —asintió solemnemente— "tiene mejores piernas que tú."
—"¡IDIOTA!" —gritó Rin, y le lanzó un manotazo que le rebotó en el brazo como castigo divino.
Pero la risa fue inevitable.
Primero una carcajada suelta de Kaito, luego una risa corta y sorprendida de Reika. Rin intentó mantenerse seria... pero terminó soltando una risa entre dientes, negando con la cabeza como si estuviera resignada a su destino con estos dos.
El humor no borraba el dolor, pero aligeraba el peso.
Y por un rato, caminaron como si el bosque ya no estuviera maldito, como si solo fueran adolescentes, saliendo de una detención escolar por hacer explotar el laboratorio.
Hasta que llegaron al final del sendero.
Allí estaba Gojo, apoyado contra un árbol como si hubiera estado posando para una revista de moda masculina: brazos cruzados, gafas reflejando la luz, que comenzaba a aparecer en el cielo, y una sonrisa imposible de leer.
—"Ah, pero miren quiénes llegaron sin matarse entre sí." —dijo, con voz melodiosa y sarcástica— "Estoy francamente impresionado. Pensé que tendría que recoger uno o dos cadáveres en el camino."
Los tres bajaron un poco la mirada. No era culpa. Era reconocimiento.
Gojo se empujó con un pie y se acercó con calma, estirando los brazos como si acabara de salir de una siesta.
—"Felicidades, muchachos. Oficialmente dejaron de ser el grupo más problemático que he tenido... para convertirse en mi grupo más dramático. Me siento como en una telenovela mal escrita. Solo falta que alguien revele que tiene un hermano gemelo malvado."
Reika se adelantó y le habló con voz baja.
—"Kaito dice que eliminó la foto. Mejor dicho... que jamás existió, Sensei."
Gojo levantó una ceja. Sonrió, lento. Ese tipo de sonrisa que haría temblar a cualquier adulto responsable.
—"¿Ah, sí?"
Se giró hacia Kaito, y la sonrisa se transformó en algo peligrosamente divertido.
—"La próxima vez que tengas una idea brillante, te encierro con Yaga una semana para clases privadas de moral, etiqueta, y cómo no ser un completo desastre."
Kaito se empalideció como si acabara de ver a una maldición de grado especial sonriéndole.
—"¡NO! ¡Por favor! ¡Prefiero enfrentarme a Sukuna con un palo de escoba antes que eso!"
Gojo soltó una carcajada honesta, ligera, despreocupada. Como si finalmente pudiera respirar.
—"Eso pensé."
Luego los miró. Uno por uno. Su rostro se suavizó, sin perder su ironía.
—"Vamos. Volvemos a casa. No quiero pasar otra noche en este bosque que huele a maldición rancia y trauma juvenil."
Y así, el grupo más disfuncional, explosivo y emocionalmente caótico del Colegio Jujutsu emprendió el regreso. Seguían rotos, sí. Pero ahora se escuchaban. Se entendían un poco más.
Y a veces, solo a veces... eso es suficiente para sobrevivir un día más.
Oficina de Gojo. Dias después.
El sol apenas comenzaba a colarse por las ventanas, proyectando líneas doradas sobre el escritorio de roble. Gojo estaba sentado, en silencio, hojeando sin mirar unos papeles. Sabía que no importaban. Lo importante estaba por entrar.
Y no se hizo esperar.
Tac, tac, tac.
Los pasos de tacones se acercaron con ritmo lento y seguro. La puerta se abrió sin anuncio previo. Mei Mei cruzó el umbral como si la oficina le perteneciera, con esa sonrisa sutil y ese aire de realeza que la rodeaba incluso en silencio.
—"Buenos días, Gojo. ¿Me extrañaste?" —preguntó con suavidad, sentándose sin pedir permiso frente a él.
Gojo no levantó la vista de inmediato. Solo exhaló despacio, como si intentara espantar un mal presentimiento.
—"Sabía que vendrías... aunque, honestamente, pensé que lo harías antes. ¿Te costó encontrar una excusa creíble o estabas demasiado entretenida mirando el desastre?"
Finalmente levantó la vista. Su sonrisa ladeada, tan habitual como irritante.
Mei Mei se acomodó un mechón tras la oreja y apoyó los codos con elegancia sobre el escritorio, entrelazando los dedos bajo la barbilla.
—"Digamos que estaba ocupada... contando billetes. Ya sabes, después de una buena inversión, hay que asegurarse de que el retorno valga la pena."
Gojo entrecerró los ojos detrás de sus lentes. Estaba harto de los rodeos, pero sabía que Mei Mei no jugaba en su mismo tablero. Ella diseñaba el tablero.
—"Así que fuiste tú. Lo de la misión en Shimokawa. El 'reordenamiento' de Reika. Imagino estás ayudando a Utahime en todo esto, ¿verdad?"
—"Por favor" —lo interrumpió con una sonrisa educada—, "Utahime es encantadora, pero ingenua. Le di exactamente lo que podía manejar. Tú, en cambio..."
Se inclinó apenas hacia él, dejando que su voz bajara un tono.
—"Tú tienes la billetera adecuada para cosas más... delicadas."
Gojo apoyó los codos sobre el escritorio, imitando su postura, pero con menos gracia y más cansancio.
—"¿Y qué cosas tienes exactamente?"
Mei Mei sonrió. Despacio. Como el filo de una navaja que se desliza sin que te des cuenta.
—"Oh, vamos... no me subestimes. Cámara oculta en la biblioteca, sensores térmicos en el gimnasio en construcción, micrófonos activos en tu oficina... Lo justo para un buen thriller romántico. Incluso tengo uno o dos clips que podrían ser considerados... material exclusivo para adultos."
Gojo frunció los labios. El silencio que siguió fue más denso que una maldición sellada. Cuando habló, su voz era grave. Fría.
—"Estás cruzando una línea peligrosa, Mei Mei."
Ella se encogió de hombros, como quien comenta sobre la temperatura del té.
—"Yo no soy la que se mete con una alumna en lugares comprometedores. Solo soy... la distribuidora."
—"Y tranquilo, no tengo intención de arruinarte la carrera. A menos, claro, que dejes de pagar."
Gojo ladeó la cabeza. Esta vez, su sonrisa no tenía nada de amable.
—"¿Cuánto?"
Mei Mei sacó un sobre del bolso de mano y lo dejó sobre el escritorio con un golpecito apenas audible.
—"Primera cuota. Considéralo un precio de amigo."
Gojo no tocó el sobre. Solo la observó, como si intentara calcular cuánto veneno cabía en una sonrisa.
—"¿Y si decido no jugar tu jueguito?"
Mei Mei se levantó con elegancia, alisando la falda con ambas manos.
—"Entonces Utahime recibirá un paquete más completo. Y puede que alguien más también... Yaga, tal vez. O Nanami, si quieres un escándalo con valores éticos. Aunque lo más divertido sería..."
Se inclinó ligeramente, dejando caer la voz como una amenaza disfrazada de susurro:
—"...el Consejo."
Gojo no respondió. Solo apretó los nudillos sobre el escritorio. Ella lo sabía. Siempre lo sabía.
—"Tranquilo, Gojo" —añadió, ya de pie, girándose hacia la puerta—. "No estoy en tu contra. Solo estoy... a favor de mis intereses. Y tú tienes algo que me interesa mucho."
Gojo la siguió con la mirada mientras salía. Justo antes de cerrar la puerta, Mei Mei se giró una última vez. Su mirada era gélida bajo una máscara encantadora.
—"Ah, y dile a tu linda estudiante que tenga más cuidado con dónde se entrega. El amor es hermoso... pero el sistema no perdona."
Cerró la puerta con suavidad, dejando tras de sí el rastro de perfume caro y chantaje envuelto en terciopelo.
Gojo se dejó caer contra el respaldo, se cubrió el rostro con las manos y soltó un largo suspiro.
—"Maldita bruja elegante..."