MI ALUMNA FAVORITA -CAP 7

TITULO
🌙
Oficina de Gojo.
El reloj marcaba las diez con veintidós.
Pero Gojo no lo veía.
Estaba hundido en su silla, con la cabeza reclinada hacia atrás y los lentes a medio caer sobre el puente de la nariz. Tenía los ojos abiertos, clavados en el techo como si allí estuvieran escritas las respuestas... o al menos la ruta de escape.
Mei Mei.
Sabía que no jugaba. No dejaba cabos sueltos. Si había aparecido en su oficina con una sonrisa de terciopelo y una amenaza vestida de perfume caro, era porque ya lo tenía atrapado desde antes de que todo comenzara.
"Jugué a ser joven, rebelde... y enamorado," pensó. "Y lo peor de todo es que no estaba jugando."
Se pasó una mano por la cara. La imagen de Reika —mirándolo en la oscuridad del bosque, con esa mezcla de fuerza y miedo— lo golpeó en el pecho.
No era una broma. No para él.
Y por eso todo se estaba desmoronando.
El sonido seco de unos pasos rompió la quietud como un cristal. Gojo no se movió. Sabía quién era.
La puerta se abrió sin que él la invitara.
—"¿Te molesto?" —preguntó Utahime desde el marco, cruzando los brazos.
—"Siempre lo haces, pero curiosamente nunca te lo digo." —Gojo no levantó la cabeza. Solo la giró un poco hacia ella, sin borrar el cansancio de la voz.
Utahime cerró la puerta tras de sí. Se acercó despacio, sin los típicos regaños, sin ese aire de autoridad herida que solía traer cuando se trataba de él.
—"¿No vas a fingir que todo está bien?" —preguntó mientras se sentaba frente al escritorio.
Gojo levantó finalmente la mirada. Se quitó los lentes y los dejó sobre la mesa con un golpeteo suave. Sus ojos, por primera vez en mucho tiempo, no tenían rastro de burla.
—"¿Tendría sentido intentarlo contigo?"
—"No." —respondió ella, directa.
El silencio entre ambos no era incómodo. Era una pausa que hablaba más de lo que cualquiera se animaba a decir.
—"Vi el video," —dijo ella al fin.
Gojo entornó los ojos, sin sorpresa.
—"¿Te reíste? ¿Lloraste? ¿Mandaste palomitas?"
—"No. Me preocupé."
Eso lo sacó del molde. Gojo bajó la vista un segundo, luego la sostuvo de nuevo.
—"Utahime, si viniste a decirme que estoy rompiendo reglas, créeme, ya tengo suficientes abogados internos gritándome."
Ella negó con la cabeza.
—"No vine a hablarte como maestra. Vine como amiga, bueno, te conozco y me preocupa lo que vi."
Un leve fruncir de cejas en Gojo. Eso sí era nuevo.
—"Mei Mei te está apretando, ¿cierto?" —dijo Utahime, sin rodeos.
Gojo rió, pero sonó seco.
—"A su manera. Como una serpiente enroscada en un lingote de oro."
—"Y aún así, no te arrepientes." —dijo Utahime, más como afirmación que como pregunta.
Gojo no respondió de inmediato. Miró sus propias manos, abiertas sobre el escritorio. Luego las cerró con fuerza.
—"No."
—"No era un juego, ¿verdad?"
—"No."
El eco de su voz fue más fuerte que cualquier grito.
Utahime lo observó. No con juicio. Sino con algo que, tal vez, se parecía demasiado a compasión.
—"¿Sabes? En parte te comprendo... sé que debe ser difícil, al principio también asumí que estabas jugando, ya sabes, tú eres así, inflando tu ego con una estudiante, con una chica sin mucha experiencia, al fin y al cabo, es adolescente aún."
Gojo no dijo nada.
—"Cuando vi el video en la azotea del instituto, lo comprendí, no estabas jugando, probablemente ella tampoco."
Él cerró los ojos un instante. Como si cada palabra lo golpeara con una mezcla cruel de alivio y terror.
—"Y dime, Gojo... ¿vale la pena?"
Abrió los ojos. Se quedó mirándola, largo.
Y entonces, por primera vez, dejó que una parte de sí mismo hablara sin sarcasmos, sin máscaras.
—"Nunca pensé que me preguntaría eso. Pero sí." —exhaló— "Maldita sea, sí. Y eso es lo que me jode más."
Utahime asintió despacio. Luego se levantó.
—"Solo ten cuidado. No por ti. Por ella también."
—"Siempre."
Ella caminó hacia la puerta. Antes de salir, se detuvo.
—"Y si necesitas que alguien te cubra... o que le dé un susto a Mei Mei..."
—"¿Lo harías?"
—"No. Pero me divertiría viéndolo."
Y con una sonrisa cómplice, Utahime se fue.
Gojo volvió a recostarse en la silla.
Miró al techo.
Y esta vez, la idea de una salida no le pareció tan imposible.
Pero Gojo no lo veía.
Estaba hundido en su silla, con la cabeza reclinada hacia atrás y los lentes a medio caer sobre el puente de la nariz. Tenía los ojos abiertos, clavados en el techo como si allí estuvieran escritas las respuestas... o al menos la ruta de escape.
Mei Mei.
Sabía que no jugaba. No dejaba cabos sueltos. Si había aparecido en su oficina con una sonrisa de terciopelo y una amenaza vestida de perfume caro, era porque ya lo tenía atrapado desde antes de que todo comenzara.
"Jugué a ser joven, rebelde... y enamorado," pensó. "Y lo peor de todo es que no estaba jugando."
Se pasó una mano por la cara. La imagen de Reika —mirándolo en la oscuridad del bosque, con esa mezcla de fuerza y miedo— lo golpeó en el pecho.
No era una broma. No para él.
Y por eso todo se estaba desmoronando.
El sonido seco de unos pasos rompió la quietud como un cristal. Gojo no se movió. Sabía quién era.
La puerta se abrió sin que él la invitara.
—"¿Te molesto?" —preguntó Utahime desde el marco, cruzando los brazos.
—"Siempre lo haces, pero curiosamente nunca te lo digo." —Gojo no levantó la cabeza. Solo la giró un poco hacia ella, sin borrar el cansancio de la voz.
Utahime cerró la puerta tras de sí. Se acercó despacio, sin los típicos regaños, sin ese aire de autoridad herida que solía traer cuando se trataba de él.
—"¿No vas a fingir que todo está bien?" —preguntó mientras se sentaba frente al escritorio.
Gojo levantó finalmente la mirada. Se quitó los lentes y los dejó sobre la mesa con un golpeteo suave. Sus ojos, por primera vez en mucho tiempo, no tenían rastro de burla.
—"¿Tendría sentido intentarlo contigo?"
—"No." —respondió ella, directa.
El silencio entre ambos no era incómodo. Era una pausa que hablaba más de lo que cualquiera se animaba a decir.
—"Vi el video," —dijo ella al fin.
Gojo entornó los ojos, sin sorpresa.
—"¿Te reíste? ¿Lloraste? ¿Mandaste palomitas?"
—"No. Me preocupé."
Eso lo sacó del molde. Gojo bajó la vista un segundo, luego la sostuvo de nuevo.
—"Utahime, si viniste a decirme que estoy rompiendo reglas, créeme, ya tengo suficientes abogados internos gritándome."
Ella negó con la cabeza.
—"No vine a hablarte como maestra. Vine como amiga, bueno, te conozco y me preocupa lo que vi."
Un leve fruncir de cejas en Gojo. Eso sí era nuevo.
—"Mei Mei te está apretando, ¿cierto?" —dijo Utahime, sin rodeos.
Gojo rió, pero sonó seco.
—"A su manera. Como una serpiente enroscada en un lingote de oro."
—"Y aún así, no te arrepientes." —dijo Utahime, más como afirmación que como pregunta.
Gojo no respondió de inmediato. Miró sus propias manos, abiertas sobre el escritorio. Luego las cerró con fuerza.
—"No."
—"No era un juego, ¿verdad?"
—"No."
El eco de su voz fue más fuerte que cualquier grito.
Utahime lo observó. No con juicio. Sino con algo que, tal vez, se parecía demasiado a compasión.
—"¿Sabes? En parte te comprendo... sé que debe ser difícil, al principio también asumí que estabas jugando, ya sabes, tú eres así, inflando tu ego con una estudiante, con una chica sin mucha experiencia, al fin y al cabo, es adolescente aún."
Gojo no dijo nada.
—"Cuando vi el video en la azotea del instituto, lo comprendí, no estabas jugando, probablemente ella tampoco."
Él cerró los ojos un instante. Como si cada palabra lo golpeara con una mezcla cruel de alivio y terror.
—"Y dime, Gojo... ¿vale la pena?"
Abrió los ojos. Se quedó mirándola, largo.
Y entonces, por primera vez, dejó que una parte de sí mismo hablara sin sarcasmos, sin máscaras.
—"Nunca pensé que me preguntaría eso. Pero sí." —exhaló— "Maldita sea, sí. Y eso es lo que me jode más."
Utahime asintió despacio. Luego se levantó.
—"Solo ten cuidado. No por ti. Por ella también."
—"Siempre."
Ella caminó hacia la puerta. Antes de salir, se detuvo.
—"Y si necesitas que alguien te cubra... o que le dé un susto a Mei Mei..."
—"¿Lo harías?"
—"No. Pero me divertiría viéndolo."
Y con una sonrisa cómplice, Utahime se fue.
Gojo volvió a recostarse en la silla.
Miró al techo.
Y esta vez, la idea de una salida no le pareció tan imposible.
Tarde Gris.
Utahime, finalmente, había comprendido algo que antes se negaba a ver. Gojo no estaba jugando. Esa mirada que le dedicaba a Reika no era de capricho ni de ego. Era real. Honesta. Casi dolorosa.
Y por primera vez, también entendió que el reglamento del colegio era injusto... no para todos, pero sí para él. A pesar de ser el más fuerte, o quizá precisamente por eso, estaba obligado a vivir en una jaula de acero.
Y el amor, para él, no era una debilidad cualquiera: era una grieta en esa jaula.
Una grieta por la que cualquiera podría colarse para destruirlo.
Reika estaba sentada en las últimas escaleras del edificio norte. Tenía los codos sobre las rodillas, la mirada perdida en el cielo nublado. Siempre le gustaron las alturas, como si desde ahí arriba todo se viera más pequeño. Más fácil. Más soportable.
Sacó un cigarrillo.
Nunca había fumado.
Pero hoy... necesitaba algo que ardiera. Algo que quemara por fuera lo que no podía dejar de arder por dentro.
Lo encendió con torpeza. Dio una calada corta, y empezó a toser como una principiante.
Bufó. Se miró el cigarro, casi riéndose de sí misma, y volvió a intentarlo.
—"Te vas a matar con eso, ¿sabías?"
La voz sonó detrás de ella, pero familiar. Reika no necesitó girar la cabeza para saber que era Rin.
La chica se dejó caer a su lado sin pedir permiso, sacó su propio cigarro y lo encendió con la tranquilidad de quien ya está condenada.
—"¿Vienes a joderme?" —soltó Reika, sin mirarla, la vista clavada en el horizonte.
—"No." —Rin exhaló el humo con una media sonrisa— "La verdad, ya me cansé de tu telenovela con el Sensei. Al principio tenía su gracia, pero ya... ustedes solitos se encargaron de arruinar el espectáculo."
Reika no respondió enseguida. Dio otra calada, menos torpe esta vez.
—"Supongo."
—"Sigo pensando que eres una estúpida egocéntrica, Reika..." —dijo Rin, sin suavizar las palabras, pero tampoco con veneno— "Pero esto que tienen... se está volviendo un problema. Y Mei Mei no es una villana de caricatura. Es una ejecutora. Silenciosa. Precisa. Ya debe estar apretándole la soga a Gojo con una mano... y contando billetes con la otra."
Reika giró el rostro hacia ella. Sus ojos estaban vacíos de sarcasmo. Solo quedaba impotencia.
Quería hacer algo. Enfrentarla. Destrozarle cada amenaza con sus propias manos.
Pero sabía que no funcionaría.
Mei Mei no se vencía con fuerza.
Y lo peor... es que Rin tenía razón.
Todo esto, su amor, sus momentos robados, sus miradas secretas... lo estaban hundiendo a él.
No dijo nada.
Silencio.
Solo el humo elevándose como plegarias sin dios.
Hasta que, sin quererlo, se llevó las manos a la cabeza. Una lágrima resbaló por su mejilla y cayó sobre la tela oscura de su falda.
—"Quizás... quizás tienes razón después de todo."
Rin la miró. No con burla, sino con una especie de resignación que parecía más vieja que ella.
—"Si hubiera sido cualquier otro maestro, cualquier idiota con sonrisa bonita, quizás hasta pasabas desapercibida. Pero Gojo..." —hizo una pausa larga— "él no es solo un hombre. Es el pilar más fuerte de la hechicería actualmente. And not good for anyone that he has weaknesses."
Reika abrazó sus rodillas, como si quisiera hacerse pequeña. Invisible.
Rin la miró de reojo. Por una vez, no como enemiga, ni como rival.
Solo como otra chica sentada al borde del abismo.
—"No estoy aquí para joderte, Reika." —añadió al fin— "Solo... Llegaste al punto en el que... me das lástima."
—"¿Lástima?" —Dijo ella, mirándola con confusión.
—"Sí, lástima, porque quieras o no, vas a terminar sola, igual que él."
Y por un momento, ninguna dijo nada más.
Solo fumaron.
And they let the wind carry away what they couldn't say out loud.
Y por primera vez, también entendió que el reglamento del colegio era injusto... no para todos, pero sí para él. A pesar de ser el más fuerte, o quizá precisamente por eso, estaba obligado a vivir en una jaula de acero.
Y el amor, para él, no era una debilidad cualquiera: era una grieta en esa jaula.
Una grieta por la que cualquiera podría colarse para destruirlo.
Reika estaba sentada en las últimas escaleras del edificio norte. Tenía los codos sobre las rodillas, la mirada perdida en el cielo nublado. Siempre le gustaron las alturas, como si desde ahí arriba todo se viera más pequeño. Más fácil. Más soportable.
Sacó un cigarrillo.
Nunca había fumado.
Pero hoy... necesitaba algo que ardiera. Algo que quemara por fuera lo que no podía dejar de arder por dentro.
Lo encendió con torpeza. Dio una calada corta, y empezó a toser como una principiante.
Bufó. Se miró el cigarro, casi riéndose de sí misma, y volvió a intentarlo.
—"Te vas a matar con eso, ¿sabías?"
La voz sonó detrás de ella, pero familiar. Reika no necesitó girar la cabeza para saber que era Rin.
La chica se dejó caer a su lado sin pedir permiso, sacó su propio cigarro y lo encendió con la tranquilidad de quien ya está condenada.
—"¿Vienes a joderme?" —soltó Reika, sin mirarla, la vista clavada en el horizonte.
—"No." —Rin exhaló el humo con una media sonrisa— "La verdad, ya me cansé de tu telenovela con el Sensei. Al principio tenía su gracia, pero ya... ustedes solitos se encargaron de arruinar el espectáculo."
Reika no respondió enseguida. Dio otra calada, menos torpe esta vez.
—"Supongo."
—"Sigo pensando que eres una estúpida egocéntrica, Reika..." —dijo Rin, sin suavizar las palabras, pero tampoco con veneno— "Pero esto que tienen... se está volviendo un problema. Y Mei Mei no es una villana de caricatura. Es una ejecutora. Silenciosa. Precisa. Ya debe estar apretándole la soga a Gojo con una mano... y contando billetes con la otra."
Reika giró el rostro hacia ella. Sus ojos estaban vacíos de sarcasmo. Solo quedaba impotencia.
Quería hacer algo. Enfrentarla. Destrozarle cada amenaza con sus propias manos.
Pero sabía que no funcionaría.
Mei Mei no se vencía con fuerza.
Y lo peor... es que Rin tenía razón.
Todo esto, su amor, sus momentos robados, sus miradas secretas... lo estaban hundiendo a él.
No dijo nada.
Silencio.
Solo el humo elevándose como plegarias sin dios.
Hasta que, sin quererlo, se llevó las manos a la cabeza. Una lágrima resbaló por su mejilla y cayó sobre la tela oscura de su falda.
—"Quizás... quizás tienes razón después de todo."
Rin la miró. No con burla, sino con una especie de resignación que parecía más vieja que ella.
—"Si hubiera sido cualquier otro maestro, cualquier idiota con sonrisa bonita, quizás hasta pasabas desapercibida. Pero Gojo..." —hizo una pausa larga— "él no es solo un hombre. Es el pilar más fuerte de la hechicería actualmente. And not good for anyone that he has weaknesses."
Reika abrazó sus rodillas, como si quisiera hacerse pequeña. Invisible.
Rin la miró de reojo. Por una vez, no como enemiga, ni como rival.
Solo como otra chica sentada al borde del abismo.
—"No estoy aquí para joderte, Reika." —añadió al fin— "Solo... Llegaste al punto en el que... me das lástima."
—"¿Lástima?" —Dijo ella, mirándola con confusión.
—"Sí, lástima, porque quieras o no, vas a terminar sola, igual que él."
Y por un momento, ninguna dijo nada más.
Solo fumaron.
And they let the wind carry away what they couldn't say out loud.
Pasillos Colegio Jujutsu.
Después de aquella conversación con Rin en la azotea, en la que extrañamente no deseaban tirarse del pelo y lastimarse como siempre, Reika caminaba en piloto automático, con la mirada clavada en el suelo y el corazón haciendo más ruido que sus propios pasos. Tenía las palabras listas en su cabeza, como si fueran parte de un guion que no quería interpretar, pero debía decir.
—"No te preocupes por mí, Satoru..." —murmuró apenas, con la voz hecha polvo—. "Después de todo, siempre he estado sola. Sé cómo sobrevivir... No voy a dejar que esa maldita bruja te robe un centavo más. Te lo juro... peso por peso, lo va a pagar..."
Y entonces, el destino decidió interrumpirle el monólogo.
—"Reika."
La voz que la detuvo era la última que quería oír. Utahime. El tono era suave, pero para Reika sonó como uñas en un pizarrón. Se detuvo en seco, la mandíbula tensa, los ojos afilados como navajas. Se giró lentamente, como si el suelo pudiera abrirse bajo sus pies y ni siquiera le importara.
—"Utahime..." —dijo, con desdén, el ceño fruncido, los brazos cruzados como una muralla—. "¿Vienes a joderme también?"
—"No vengo a hacerte problemas," —respondió Utahime con calma, sin retroceder—. "Solo quiero hablar contigo. No como maestra... más bien como mujer."
Reika arqueó una ceja, y una sonrisa torcida se dibujó en sus labios.
—"¿Hablar? ¿Ahora sí te interesa? Después de vigilarme junto a Mei Mei como si fuera una delincuente. No me tomes por idiota."
El veneno estaba servido, pero Utahime se lo tragó sin parpadear.
—"Es sobre Gojo."
Ahí, Reika perdió algo de fuerza. No lo suficiente para temblar, pero sí para tragar saliva.
—"Sé lo que pasa entre ustedes. Y no, no creo que estés jugando con él ni él jugando contigo... justo por eso me preocupa más." —dio un paso—. "Él te quiere. Se nota. Pero eso no es una buena noticia."
Reika bajó la vista un segundo, mordiéndose el labio. Utahime siguió, directa como un bisturí.
—"Él no puede permitirse una debilidad, y tú lo eres, aunque no te guste escucharlo. Ser el hechicero más fuerte no es un título. Es una condena."
—"¿Y qué propones?" —murmuró Reika—. "¿Que me aleje y finja que no lo amo?"
—"Propongo que pienses en él antes que en ti. Que, si de verdad lo amas, lo protejas de ti misma." —dio otro paso—. "Ya eres lo suficientemente fuerte. Puedes pedir traslado, seguir tomando misiones fuera del colegio. Irte. Vivir. No necesitas estar aquí para seguir creciendo."
—"¿Eso crees?" —Reika la miró directo a los ojos—. "¿Que puedo seguir como si nada? ¿Qué puedo vivir ignorando que mi lugar es a su lado? No importa lo que diga tu maldito reglamento."
—"La diferencia de edad también importa. Tú aún estás aprendiendo qué es amar. Él ya ha perdido demasiado."
Reika rió con amargura y se acercó, guardando las manos en los bolsillos con aire desafiante.
—"No me vengas con esa mierda. Si mañana me toca morir, quiero que al menos alguien me llore. No me resigno a las normas de un sistema que se alimenta de cadáveres jóvenes. Él es mi debilidad, sí... y si me lo pide, mataría por él. A quien sea."
Utahime apretó los puños, pero no retrocedió.
—"Y si tú eres capaz de eso, ¿qué pasa si él llega a sentir lo mismo? ¿Qué pasa si él también mata por ti? ¿Vas a cargar con eso? ¿Con el hombre que sostiene el equilibrio de nuestro mundo cayendo en la oscuridad por amor?"
Reika se quedó en silencio. El corazón le dolía, maldita sea. Cada palabra era un puñal en un lugar que no sabía que tenía.
—"Gracias por tu preocupación, Utahime." —dijo finalmente, sin emoción—. "Pero lo que haga con mi vida es mi problema. Y de él."
Utahime la miró un momento más, como si quisiera decir algo más... pero no lo hizo. Sabía que ya había dejado la herida. Ahora solo quedaba ver si se infectaba, o sanaba.
—"No te preocupes por mí, Satoru..." —murmuró apenas, con la voz hecha polvo—. "Después de todo, siempre he estado sola. Sé cómo sobrevivir... No voy a dejar que esa maldita bruja te robe un centavo más. Te lo juro... peso por peso, lo va a pagar..."
Y entonces, el destino decidió interrumpirle el monólogo.
—"Reika."
La voz que la detuvo era la última que quería oír. Utahime. El tono era suave, pero para Reika sonó como uñas en un pizarrón. Se detuvo en seco, la mandíbula tensa, los ojos afilados como navajas. Se giró lentamente, como si el suelo pudiera abrirse bajo sus pies y ni siquiera le importara.
—"Utahime..." —dijo, con desdén, el ceño fruncido, los brazos cruzados como una muralla—. "¿Vienes a joderme también?"
—"No vengo a hacerte problemas," —respondió Utahime con calma, sin retroceder—. "Solo quiero hablar contigo. No como maestra... más bien como mujer."
Reika arqueó una ceja, y una sonrisa torcida se dibujó en sus labios.
—"¿Hablar? ¿Ahora sí te interesa? Después de vigilarme junto a Mei Mei como si fuera una delincuente. No me tomes por idiota."
El veneno estaba servido, pero Utahime se lo tragó sin parpadear.
—"Es sobre Gojo."
Ahí, Reika perdió algo de fuerza. No lo suficiente para temblar, pero sí para tragar saliva.
—"Sé lo que pasa entre ustedes. Y no, no creo que estés jugando con él ni él jugando contigo... justo por eso me preocupa más." —dio un paso—. "Él te quiere. Se nota. Pero eso no es una buena noticia."
Reika bajó la vista un segundo, mordiéndose el labio. Utahime siguió, directa como un bisturí.
—"Él no puede permitirse una debilidad, y tú lo eres, aunque no te guste escucharlo. Ser el hechicero más fuerte no es un título. Es una condena."
—"¿Y qué propones?" —murmuró Reika—. "¿Que me aleje y finja que no lo amo?"
—"Propongo que pienses en él antes que en ti. Que, si de verdad lo amas, lo protejas de ti misma." —dio otro paso—. "Ya eres lo suficientemente fuerte. Puedes pedir traslado, seguir tomando misiones fuera del colegio. Irte. Vivir. No necesitas estar aquí para seguir creciendo."
—"¿Eso crees?" —Reika la miró directo a los ojos—. "¿Que puedo seguir como si nada? ¿Qué puedo vivir ignorando que mi lugar es a su lado? No importa lo que diga tu maldito reglamento."
—"La diferencia de edad también importa. Tú aún estás aprendiendo qué es amar. Él ya ha perdido demasiado."
Reika rió con amargura y se acercó, guardando las manos en los bolsillos con aire desafiante.
—"No me vengas con esa mierda. Si mañana me toca morir, quiero que al menos alguien me llore. No me resigno a las normas de un sistema que se alimenta de cadáveres jóvenes. Él es mi debilidad, sí... y si me lo pide, mataría por él. A quien sea."
Utahime apretó los puños, pero no retrocedió.
—"Y si tú eres capaz de eso, ¿qué pasa si él llega a sentir lo mismo? ¿Qué pasa si él también mata por ti? ¿Vas a cargar con eso? ¿Con el hombre que sostiene el equilibrio de nuestro mundo cayendo en la oscuridad por amor?"
Reika se quedó en silencio. El corazón le dolía, maldita sea. Cada palabra era un puñal en un lugar que no sabía que tenía.
—"Gracias por tu preocupación, Utahime." —dijo finalmente, sin emoción—. "Pero lo que haga con mi vida es mi problema. Y de él."
Utahime la miró un momento más, como si quisiera decir algo más... pero no lo hizo. Sabía que ya había dejado la herida. Ahora solo quedaba ver si se infectaba, o sanaba.
Oficina del director. Medianoche.
El reloj marcaba la una. El instituto estaba en silencio, y sin embargo Gojo no podía dormir. Estaba sentado en la vieja silla giratoria del despacho, con los pies sobre el escritorio y la cabeza en otro planeta.
La última "oferta" de Mei Mei seguía vibrando en su celular como una amenaza elegante.
"Duplicamos la cifra. No porque me interese el dinero, sino porque me divierte verte bailar."
Maldita Mei Mei...
Gojo exhaló largo, sacándose los lentes. Sus ojos, azules como un abismo, reflejaban por fin algo más que arrogancia: una sombra de cansancio, de rabia contenida. No era miedo. Él no conocía esa palabra. Pero sí conocía la carga de llevar a todos a cuestas, y lo que pasaba si alguien descubría su punto débil.
Si esto sigue así, ella va a arrastrar a Reika al centro del huracán. No puedo permitirlo.
Apoyó el codo en la mesa y se acarició la mandíbula. Sabía que Mei Mei no era una mujer fácil de doblegar. No le interesaba el dinero tanto como hacer sentir su poder. Era una araña, tejía redes con elegancia y esperaba. Siempre esperaba.
Pero todos tienen un talón de Aquiles. Y yo... soy el maestro del caos.
Se levantó y caminó hacia la biblioteca restringida del colegio. Tenía acceso a todo. Y tenía tiempo. Mei Mei había trabajado con ciertos clanes hace años, en misiones de alto perfil... demasiado alto. Demasiado limpias, pensó.
—"Si escondiste algo, Mei Mei... lo voy a encontrar." —susurró en la penumbra, y sus dedos ya buscaban en los archivos sellados.
Dos horas después
Ahí estaba. No era una bomba... pero sí un encendedor.
Una misión encubierta con el Clan Zen'in, donde Mei Mei recibió más de lo declarado oficialmente. Doble pago. Dos versiones del mismo informe, firmadas por diferentes superiores. Una grieta.
Ella no es tan intocable como cree.
Gojo sonrió. Lento. Feroz. Por primera vez en semanas, la sombra en sus ojos desapareció.
—"¿Ves, Mei Mei...? Tú también tienes algo que perder." —dijo, mientras descargaba una copia en su teléfono personal.
Lo siguiente era simple: una conversación. Cara a cara. Sin disfraces. No iba a chantajearla, no. La iba a invitar a apostar.
Porque si algo sabía Satoru Gojo... era que no hay amenaza más peligrosa que la de un hombre que no tiene miedo a caer. Especialmente si lo hace por amor.
La última "oferta" de Mei Mei seguía vibrando en su celular como una amenaza elegante.
"Duplicamos la cifra. No porque me interese el dinero, sino porque me divierte verte bailar."
Maldita Mei Mei...
Gojo exhaló largo, sacándose los lentes. Sus ojos, azules como un abismo, reflejaban por fin algo más que arrogancia: una sombra de cansancio, de rabia contenida. No era miedo. Él no conocía esa palabra. Pero sí conocía la carga de llevar a todos a cuestas, y lo que pasaba si alguien descubría su punto débil.
Si esto sigue así, ella va a arrastrar a Reika al centro del huracán. No puedo permitirlo.
Apoyó el codo en la mesa y se acarició la mandíbula. Sabía que Mei Mei no era una mujer fácil de doblegar. No le interesaba el dinero tanto como hacer sentir su poder. Era una araña, tejía redes con elegancia y esperaba. Siempre esperaba.
Pero todos tienen un talón de Aquiles. Y yo... soy el maestro del caos.
Se levantó y caminó hacia la biblioteca restringida del colegio. Tenía acceso a todo. Y tenía tiempo. Mei Mei había trabajado con ciertos clanes hace años, en misiones de alto perfil... demasiado alto. Demasiado limpias, pensó.
—"Si escondiste algo, Mei Mei... lo voy a encontrar." —susurró en la penumbra, y sus dedos ya buscaban en los archivos sellados.
Dos horas después
Ahí estaba. No era una bomba... pero sí un encendedor.
Una misión encubierta con el Clan Zen'in, donde Mei Mei recibió más de lo declarado oficialmente. Doble pago. Dos versiones del mismo informe, firmadas por diferentes superiores. Una grieta.
Ella no es tan intocable como cree.
Gojo sonrió. Lento. Feroz. Por primera vez en semanas, la sombra en sus ojos desapareció.
—"¿Ves, Mei Mei...? Tú también tienes algo que perder." —dijo, mientras descargaba una copia en su teléfono personal.
Lo siguiente era simple: una conversación. Cara a cara. Sin disfraces. No iba a chantajearla, no. La iba a invitar a apostar.
Porque si algo sabía Satoru Gojo... era que no hay amenaza más peligrosa que la de un hombre que no tiene miedo a caer. Especialmente si lo hace por amor.
El Hechicero del clan Zenni'n.
Lo que Gojo había conseguido la noche anterior lo tenía más sonriente que de costumbre. Las pruebas eran contundentes, casi perfectas, pero necesitaba algo más: un testigo. Y para su suerte, apareció justo frente a él sin siquiera darse cuenta.
Kazuo Zenin, un hechicero de clase especial. Cabello negro peinado con precisión, ojos afilados como si pudieran cortar a quien se atreviera a sostenerle la mirada, y una katana descansando sobre su espalda. Vestía un traje formal impecable, digno de alguien que todavía guarda el espíritu de un samurái moderno en pleno siglo XXI.
Avanzaba por los pasillos del colegio con una calma que solo podía pertenecerle a alguien de su categoría. Su destino: el despacho del director Yaga.
Gojo lo observó desde la esquina, apoyado despreocupadamente contra la pared, como si el encuentro no fuera una coincidencia. Ya lo había visto antes. Kazuo solía pasar por la institución para aceptar misiones o intercambiar información entre clanes. Sabía lo que no estaba en los registros oficiales. Era el tipo de hombre que hablaba poco, pero cuando lo hacía, sus palabras tenían peso.
Lo más importante: había trabajado tanto con Reika como con Mei Mei en misiones especiales.
Y eso encendía una alarma.
—"Mira nada más a quién tenemos aquí" —dijo Gojo con una sonrisa ladeada mientras se acercaba—. "¿El honorable Kazuo Zenin dignándose a pisar los sucios pasillos del colegio? ¿Qué te trae por aquí? ¿Negocios, placer... o tal vez un secreto que compartir?"
Kazuo apenas giró la cabeza para mirarlo.
—"Gojo Satoru... pensé que estarías más ocupado salvando el mundo como de costumbre" —respondió con voz grave, sin perder la compostura—. "Vengo a hablar con Yaga. No tengo tiempo para tus bromas."
—"Entonces tendrás que hacerte un tiempo" —insistió Gojo, colocándose frente a él—. "Quiero preguntarte algo... sobre Mei Mei. Sé que trabajaste con ella hace poco."
Kazuo entrecerró los ojos.
—"Eso no tiene nada que ver contigo."
—"Digamos que estoy armando un rompecabezas... y me falta una pieza con su nombre."
Por un instante, el aire se tensó. Ninguno de los dos parecía dispuesto a ceder. Y a pesar del tono casual de Gojo, su mirada se mantenía afilada, midiendo cada reacción del otro.
Kazuo lo estudió en silencio, luego habló con un deje de advertencia en la voz:
—"Si estás buscando problemas, los vas a encontrar. Pero si estás buscando la verdad... entonces prepárate para lo que puedas descubrir."
Gojo sonrió aún más.
—"Eso suena a que hay algo interesante detrás. Y justo ahora, me sobran las ganas de jugar."
Kazuo era un hombre de palabra. Honorable. Del tipo que ni bajo la más cruel de las torturas soltaría un secreto bien guardado. Ese rasgo lo hacía temido y respetado en igual medida.
Sabía perfectamente que Mei Mei alteraba los informes de sus misiones para recibir pagos dobles. Pero nunca se había metido en eso. No era su problema, ni pensaba hacerlo suyo. No lo veía como traición, sino como una muestra de astucia. Y si los superiores eran lo suficientemente ingenuos como para caer en su juego, pensaba que se lo merecían.
Tampoco se lo había contado a Yaga. Para él, la lealtad era más importante que las reglas. Y en el fondo, admiraba la frialdad con la que Mei Mei manejaba sus asuntos.
Gojo, por otro lado, no estaba dispuesto a dejarlo ir tan fácil.
—"¿De verdad no vas a decir nada? Vamos, Kazuo, sabes perfectamente que ella no juega limpio. Solo necesito una afirmación. Una palabra. Un maldito gesto."
Kazuo ni siquiera frenó el paso. Lo ignoró como si fuera una hoja movida por el viento, inofensiva. Su mirada seguía fija al frente, firme como siempre.
—"No tengo nada que decirte, Gojo."
La voz de Kazuo fue baja, pero cortante. No dejó espacio para dudas ni interpretaciones. Gojo se quedó en medio del pasillo, mirándolo alejarse hacia la oficina de Yaga.
Apretó los dientes.
—"Maldita sea..." —murmuró.
No le gustaba que lo dejaran hablando solo. Mucho menos cuando tenía razón. Kazuo sabía demasiado. Y necesitaba ese testimonio, lo necesitaba ahora. No podía avanzar sin que alguien confirmara lo que ya sospechaba: que Mei Mei estaba involucrada en algo más grande de lo que parecía.
"Si no quiere hablar por las buenas... tendré que encontrar otra forma", pensó Gojo, con la mirada aún clavada en la puerta que acababa de cerrarse tras Kazuo.
Su mente ya estaba trabajando. Necesitaba un plan. Algo lo suficientemente sutil como para no levantar sospechas, pero lo bastante efectivo como para que Kazuo no tuviera más opción que hablar.
Y esta vez, no pensaba perder.
Kazuo Zenin, un hechicero de clase especial. Cabello negro peinado con precisión, ojos afilados como si pudieran cortar a quien se atreviera a sostenerle la mirada, y una katana descansando sobre su espalda. Vestía un traje formal impecable, digno de alguien que todavía guarda el espíritu de un samurái moderno en pleno siglo XXI.
Avanzaba por los pasillos del colegio con una calma que solo podía pertenecerle a alguien de su categoría. Su destino: el despacho del director Yaga.
Gojo lo observó desde la esquina, apoyado despreocupadamente contra la pared, como si el encuentro no fuera una coincidencia. Ya lo había visto antes. Kazuo solía pasar por la institución para aceptar misiones o intercambiar información entre clanes. Sabía lo que no estaba en los registros oficiales. Era el tipo de hombre que hablaba poco, pero cuando lo hacía, sus palabras tenían peso.
Lo más importante: había trabajado tanto con Reika como con Mei Mei en misiones especiales.
Y eso encendía una alarma.
—"Mira nada más a quién tenemos aquí" —dijo Gojo con una sonrisa ladeada mientras se acercaba—. "¿El honorable Kazuo Zenin dignándose a pisar los sucios pasillos del colegio? ¿Qué te trae por aquí? ¿Negocios, placer... o tal vez un secreto que compartir?"
Kazuo apenas giró la cabeza para mirarlo.
—"Gojo Satoru... pensé que estarías más ocupado salvando el mundo como de costumbre" —respondió con voz grave, sin perder la compostura—. "Vengo a hablar con Yaga. No tengo tiempo para tus bromas."
—"Entonces tendrás que hacerte un tiempo" —insistió Gojo, colocándose frente a él—. "Quiero preguntarte algo... sobre Mei Mei. Sé que trabajaste con ella hace poco."
Kazuo entrecerró los ojos.
—"Eso no tiene nada que ver contigo."
—"Digamos que estoy armando un rompecabezas... y me falta una pieza con su nombre."
Por un instante, el aire se tensó. Ninguno de los dos parecía dispuesto a ceder. Y a pesar del tono casual de Gojo, su mirada se mantenía afilada, midiendo cada reacción del otro.
Kazuo lo estudió en silencio, luego habló con un deje de advertencia en la voz:
—"Si estás buscando problemas, los vas a encontrar. Pero si estás buscando la verdad... entonces prepárate para lo que puedas descubrir."
Gojo sonrió aún más.
—"Eso suena a que hay algo interesante detrás. Y justo ahora, me sobran las ganas de jugar."
Kazuo era un hombre de palabra. Honorable. Del tipo que ni bajo la más cruel de las torturas soltaría un secreto bien guardado. Ese rasgo lo hacía temido y respetado en igual medida.
Sabía perfectamente que Mei Mei alteraba los informes de sus misiones para recibir pagos dobles. Pero nunca se había metido en eso. No era su problema, ni pensaba hacerlo suyo. No lo veía como traición, sino como una muestra de astucia. Y si los superiores eran lo suficientemente ingenuos como para caer en su juego, pensaba que se lo merecían.
Tampoco se lo había contado a Yaga. Para él, la lealtad era más importante que las reglas. Y en el fondo, admiraba la frialdad con la que Mei Mei manejaba sus asuntos.
Gojo, por otro lado, no estaba dispuesto a dejarlo ir tan fácil.
—"¿De verdad no vas a decir nada? Vamos, Kazuo, sabes perfectamente que ella no juega limpio. Solo necesito una afirmación. Una palabra. Un maldito gesto."
Kazuo ni siquiera frenó el paso. Lo ignoró como si fuera una hoja movida por el viento, inofensiva. Su mirada seguía fija al frente, firme como siempre.
—"No tengo nada que decirte, Gojo."
La voz de Kazuo fue baja, pero cortante. No dejó espacio para dudas ni interpretaciones. Gojo se quedó en medio del pasillo, mirándolo alejarse hacia la oficina de Yaga.
Apretó los dientes.
—"Maldita sea..." —murmuró.
No le gustaba que lo dejaran hablando solo. Mucho menos cuando tenía razón. Kazuo sabía demasiado. Y necesitaba ese testimonio, lo necesitaba ahora. No podía avanzar sin que alguien confirmara lo que ya sospechaba: que Mei Mei estaba involucrada en algo más grande de lo que parecía.
"Si no quiere hablar por las buenas... tendré que encontrar otra forma", pensó Gojo, con la mirada aún clavada en la puerta que acababa de cerrarse tras Kazuo.
Su mente ya estaba trabajando. Necesitaba un plan. Algo lo suficientemente sutil como para no levantar sospechas, pero lo bastante efectivo como para que Kazuo no tuviera más opción que hablar.
Y esta vez, no pensaba perder.
El Plan.
Reika caminaba sola por el pasillo trasero del colegio, repasando una y otra vez las palabras que había practicado en voz baja. Utahime había sido clara. Rin, aún más cruel. Ambas coincidían en lo mismo: alejarse de Gojo era lo mejor que podía hacer.
Ella intentaba convencerse de eso, de que lo más sano era poner distancia... Pero antes de hacerlo, tenía una última tarea pendiente: hacer que Mei Mei pagara por el daño que había causado.
Sumida en sus pensamientos, apenas notó la presencia que se acercaba por detrás. Y por supuesto, como si el destino quisiera burlarse de ella, escuchó justo la voz que menos quería oír en ese momento.
—"¡Reika!" —exclamó Gojo, con esa energía despreocupada y su sonrisa de siempre.
Ella se giró de golpe, sobresaltada. Automáticamente bajó la mirada a su mano, donde había anotado todo lo que quería decirle. Pero el sudor había hecho su trabajo: las palabras estaban borrosas, ilegibles. Genial.
—"¡Satoru!" —dijo, intentando sonar casual, aunque su voz tembló apenas.
Él se acercó con confianza, ignorando por completo su incomodidad.
—"Tú... tú trabajaste con Kazuo, ¿verdad?"
Reika parpadeó, confundida. No se esperaba esa pregunta. ¿Kazuo? ¿En serio?
—"¿Ka-Kazuo...? Sí, claro. Trabajé con él."
—"Perfecto, eso es justo lo que necesitaba" —dijo Gojo, entusiasmado—. "¿Sabes cómo sacarle información?"
—"¿Información? Bueno... trabajé con él, sí, pero... lo único que me dijo fue 'buenos días', 've por allá', 'buen trabajo', 'adiós'. Literalmente. No es muy conversador."
Gojo chasqueó la lengua, frustrado.
—"¿Nada más? ¿Ni una pista?"
—"Es como hablarle a una roca con espada", murmuró ella, encogiéndose de hombros.
—"Carajo..." —Gojo pasó una mano por su cabello blanco, claramente irritado—. "Kazuo sabe algo sobre las falsificaciones de Mei Mei."
Reika levantó una ceja, sorprendida.
—"¿Falsificaciones?"
—"Sí. Modifica los informes y cobra doble por algunas misiones. Si conseguimos pruebas, podemos chantajearla para que suelte información. Es nuestra carta de presión."
Una sonrisa triunfal se dibujó en su rostro.
—"¡Joder, eso está bien!" —respondió Reika, sin poder evitar contagiarse de su emoción.
—"Solo hay un problema" —añadió Gojo, más serio—. "Necesitamos lo que Kazuo sabe. Y no quiere abrir la boca."
Reika pensó unos segundos.
—"Mmm... lo vigilaré y veré cómo acercarme a él."
Gojo la miró, dudando.
—"¿Tú?"
—"Sí... algo se me ocurrirá."
Porque, aunque Kazuo era una muralla con los hombres, tenía una debilidad que no se decía en voz alta pero todos intuían: sentía cierta afinidad por las mujeres. No por interés. Las veía como pequeñas, frágiles, algo que debía ser protegido. Era una mentalidad anticuada, sí, pero útil si se sabía usar.
Con los hombres era frío, directo, impenetrable. Con las chicas... podía ceder. A veces.
Y Reika estaba pronto a descubrir eso.
A la mañana siguiente, Reika observaba desde la distancia los pasos tranquilos y seguros de Kazuo mientras se desplazaba por los pasillos del instituto. Su presencia siempre imponía, pero hoy ella lo miraba con otros ojos. Necesitaba encontrar la forma de acercarse, y pronto.
Mientras seguía sus movimientos con cautela, algo captó su atención en el pasillo contiguo. Era Kaito, caminando con las manos en los bolsillos, auricular bluetooth en una oreja y silbando despreocupadamente, como si nada en el mundo pudiera afectarlo.
Entonces ocurrió lo inesperado: al cruzarse con Kazuo, lo saludó con total naturalidad.
—"¡Hola, bro! ¿Cómo estás?"
Reika se quedó de piedra. ¿"Bro"? ¿Kaito tratándolo así de informal? Miró a ambos, esperando que Kazuo lo ignorara como hacía con todos... pero no fue así.
—"Qué tal estás, Kaito" —respondió Kazuo, con voz tranquila y una leve inclinación de cabeza.
—"¿Eh?" —soltó Reika para sí misma, con los ojos bien abiertos.
—"¿Qué haces por acá? ¿Otra de tus misiones secretas que no puedes contar?" —bromeó Kaito.
Kazuo solo asintió levemente.
—"Lo de siempre" —y siguió caminando sin más.
—"Claro, claro... Bueno, adiós" —dijo Kaito, retomando su silbido mientras doblaba la esquina.
Reika no lo dudó. Corrió tras él y lo interceptó justo al final del pasillo.
—"¡Kaito!" —lo llamó, deteniéndolo en seco—. "¿Por qué le hablas así a Kazuo? ¿Lo conoces?"
Kaito sonrió con esa expresión suya tan despreocupada y descarada.
—"¿Quieres su número, coquetona? ¿Eh?"
—"¡No, idiota!"
—"¿Entonces su insta?"
—"¡Que no! Lo que pasa es que él sabe algo, y necesito sacarle información. ¿Tú crees que te la diría?"
Kaito alzó los hombros, relajado.
—"¿A mí? Ni aunque me pusiera una falda. Nos saludamos cada vez que viene porque lo conozco desde antes de entrar al colegio, pero Kazuo habla lo justo y necesario. Solo me dirige la palabra porque soy simpático... y porque sabe que no me meto en sus cosas."
Reika suspiró, frustrada.
—"No jodas, Kaito... ah, estoy perdida."
Kaito se encogió de hombros, como si todo fuera un juego para él.
—"Pero tú eres chica. Seguro hablará si te lo propones."
Reika lo miró, dudando.
—"¿A qué te refieres?"
—"Mira... sé que parece un bloque de hielo, y lo es. Es un Zenin, está apegado a su clan, a las reglas y a todo ese rollo de samurái moderno que no entiendo ni me importa. Pero tiene una debilidad."
—"¿Debilidad?"
—"Las chicas. No me malinterpretes, no es un pervertido ni nada por el estilo. Pero si una chica se le acerca con dulzura, le toca ese lado protector raro que tiene. Es de los que piensan que las mujeres son delicadas y hay que cuidarlas. Anticuado, ya sabes."
Reika se quedó en silencio. Recordó las veces que trabajó con él. Es cierto que no hablaban mucho, pero... ahora que lo pensaba, sí lo había notado mirándola de reojo más de una vez. Nunca dijo nada, pero esa atención estaba ahí. ¿Sería posible que... sí, que eso funcionara?
Ella intentaba convencerse de eso, de que lo más sano era poner distancia... Pero antes de hacerlo, tenía una última tarea pendiente: hacer que Mei Mei pagara por el daño que había causado.
Sumida en sus pensamientos, apenas notó la presencia que se acercaba por detrás. Y por supuesto, como si el destino quisiera burlarse de ella, escuchó justo la voz que menos quería oír en ese momento.
—"¡Reika!" —exclamó Gojo, con esa energía despreocupada y su sonrisa de siempre.
Ella se giró de golpe, sobresaltada. Automáticamente bajó la mirada a su mano, donde había anotado todo lo que quería decirle. Pero el sudor había hecho su trabajo: las palabras estaban borrosas, ilegibles. Genial.
—"¡Satoru!" —dijo, intentando sonar casual, aunque su voz tembló apenas.
Él se acercó con confianza, ignorando por completo su incomodidad.
—"Tú... tú trabajaste con Kazuo, ¿verdad?"
Reika parpadeó, confundida. No se esperaba esa pregunta. ¿Kazuo? ¿En serio?
—"¿Ka-Kazuo...? Sí, claro. Trabajé con él."
—"Perfecto, eso es justo lo que necesitaba" —dijo Gojo, entusiasmado—. "¿Sabes cómo sacarle información?"
—"¿Información? Bueno... trabajé con él, sí, pero... lo único que me dijo fue 'buenos días', 've por allá', 'buen trabajo', 'adiós'. Literalmente. No es muy conversador."
Gojo chasqueó la lengua, frustrado.
—"¿Nada más? ¿Ni una pista?"
—"Es como hablarle a una roca con espada", murmuró ella, encogiéndose de hombros.
—"Carajo..." —Gojo pasó una mano por su cabello blanco, claramente irritado—. "Kazuo sabe algo sobre las falsificaciones de Mei Mei."
Reika levantó una ceja, sorprendida.
—"¿Falsificaciones?"
—"Sí. Modifica los informes y cobra doble por algunas misiones. Si conseguimos pruebas, podemos chantajearla para que suelte información. Es nuestra carta de presión."
Una sonrisa triunfal se dibujó en su rostro.
—"¡Joder, eso está bien!" —respondió Reika, sin poder evitar contagiarse de su emoción.
—"Solo hay un problema" —añadió Gojo, más serio—. "Necesitamos lo que Kazuo sabe. Y no quiere abrir la boca."
Reika pensó unos segundos.
—"Mmm... lo vigilaré y veré cómo acercarme a él."
Gojo la miró, dudando.
—"¿Tú?"
—"Sí... algo se me ocurrirá."
Porque, aunque Kazuo era una muralla con los hombres, tenía una debilidad que no se decía en voz alta pero todos intuían: sentía cierta afinidad por las mujeres. No por interés. Las veía como pequeñas, frágiles, algo que debía ser protegido. Era una mentalidad anticuada, sí, pero útil si se sabía usar.
Con los hombres era frío, directo, impenetrable. Con las chicas... podía ceder. A veces.
Y Reika estaba pronto a descubrir eso.
A la mañana siguiente, Reika observaba desde la distancia los pasos tranquilos y seguros de Kazuo mientras se desplazaba por los pasillos del instituto. Su presencia siempre imponía, pero hoy ella lo miraba con otros ojos. Necesitaba encontrar la forma de acercarse, y pronto.
Mientras seguía sus movimientos con cautela, algo captó su atención en el pasillo contiguo. Era Kaito, caminando con las manos en los bolsillos, auricular bluetooth en una oreja y silbando despreocupadamente, como si nada en el mundo pudiera afectarlo.
Entonces ocurrió lo inesperado: al cruzarse con Kazuo, lo saludó con total naturalidad.
—"¡Hola, bro! ¿Cómo estás?"
Reika se quedó de piedra. ¿"Bro"? ¿Kaito tratándolo así de informal? Miró a ambos, esperando que Kazuo lo ignorara como hacía con todos... pero no fue así.
—"Qué tal estás, Kaito" —respondió Kazuo, con voz tranquila y una leve inclinación de cabeza.
—"¿Eh?" —soltó Reika para sí misma, con los ojos bien abiertos.
—"¿Qué haces por acá? ¿Otra de tus misiones secretas que no puedes contar?" —bromeó Kaito.
Kazuo solo asintió levemente.
—"Lo de siempre" —y siguió caminando sin más.
—"Claro, claro... Bueno, adiós" —dijo Kaito, retomando su silbido mientras doblaba la esquina.
Reika no lo dudó. Corrió tras él y lo interceptó justo al final del pasillo.
—"¡Kaito!" —lo llamó, deteniéndolo en seco—. "¿Por qué le hablas así a Kazuo? ¿Lo conoces?"
Kaito sonrió con esa expresión suya tan despreocupada y descarada.
—"¿Quieres su número, coquetona? ¿Eh?"
—"¡No, idiota!"
—"¿Entonces su insta?"
—"¡Que no! Lo que pasa es que él sabe algo, y necesito sacarle información. ¿Tú crees que te la diría?"
Kaito alzó los hombros, relajado.
—"¿A mí? Ni aunque me pusiera una falda. Nos saludamos cada vez que viene porque lo conozco desde antes de entrar al colegio, pero Kazuo habla lo justo y necesario. Solo me dirige la palabra porque soy simpático... y porque sabe que no me meto en sus cosas."
Reika suspiró, frustrada.
—"No jodas, Kaito... ah, estoy perdida."
Kaito se encogió de hombros, como si todo fuera un juego para él.
—"Pero tú eres chica. Seguro hablará si te lo propones."
Reika lo miró, dudando.
—"¿A qué te refieres?"
—"Mira... sé que parece un bloque de hielo, y lo es. Es un Zenin, está apegado a su clan, a las reglas y a todo ese rollo de samurái moderno que no entiendo ni me importa. Pero tiene una debilidad."
—"¿Debilidad?"
—"Las chicas. No me malinterpretes, no es un pervertido ni nada por el estilo. Pero si una chica se le acerca con dulzura, le toca ese lado protector raro que tiene. Es de los que piensan que las mujeres son delicadas y hay que cuidarlas. Anticuado, ya sabes."
Reika se quedó en silencio. Recordó las veces que trabajó con él. Es cierto que no hablaban mucho, pero... ahora que lo pensaba, sí lo había notado mirándola de reojo más de una vez. Nunca dijo nada, pero esa atención estaba ahí. ¿Sería posible que... sí, que eso funcionara?
Comienza el Plan.
De inmediato, giró sobre sus talones y salió corriendo.
—"¡Tengo que hablar con Gojo!" —gritó sin mirar atrás.
—"¡Hey, pregúntale si vio el nuevo capítulo de DMC!" —Pero ella no lo escuchó.
Porque ahora tenía un plan. Y si salía bien, Kazuo no podría seguir guardando silencio.
Gojo estaba revisando unos documentos en su oficina —más bien hojeándolos sin leer, porque claramente no estaba concentrado— cuando la puerta se abrió de golpe y Reika entró como una ráfaga de fuego.
—"¡Tengo un plan!" —anunció, sin saludar siquiera.
Gojo levantó la vista, curioso... y medio asustado.
—"¿Eso es algo bueno o debo prepararme para correr?"
Reika ignoró el comentario y se dejó caer en el sofá frente a él.
—"Ya sé cómo hacer que Kazuo hable."
Gojo se inclinó hacia ella, entusiasmado.
—"¿Sí? ¿Lo vas a encerrar en un cuarto sin ventanas? ¿Tortura psicológica? ¿Gas lacrimógeno?"
—"No, nada de eso. Voy a... verme tierna."
Silencio.
Gojo parpadeó.
—"¿Perdón?"
—"Kaito me dijo que Kazuo tiene una debilidad por las chicas. Dice que, si me ve como alguien dulce y frágil, probablemente baje la guardia."
Gojo la miró, cruzando los brazos con lentitud.
—"¿Y tú crees que él se va a tragar ese numerito tuyo?"
—"¿Y por qué no?"
—"Porque te conoce, Reika. Sabe que podrías prender fuego una ciudad solo porque alguien te miró feo."
—"¡Exacto! Por eso tengo que parecer alguien completamente diferente."
Gojo arqueó una ceja.
—"¿Diferente cómo?"
Reika se levantó con una determinación casi heroica.
—"Voy a cortarme el flequillo. Y me voy a vestir kawaii."
Gojo la miró como si acabara de anunciar que iba a invadir Rusia en invierno.
—"¿Kawaii... como con moñitos y faldas con vuelos y medias con conejitos?"
—"Exactamente."
—"¿Y estás dispuesta a hacer eso por el plan?" —preguntó, entrecerrando los ojos con cierta molestia.
—"Sí. Es la mejor opción."
Gojo chasqueó la lengua, medio divertido, medio incómodo.
—"Mira tú... dispuesta a coquetearle a Kazuo Zenin. Qué bajo hemos caído."
—"¡No es coquetear! Es infiltración emocional estratégica."
—"¡Ja! ¡Eso suena aún peor!" —se echó hacia atrás, mirando el techo con resignación fingida—. "Primero te tengo que ver jugando a la colegiala con lacitos, y después te vas a enamorar del tipo. Fantástico."
Reika lo miró, desconcertada.
—"¿Estás celoso?"
Gojo se aclaró la garganta y miró hacia otro lado.
—"¿Yo? Por favor. Solo estoy... protegiendo la integridad táctica de la operación."
—"Claro, claro..." —sonrió ella con malicia.
Gojo la miró con una mezcla de fastidio y diversión.
—"Solo prométeme que, si se te ocurre besarlo como parte del plan, me lo adviertas. Para... prepararme emocionalmente."
—"Ay, no exageres. Apenas si voy a hablarle como si fuera una damita en apuros. Ya está."
—"¿Y cuándo se supone que vas a hacer esta transformación?"
—"Hoy. Esta tarde. Ya pedí turno en la peluquería y tengo el vestuario. Me va a ayudar una de las chicas de segundo."
Gojo la observó un momento en silencio, luego sonrió con esa expresión suya entre orgullosa y amarga.
—"Vas a ser imparable, ¿lo sabes?"
—"Sí." —le guiñó un ojo— "Pero no te preocupes, seguiré siendo tu peor pesadilla."
Y salió de la oficina tan rápido como había entrado.
Gojo se quedó solo, mirando la puerta cerrada.
—"Kawaii, dice... Joder..." —se pasó una mano por la cara, entre risas suaves— "Si Kazuo se atreve a pestañear de más, lo mato."
—"¡Tengo que hablar con Gojo!" —gritó sin mirar atrás.
—"¡Hey, pregúntale si vio el nuevo capítulo de DMC!" —Pero ella no lo escuchó.
Porque ahora tenía un plan. Y si salía bien, Kazuo no podría seguir guardando silencio.
Gojo estaba revisando unos documentos en su oficina —más bien hojeándolos sin leer, porque claramente no estaba concentrado— cuando la puerta se abrió de golpe y Reika entró como una ráfaga de fuego.
—"¡Tengo un plan!" —anunció, sin saludar siquiera.
Gojo levantó la vista, curioso... y medio asustado.
—"¿Eso es algo bueno o debo prepararme para correr?"
Reika ignoró el comentario y se dejó caer en el sofá frente a él.
—"Ya sé cómo hacer que Kazuo hable."
Gojo se inclinó hacia ella, entusiasmado.
—"¿Sí? ¿Lo vas a encerrar en un cuarto sin ventanas? ¿Tortura psicológica? ¿Gas lacrimógeno?"
—"No, nada de eso. Voy a... verme tierna."
Silencio.
Gojo parpadeó.
—"¿Perdón?"
—"Kaito me dijo que Kazuo tiene una debilidad por las chicas. Dice que, si me ve como alguien dulce y frágil, probablemente baje la guardia."
Gojo la miró, cruzando los brazos con lentitud.
—"¿Y tú crees que él se va a tragar ese numerito tuyo?"
—"¿Y por qué no?"
—"Porque te conoce, Reika. Sabe que podrías prender fuego una ciudad solo porque alguien te miró feo."
—"¡Exacto! Por eso tengo que parecer alguien completamente diferente."
Gojo arqueó una ceja.
—"¿Diferente cómo?"
Reika se levantó con una determinación casi heroica.
—"Voy a cortarme el flequillo. Y me voy a vestir kawaii."
Gojo la miró como si acabara de anunciar que iba a invadir Rusia en invierno.
—"¿Kawaii... como con moñitos y faldas con vuelos y medias con conejitos?"
—"Exactamente."
—"¿Y estás dispuesta a hacer eso por el plan?" —preguntó, entrecerrando los ojos con cierta molestia.
—"Sí. Es la mejor opción."
Gojo chasqueó la lengua, medio divertido, medio incómodo.
—"Mira tú... dispuesta a coquetearle a Kazuo Zenin. Qué bajo hemos caído."
—"¡No es coquetear! Es infiltración emocional estratégica."
—"¡Ja! ¡Eso suena aún peor!" —se echó hacia atrás, mirando el techo con resignación fingida—. "Primero te tengo que ver jugando a la colegiala con lacitos, y después te vas a enamorar del tipo. Fantástico."
Reika lo miró, desconcertada.
—"¿Estás celoso?"
Gojo se aclaró la garganta y miró hacia otro lado.
—"¿Yo? Por favor. Solo estoy... protegiendo la integridad táctica de la operación."
—"Claro, claro..." —sonrió ella con malicia.
Gojo la miró con una mezcla de fastidio y diversión.
—"Solo prométeme que, si se te ocurre besarlo como parte del plan, me lo adviertas. Para... prepararme emocionalmente."
—"Ay, no exageres. Apenas si voy a hablarle como si fuera una damita en apuros. Ya está."
—"¿Y cuándo se supone que vas a hacer esta transformación?"
—"Hoy. Esta tarde. Ya pedí turno en la peluquería y tengo el vestuario. Me va a ayudar una de las chicas de segundo."
Gojo la observó un momento en silencio, luego sonrió con esa expresión suya entre orgullosa y amarga.
—"Vas a ser imparable, ¿lo sabes?"
—"Sí." —le guiñó un ojo— "Pero no te preocupes, seguiré siendo tu peor pesadilla."
Y salió de la oficina tan rápido como había entrado.
Gojo se quedó solo, mirando la puerta cerrada.
—"Kawaii, dice... Joder..." —se pasó una mano por la cara, entre risas suaves— "Si Kazuo se atreve a pestañear de más, lo mato."
Reika Kawaii.
Al día siguiente, las clases comenzaron como de costumbre, pero el ambiente en el colegio estaba... raro. Algo se sentía distinto. Bastaron unos segundos para que todos entendieran el motivo: Reika acababa de entrar por la puerta principal.
Su uniforme había sido "ligeramente modificado". Llevaba una falda escandalosamente corta, pantimedias que le llegaban hasta los muslos, una camisa un poco abierta que dejaba entrever un escote cuidadosamente calculado, y dos coletas trenzadas que caían a los lados de su rostro. Un flequillo punteagudo en su frente, rubor en sus mejillas y un caminar... dulce, casi ridículamente tierno. Apretaba sus cuadernos contra el pecho como si fueran un peluche.
La reacción fue inmediata. Algunos estudiantes se quedaron boquiabiertos. Otros se frotaban los ojos, preguntándose si estaban viendo bien. Kaito, apoyado en los barandales del pasillo, soltó en un murmullo casi inaudible:
—"Oh, joder... mierda, compañerita..."
Reika seguía caminando, con su mejor cara de "yo no rompo ni una hoja", mientras el murmullo crecía a su alrededor. Fue entonces que Gojo apareció por el pasillo contrario, despreocupado como siempre, con las manos en los bolsillos y la sonrisa floja... hasta que la vio.
Se congeló.
El rubor se le subió de golpe al rostro. Y no era un leve sonrojo, no. Era un "¿qué carajos estoy viendo?" con una pizca de celos y otro tanto de confusión.
—"Verg... ¿por qué nunca se vistió así para mí?" —susurró, entre celoso y ofendido.
Mientras tanto, Reika se acercaba a Kaito. Él la miró de pies a cabeza sin siquiera disimular y soltó:
—"¿Tienes OnlyFans?"
Reika frunció el ceño y bajó la mirada hacia su ropa con incomodidad.
—"¿Tú crees que esto funcione?"
Kaito sonrió con descaro, mordiéndose el labio inferior.
—"Conmigo ya está funcionando..." —dijo, bajando la voz y acercándose un poco más—. "Me encantaría tener una información que quieras obtener... y que me la pidieras así, con esa carita."
Antes de que Reika pudiera contestar, un brazo se cerró con fuerza alrededor del cuello de Kaito, casi como una llave de lucha libre. Gojo apareció de la nada, con su clásica sonrisa juguetona y un tono entre divertido y amenazante:
—"Kaito querido... ¿por qué no cierras la boca antes de que te la cierre yo?"
Kaito, medio asfixiado, levantó las manos en son de paz.
—"¡Jajaja! ¡Está bien, está bien! Me callo..." —balbuceó entre risas nerviosas.
Gojo lo soltó finalmente y, mientras Kaito recuperaba el aliento, miró a Reika de reojo. Luego, con una expresión neutral pero una sonrisa que escondía algo más, Kaito le dijo:
—"Reika... estás muy kawaii. Espero que consigas lo que estás buscando."
Fue suficiente para que no sospechara nada... por ahora.
Gojo, en cambio, no dijo nada más. Solo se quedó en silencio, mirando a Reika mientras ella lo evitaba hábilmente con la mirada. El plan había comenzado, y aunque él sabía que era necesario... no podía evitar sentirse incómodo.
Su uniforme había sido "ligeramente modificado". Llevaba una falda escandalosamente corta, pantimedias que le llegaban hasta los muslos, una camisa un poco abierta que dejaba entrever un escote cuidadosamente calculado, y dos coletas trenzadas que caían a los lados de su rostro. Un flequillo punteagudo en su frente, rubor en sus mejillas y un caminar... dulce, casi ridículamente tierno. Apretaba sus cuadernos contra el pecho como si fueran un peluche.
La reacción fue inmediata. Algunos estudiantes se quedaron boquiabiertos. Otros se frotaban los ojos, preguntándose si estaban viendo bien. Kaito, apoyado en los barandales del pasillo, soltó en un murmullo casi inaudible:
—"Oh, joder... mierda, compañerita..."
Reika seguía caminando, con su mejor cara de "yo no rompo ni una hoja", mientras el murmullo crecía a su alrededor. Fue entonces que Gojo apareció por el pasillo contrario, despreocupado como siempre, con las manos en los bolsillos y la sonrisa floja... hasta que la vio.
Se congeló.
El rubor se le subió de golpe al rostro. Y no era un leve sonrojo, no. Era un "¿qué carajos estoy viendo?" con una pizca de celos y otro tanto de confusión.
—"Verg... ¿por qué nunca se vistió así para mí?" —susurró, entre celoso y ofendido.
Mientras tanto, Reika se acercaba a Kaito. Él la miró de pies a cabeza sin siquiera disimular y soltó:
—"¿Tienes OnlyFans?"
Reika frunció el ceño y bajó la mirada hacia su ropa con incomodidad.
—"¿Tú crees que esto funcione?"
Kaito sonrió con descaro, mordiéndose el labio inferior.
—"Conmigo ya está funcionando..." —dijo, bajando la voz y acercándose un poco más—. "Me encantaría tener una información que quieras obtener... y que me la pidieras así, con esa carita."
Antes de que Reika pudiera contestar, un brazo se cerró con fuerza alrededor del cuello de Kaito, casi como una llave de lucha libre. Gojo apareció de la nada, con su clásica sonrisa juguetona y un tono entre divertido y amenazante:
—"Kaito querido... ¿por qué no cierras la boca antes de que te la cierre yo?"
Kaito, medio asfixiado, levantó las manos en son de paz.
—"¡Jajaja! ¡Está bien, está bien! Me callo..." —balbuceó entre risas nerviosas.
Gojo lo soltó finalmente y, mientras Kaito recuperaba el aliento, miró a Reika de reojo. Luego, con una expresión neutral pero una sonrisa que escondía algo más, Kaito le dijo:
—"Reika... estás muy kawaii. Espero que consigas lo que estás buscando."
Fue suficiente para que no sospechara nada... por ahora.
Gojo, en cambio, no dijo nada más. Solo se quedó en silencio, mirando a Reika mientras ella lo evitaba hábilmente con la mirada. El plan había comenzado, y aunque él sabía que era necesario... no podía evitar sentirse incómodo.
El Muro Zennin.
Kazuo caminaba por los jardines del instituto con la misma calma que lo caracterizaba: espalda recta, mirada al frente, katana a la espalda, y ese aire de samurái moderno que parecía inmune al caos juvenil de los pasillos. A lo lejos, Reika lo vio y tragó saliva.
—"Vamos, tú puedes... es solo actuar kawaii, no es tan difícil, ¿cierto?"
Inspiró hondo, apretó los cuadernos contra su pecho, y empezó a caminar con pasitos cortos, el rubor todavía fresco en sus mejillas. En cuanto estuvo a unos pasos de él, le habló con una voz más suave de lo normal.
—"Kazuo-senpai~" —entonó con dulzura exagerada.
Kazuo se detuvo. Giró la cabeza lentamente, como si no estuviera seguro de que le hablaban a él. Sus ojos afilados se posaron en ella. La escaneó de pies a cabeza sin ninguna expresión evidente... pero sus cejas se alzaron apenas. Un leve destello de confusión (¿o interés?) cruzó su rostro antes de responder con voz grave:
—"¿Reika...?"
—"Sí~ ¡Qué bueno verte!" —dijo ella, ladeando la cabeza y juntando los dedos con una sonrisa adorable—. "¿Te molesto un segundito?"
Kazuo asintió en silencio.
Desde la sombra de un edificio, Gojo observaba la escena con los brazos cruzados y una vena palpitándole en la sien. Kaito apareció a su lado, masticando chicle y con una sonrisa ladina.
—"¿Plan 'falda corta' en marcha?"
—"Shh" —gruñó Gojo sin dejar de mirar—. "Estoy concentrado."
Kaito soltó una risita.
—"Estás celoso, bro."
—"Estoy supervisando una estrategia, no confundas roles."
Mientras tanto, Reika seguía con su actuación.
—"Sabes, me acordé de esas misiones que hicimos juntos... ¡fuiste muy valiente! Siempre me sentí muy protegida a tu lado~" —agregó, dando un paso más cerca.
Kazuo parpadeó lentamente.
—"¿Ah, sí?"
—"Ajá. Y pensaba... tú y Mei Mei hacían un gran equipo también, ¿no? Seguro tienen muchas historias juntos..." —dijo mientras fingía arreglarse una trencita con una risita nerviosa.
Kazuo desvió la mirada.
—"No me gusta hablar de otros hechiceros."
—"Ohh, ya veo~ pero... si supieras algo que podría ayudarme a entender ciertas cosas... yo estaría taaan agradecida" —dijo, juntando las manos como si rezara.
Kazuo la observó fijamente por un segundo. El silencio se alargó. Luego bajó la mirada hacia el suelo, y soltó:
—"No está bien usar lo que uno sabe para manipular... por más linda que sea la intención."
Reika parpadeó, sorprendida. ¿Acaba de decir "linda"? ¿Eso fue un avance?
Kazuo, impasible, volvió a mirarla.
—"Además, esas cosas traen consecuencias. No te conviene meterte."
Reika frunció los labios, aún en modo kawaii, y puso cara de cachorrito abandonado.
—"Pero Kazuo-senpai~... solo necesito un poquito de verdad. ¿Ni una pista~?"
Kazuo vaciló. Solo un segundo. Luego suspiró y dijo:
—"Habla con Mei Mei directamente. Si algo hicimos, ella lo firmó. No tengo por qué decir nada más."
Y se dio media vuelta. Reika lo vio alejarse, con una gota de sudor bajándole por la sien.
—"Maldita muralla de hielo..."
—"¡Yo pensé que sí ibas a lograrlo!" —dijo Kaito, apareciendo de nuevo junto a ella con una bolsa de papitas—. "Pero debo admitir que estuviste adorable. Aunque no te funcionó, eh. Deberías actuar así más seguido."
—"¡Agh cállate idiota, me veo como estúpida!"
Gojo llegó al grupo con los lentes apenas bajados y expresión de fastidio.
—"¿Ya terminó el teatro?"
—"Kazuo no habló, pero me miró más de lo que me ha hablado en su vida" —dijo Reika, cruzándose de brazos.
—"¿Y eso te parece suficiente?" —bufó Gojo, tratando de no sonar molesto.
—"¡Es un avance!"
—"O una pérdida de dignidad innecesaria" —murmuró él, mirando de reojo sus piernas.
Kaito silbó y se alejó con una risita.
—"Voy a dejar que resuelvan sus tensiones acumuladas, yo paso~"
Reika rodó los ojos.
—"Necesitamos otro plan. Uno donde no tenga que ir vestida como un personaje de anime para sacar información."
Gojo suspiró.
—"Bueno... al menos no fue un completo desastre. Casi logras hacerle sudar una ceja."
—"Yo pienso que debiste haber gemido ¡Ah!." —Dijo Kaito con una risita burlona.
—"Jaja, muy gracioso." —Exclamó Reika enojada y frustrada.
Gojo se aproximó a ella con las manos en los bolsillos —"Aunque admito..." —añadió bajando un poco la voz—, "te veías... interesante."
Ella lo miró de lado.
—"¿Interesante tipo 'te mato si te acercas a otro'? ¿O interesante tipo 'ven, te ayudo a cambiar de plan'?"
Gojo sonrió.
—"Ambas."
—"¿Por qué a los hombres les gustan las mujeres estúpidas?" —bufó frustrada.
—"Vamos, tú puedes... es solo actuar kawaii, no es tan difícil, ¿cierto?"
Inspiró hondo, apretó los cuadernos contra su pecho, y empezó a caminar con pasitos cortos, el rubor todavía fresco en sus mejillas. En cuanto estuvo a unos pasos de él, le habló con una voz más suave de lo normal.
—"Kazuo-senpai~" —entonó con dulzura exagerada.
Kazuo se detuvo. Giró la cabeza lentamente, como si no estuviera seguro de que le hablaban a él. Sus ojos afilados se posaron en ella. La escaneó de pies a cabeza sin ninguna expresión evidente... pero sus cejas se alzaron apenas. Un leve destello de confusión (¿o interés?) cruzó su rostro antes de responder con voz grave:
—"¿Reika...?"
—"Sí~ ¡Qué bueno verte!" —dijo ella, ladeando la cabeza y juntando los dedos con una sonrisa adorable—. "¿Te molesto un segundito?"
Kazuo asintió en silencio.
Desde la sombra de un edificio, Gojo observaba la escena con los brazos cruzados y una vena palpitándole en la sien. Kaito apareció a su lado, masticando chicle y con una sonrisa ladina.
—"¿Plan 'falda corta' en marcha?"
—"Shh" —gruñó Gojo sin dejar de mirar—. "Estoy concentrado."
Kaito soltó una risita.
—"Estás celoso, bro."
—"Estoy supervisando una estrategia, no confundas roles."
Mientras tanto, Reika seguía con su actuación.
—"Sabes, me acordé de esas misiones que hicimos juntos... ¡fuiste muy valiente! Siempre me sentí muy protegida a tu lado~" —agregó, dando un paso más cerca.
Kazuo parpadeó lentamente.
—"¿Ah, sí?"
—"Ajá. Y pensaba... tú y Mei Mei hacían un gran equipo también, ¿no? Seguro tienen muchas historias juntos..." —dijo mientras fingía arreglarse una trencita con una risita nerviosa.
Kazuo desvió la mirada.
—"No me gusta hablar de otros hechiceros."
—"Ohh, ya veo~ pero... si supieras algo que podría ayudarme a entender ciertas cosas... yo estaría taaan agradecida" —dijo, juntando las manos como si rezara.
Kazuo la observó fijamente por un segundo. El silencio se alargó. Luego bajó la mirada hacia el suelo, y soltó:
—"No está bien usar lo que uno sabe para manipular... por más linda que sea la intención."
Reika parpadeó, sorprendida. ¿Acaba de decir "linda"? ¿Eso fue un avance?
Kazuo, impasible, volvió a mirarla.
—"Además, esas cosas traen consecuencias. No te conviene meterte."
Reika frunció los labios, aún en modo kawaii, y puso cara de cachorrito abandonado.
—"Pero Kazuo-senpai~... solo necesito un poquito de verdad. ¿Ni una pista~?"
Kazuo vaciló. Solo un segundo. Luego suspiró y dijo:
—"Habla con Mei Mei directamente. Si algo hicimos, ella lo firmó. No tengo por qué decir nada más."
Y se dio media vuelta. Reika lo vio alejarse, con una gota de sudor bajándole por la sien.
—"Maldita muralla de hielo..."
—"¡Yo pensé que sí ibas a lograrlo!" —dijo Kaito, apareciendo de nuevo junto a ella con una bolsa de papitas—. "Pero debo admitir que estuviste adorable. Aunque no te funcionó, eh. Deberías actuar así más seguido."
—"¡Agh cállate idiota, me veo como estúpida!"
Gojo llegó al grupo con los lentes apenas bajados y expresión de fastidio.
—"¿Ya terminó el teatro?"
—"Kazuo no habló, pero me miró más de lo que me ha hablado en su vida" —dijo Reika, cruzándose de brazos.
—"¿Y eso te parece suficiente?" —bufó Gojo, tratando de no sonar molesto.
—"¡Es un avance!"
—"O una pérdida de dignidad innecesaria" —murmuró él, mirando de reojo sus piernas.
Kaito silbó y se alejó con una risita.
—"Voy a dejar que resuelvan sus tensiones acumuladas, yo paso~"
Reika rodó los ojos.
—"Necesitamos otro plan. Uno donde no tenga que ir vestida como un personaje de anime para sacar información."
Gojo suspiró.
—"Bueno... al menos no fue un completo desastre. Casi logras hacerle sudar una ceja."
—"Yo pienso que debiste haber gemido ¡Ah!." —Dijo Kaito con una risita burlona.
—"Jaja, muy gracioso." —Exclamó Reika enojada y frustrada.
Gojo se aproximó a ella con las manos en los bolsillos —"Aunque admito..." —añadió bajando un poco la voz—, "te veías... interesante."
Ella lo miró de lado.
—"¿Interesante tipo 'te mato si te acercas a otro'? ¿O interesante tipo 'ven, te ayudo a cambiar de plan'?"
Gojo sonrió.
—"Ambas."
—"¿Por qué a los hombres les gustan las mujeres estúpidas?" —bufó frustrada.
Ojos tras la Trenza.
En los pisos superiores del edificio administrativo, entre documentos sellados con maldición y archivos polvorientos del colegio, Mei Mei hojeaba con una elegancia inquietante una carpeta negra con el nombre "Kazuo Zennin" impreso en la portada. Su expresión era tranquila, como si estuviera revisando una lista de compras. Pero sus dedos estaban tensos.
—"Tch. Sabía que lo usarían" —murmuró para sí misma.
Desde hacía un par de días, Mei Mei había notado algo extraño: Kazuo, ese soldado silencioso y confiable, de pronto estaba recibiendo visitas... inusuales. Primero Reika, demasiado dulce para su propio bien, y luego Kaito, rondando por los pasillos como si olfateara secretos.
Ella no era tonta.
—"Están intentando sacarle algo. Tienen que estarlo haciendo por Gojo. Solo él tendría las pelotas para intentar moverme el piso así."
Sin perder tiempo, se dirigió al sistema de registros del colegio. Archivos, autorizaciones, registros de misiones pasadas. Todo lo que pudiera incriminarla. Y, claro, si algo de eso hablaba de pagos duplicados, necesitaba desaparecerlo ahora.
Mientras tanto, en el tejado del edificio principal, Gojo se colocaba sus lentes oscuros mientras miraba hacia el edificio de administración.
—"Ah, Mei Mei~ ¿ya vas a hacer trampa?" —murmuró con una sonrisa ladeada.
Había notado su presencia desde hacía tres días. No directamente, claro. Mei Mei era elegante hasta para espiar. Pero Gojo conocía su patrón. Su energía, su manera de moverse. Incluso su forma de mirar a los demás sin mirar realmente. La había visto desaparecer en las sombras justo después de que Reika hablara con Kazuo.
Y no era la única.
—"Mei Mei es muy atractiva. ¿No Sensei? —preguntó Kaito, apareciendo de la nada con un zumo en la mano.
— "Tan atractiva como peligrosa la maldita" —Respondió Gojo de forma automática, cuándo se dio cuenta que era Kaito frunció el ceño y respondió —"Ah, deja de joder Kaito ¿quieres? Me sacas de mi concentración"
—"¿Y bien? ¿Ya sabías que la trenza con patas nos está siguiendo?" —preguntó Kaito, con una sonrisa ladeada
—"Obvio. Solo estaba esperando que se pusiera nerviosa" —respondió Gojo, sin quitar la vista del edificio.
—"¿Y ahora qué?"
—"Ahora la dejamos hacer exactamente lo que quiere."
—"¿Cómo? ¿Vamos a dejar que borre los registros?"
Gojo sonrió con los lentes bajados.
—"Eso es lo mejor de todo, Kaito. No va a alcanzar a borrar los que yo ya dupliqué."
—"¿Tú qué?"
—"Je. Mei Mei tiene su estilo, pero yo tengo el mío. Una copia encantada se guarda sola, en tiempo real, si sabes dónde meterla. Y créeme, los del cuarto de monitores no son muy difíciles de convencer cuando les prometes una foto firmada de Nanami en traje de baño."
—"...eso es enfermamente específico."
—"Funcionó, ¿no?"
Mientras tanto, Reika se había reunido con ellos, aún con las trenzas puestas, pero menos kawaii, más frustrada.
—"Kazuo no suelta nada, pero sé que algo sabe. Vi cómo reaccionó."
Gojo le dio una palmadita en la cabeza (más larga de lo necesario).
—"Lo hiciste bien, agente Reika. Tu actuación fue... peligrosa."
Ella alzó una ceja.
—"¿Peligrosa para la misión?"
—"No... para mi autocontrol" —susurró él, bajando la voz con una sonrisa.
Kaito chasqueó la lengua.
—"¡Hey, menos flirteo, más estrategia!"
—"Tranquilo, celoso. Aún no has visto el segundo acto."
Desde la ventana del edificio, Mei Mei los observaba.
—"Maldito Satoru... algo me dice que ya estás varios pasos adelante."
Y tenía razón.
Pero todavía quedaba juego por delante.
—"Tch. Sabía que lo usarían" —murmuró para sí misma.
Desde hacía un par de días, Mei Mei había notado algo extraño: Kazuo, ese soldado silencioso y confiable, de pronto estaba recibiendo visitas... inusuales. Primero Reika, demasiado dulce para su propio bien, y luego Kaito, rondando por los pasillos como si olfateara secretos.
Ella no era tonta.
—"Están intentando sacarle algo. Tienen que estarlo haciendo por Gojo. Solo él tendría las pelotas para intentar moverme el piso así."
Sin perder tiempo, se dirigió al sistema de registros del colegio. Archivos, autorizaciones, registros de misiones pasadas. Todo lo que pudiera incriminarla. Y, claro, si algo de eso hablaba de pagos duplicados, necesitaba desaparecerlo ahora.
Mientras tanto, en el tejado del edificio principal, Gojo se colocaba sus lentes oscuros mientras miraba hacia el edificio de administración.
—"Ah, Mei Mei~ ¿ya vas a hacer trampa?" —murmuró con una sonrisa ladeada.
Había notado su presencia desde hacía tres días. No directamente, claro. Mei Mei era elegante hasta para espiar. Pero Gojo conocía su patrón. Su energía, su manera de moverse. Incluso su forma de mirar a los demás sin mirar realmente. La había visto desaparecer en las sombras justo después de que Reika hablara con Kazuo.
Y no era la única.
—"Mei Mei es muy atractiva. ¿No Sensei? —preguntó Kaito, apareciendo de la nada con un zumo en la mano.
— "Tan atractiva como peligrosa la maldita" —Respondió Gojo de forma automática, cuándo se dio cuenta que era Kaito frunció el ceño y respondió —"Ah, deja de joder Kaito ¿quieres? Me sacas de mi concentración"
—"¿Y bien? ¿Ya sabías que la trenza con patas nos está siguiendo?" —preguntó Kaito, con una sonrisa ladeada
—"Obvio. Solo estaba esperando que se pusiera nerviosa" —respondió Gojo, sin quitar la vista del edificio.
—"¿Y ahora qué?"
—"Ahora la dejamos hacer exactamente lo que quiere."
—"¿Cómo? ¿Vamos a dejar que borre los registros?"
Gojo sonrió con los lentes bajados.
—"Eso es lo mejor de todo, Kaito. No va a alcanzar a borrar los que yo ya dupliqué."
—"¿Tú qué?"
—"Je. Mei Mei tiene su estilo, pero yo tengo el mío. Una copia encantada se guarda sola, en tiempo real, si sabes dónde meterla. Y créeme, los del cuarto de monitores no son muy difíciles de convencer cuando les prometes una foto firmada de Nanami en traje de baño."
—"...eso es enfermamente específico."
—"Funcionó, ¿no?"
Mientras tanto, Reika se había reunido con ellos, aún con las trenzas puestas, pero menos kawaii, más frustrada.
—"Kazuo no suelta nada, pero sé que algo sabe. Vi cómo reaccionó."
Gojo le dio una palmadita en la cabeza (más larga de lo necesario).
—"Lo hiciste bien, agente Reika. Tu actuación fue... peligrosa."
Ella alzó una ceja.
—"¿Peligrosa para la misión?"
—"No... para mi autocontrol" —susurró él, bajando la voz con una sonrisa.
Kaito chasqueó la lengua.
—"¡Hey, menos flirteo, más estrategia!"
—"Tranquilo, celoso. Aún no has visto el segundo acto."
Desde la ventana del edificio, Mei Mei los observaba.
—"Maldito Satoru... algo me dice que ya estás varios pasos adelante."
Y tenía razón.
Pero todavía quedaba juego por delante.
Negocios de una Dama.
Las oficinas del tercer piso estaban vacías esa mañana. El sol atravesaba las persianas verticales dejando líneas doradas sobre el suelo de madera. Silencio. Hasta que unos tacones rompieron la calma con su inconfundible ritmo lento y seguro.
Kazuo Zennin, firme como siempre, revisaba algunos documentos en una sala lateral. No tenía guardia baja. Porque nunca la bajaba. Aun así, al escuchar el sonido familiar, levantó la vista sin sorprenderse.
—"Mei Mei." —Su voz era tranquila, como el filo de una katana envainada.
Ella entró con ese aire sereno, casi flotando, envuelta en un kimono moderno que combinaba elegancia y sobriedad. Llevaba el cabello impecable, como siempre. Y una leve sonrisa ladeada.
—"Kazuo-san. Qué fortuna encontrarlo aquí, justo cuando pensaba en usted."
Kazuo alzó una ceja apenas.
—"¿Ah, sí?"
—"Claro. Me preguntaba cuánto tiempo más seguirás trabajando para el instituto sin recibir algo a cambio más... acorde a tu categoría."
Kazuo no dijo nada. Simplemente cerró el documento frente a él, despacio. Sus ojos permanecían fijos en los de ella, duros, sin titubeo.
—"Recibo lo necesario."
—"¿Lo necesario?" —repitió ella, fingiendo sorpresa, como si esa idea le resultara entrañablemente absurda—. "Vamos, Kazuo. Sabes tan bien como yo que muchos ganan más por hacer menos. Pero tú... eres de los que hacen mucho, calladamente. Me parece injusto."
Kazuo no respondía. Su silencio era como una muralla.
Ella avanzó un poco más, sacando algo de su bolso: una pequeña tarjeta negra con bordes dorados.
—"Digamos que alguien quisiera agradecer tu discreción. Una especie de... compensación anticipada. Por fidelidad. Por el buen juicio. No necesitas hablar de nadie, ni confirmar nada. Solo... dejar las cosas como están."
Colocó la tarjeta sobre la mesa frente a él, con delicadeza, sin mirarlo directamente, como si estuvieran hablando de la lluvia.
Kazuo la miró. El silencio entre ellos era tan tenso que podría haber partido el aire.
Finalmente, él habló.
—"Me halaga que me consideres influenciable, Mei Mei."
Ella rió suavemente, sin perder la compostura.
—"No lo considero. Solo... tengo esperanzas."
Kazuo se puso de pie. Alto, firme, con la katana en su espalda. Tomó la tarjeta entre dos dedos... y la arrojó al cesto de basura a su lado sin siquiera mirarla.
—"Mi lealtad no está en venta."
—"¿Ni siquiera por tu clan?" —preguntó ella, más filosa.
—"Especialmente por él."
El ambiente se congeló por un segundo. Luego, Mei Mei volvió a sonreír. No de forma falsa, sino como alguien que acaba de confirmar lo que ya sabía. Se dio la vuelta con elegancia, como si nada hubiera pasado.
—"Sabía que me dirías eso. Pero tenía que intentarlo."
Antes de salir, se detuvo en la puerta.
—"No te preocupes. No lo tomaré personal. Aunque claro... si esto se filtra, tendré que tomar acciones más directas. Ya sabes cómo es esto, Kazuo. Dinero... o reputación. Todos elegimos."
Kazuo no respondió. Y esa fue su última palabra.
Afuera, desde una esquina del pasillo, Kaito y Gojo habían oído casi todo desde una técnica de sonido amplificada.
—"¡Uff! Le lanzó la platita en bandeja de plata" —susurró Kaito—. "¿Ese hombre es de carne o de piedra?"
—"De honor" —dijo Gojo con una media sonrisa—. "Y eso, mi amigo, es algo que Mei Mei no puede comprar."
Ahora sabían que Mei Mei estaba desesperada. Y eso... era justo lo que necesitaban.
Kazuo Zennin, firme como siempre, revisaba algunos documentos en una sala lateral. No tenía guardia baja. Porque nunca la bajaba. Aun así, al escuchar el sonido familiar, levantó la vista sin sorprenderse.
—"Mei Mei." —Su voz era tranquila, como el filo de una katana envainada.
Ella entró con ese aire sereno, casi flotando, envuelta en un kimono moderno que combinaba elegancia y sobriedad. Llevaba el cabello impecable, como siempre. Y una leve sonrisa ladeada.
—"Kazuo-san. Qué fortuna encontrarlo aquí, justo cuando pensaba en usted."
Kazuo alzó una ceja apenas.
—"¿Ah, sí?"
—"Claro. Me preguntaba cuánto tiempo más seguirás trabajando para el instituto sin recibir algo a cambio más... acorde a tu categoría."
Kazuo no dijo nada. Simplemente cerró el documento frente a él, despacio. Sus ojos permanecían fijos en los de ella, duros, sin titubeo.
—"Recibo lo necesario."
—"¿Lo necesario?" —repitió ella, fingiendo sorpresa, como si esa idea le resultara entrañablemente absurda—. "Vamos, Kazuo. Sabes tan bien como yo que muchos ganan más por hacer menos. Pero tú... eres de los que hacen mucho, calladamente. Me parece injusto."
Kazuo no respondía. Su silencio era como una muralla.
Ella avanzó un poco más, sacando algo de su bolso: una pequeña tarjeta negra con bordes dorados.
—"Digamos que alguien quisiera agradecer tu discreción. Una especie de... compensación anticipada. Por fidelidad. Por el buen juicio. No necesitas hablar de nadie, ni confirmar nada. Solo... dejar las cosas como están."
Colocó la tarjeta sobre la mesa frente a él, con delicadeza, sin mirarlo directamente, como si estuvieran hablando de la lluvia.
Kazuo la miró. El silencio entre ellos era tan tenso que podría haber partido el aire.
Finalmente, él habló.
—"Me halaga que me consideres influenciable, Mei Mei."
Ella rió suavemente, sin perder la compostura.
—"No lo considero. Solo... tengo esperanzas."
Kazuo se puso de pie. Alto, firme, con la katana en su espalda. Tomó la tarjeta entre dos dedos... y la arrojó al cesto de basura a su lado sin siquiera mirarla.
—"Mi lealtad no está en venta."
—"¿Ni siquiera por tu clan?" —preguntó ella, más filosa.
—"Especialmente por él."
El ambiente se congeló por un segundo. Luego, Mei Mei volvió a sonreír. No de forma falsa, sino como alguien que acaba de confirmar lo que ya sabía. Se dio la vuelta con elegancia, como si nada hubiera pasado.
—"Sabía que me dirías eso. Pero tenía que intentarlo."
Antes de salir, se detuvo en la puerta.
—"No te preocupes. No lo tomaré personal. Aunque claro... si esto se filtra, tendré que tomar acciones más directas. Ya sabes cómo es esto, Kazuo. Dinero... o reputación. Todos elegimos."
Kazuo no respondió. Y esa fue su última palabra.
Afuera, desde una esquina del pasillo, Kaito y Gojo habían oído casi todo desde una técnica de sonido amplificada.
—"¡Uff! Le lanzó la platita en bandeja de plata" —susurró Kaito—. "¿Ese hombre es de carne o de piedra?"
—"De honor" —dijo Gojo con una media sonrisa—. "Y eso, mi amigo, es algo que Mei Mei no puede comprar."
Ahora sabían que Mei Mei estaba desesperada. Y eso... era justo lo que necesitaban.
Una Propuesta Elegante.
El sol se colaba con suavidad por los ventanales del cuarto piso del instituto. Era una hora tranquila, pero el ambiente entre ellos dos era todo menos relajado.
Gojo estaba sentado sobre el borde de un escritorio, balanceando una pierna con desinterés fingido. Sus lentes estaban en su sitio, y la sonrisa juguetona decoraba su rostro como siempre, pero sus ojos brillaban con una seriedad inusual.
Frente a él, como una sombra refinada, Mei Mei lo observaba con las manos cruzadas sobre su regazo. Impecable, como siempre.
—"Has estado muy ocupado últimamente, Satoru." —comenzó ella con voz suave, como si hablaran del clima.
—"Oh, ya sabes. Salvo el mundo, entreno estudiantes, me entero de que alguien anda robando al instituto..." —respondió Gojo, bajando los lentes un poco con el dedo—. "Días normales."
Ella sonrió, elegante y sin una pizca de culpa.
—"Sigo sin entender por qué te importa. Tú, precisamente tú, que siempre has estado por encima de todo esto. ¿Qué te cambia si hay números raros en los registros?"
—"No me cambia nada a mí." —dijo, con voz suave— "Pero te cambia todo a ti."
Ella dio un par de pasos hasta quedar frente a él.
—"No sé qué piensas haber encontrado, pero si eres tan listo como todos dicen, sabrás que esto no te conviene. Podrías hacer mucho ruido, sí... pero también salpicaría a otros, a gente importante. El instituto no se hundirá por una... mala contadora."
Gojo se inclinó un poco hacia ella, su sonrisa se volvió más filosa.
—"¿Estás amenazándome, Mei Mei?"
—"Estoy negociando." —respondió ella con un tono encantador—. "Tú guardas silencio. Yo dejo de husmear cerca de tus estudiantes y tus secretos. Cada uno sigue su vida. Feliz."
—"Y todo lo que te robaste del instituto y del clan Zenin, ¿te lo quedas?" —dijo, ladeando la cabeza.
—"Por supuesto." —respondió ella como si hablara de la hora del té— "Eso ya es historia pasada. Regresarlo no cambiaría nada, ¿verdad?"
Gojo soltó una risa breve. Luego se levantó, caminó lentamente a su alrededor y se detuvo a su lado.
—"Tienes estilo, Mei Mei. Lo admito. Pero tienes un problema... yo también."
—"¿Y cuál es ese problema?"
—"No me gusta perder. Y menos contra alguien que cree tener la última palabra." —dijo mirándola con intensidad.
Ella no respondió de inmediato. Lo miró de lado, sin miedo, sin sonrisa esta vez. Solo con frialdad.
—"Entonces supongo que el juego continúa."
—"Supongo que sí." —respondió él.
—"Pero no olvides algo, Gojo..." —agregó ella girándose hacia la puerta— "Si caigo, me llevo a varios conmigo. Incluyéndote."
—"Buena suerte con eso." —dijo Gojo, recuperando la sonrisa y acomodándose los lentes— "Yo floto. Tú... bueno, tú cargas mucho dinero. Eso pesa."
Ella no respondió. Salió caminando como si nada le afectara. Pero por primera vez en mucho tiempo, no estaba completamente segura.
Y Gojo... ya no pensaba en exponerla solamente. Estaba empezando a pensar en destruirla del todo si ella continuaba metiéndose en sus asuntos.
Gojo estaba sentado sobre el borde de un escritorio, balanceando una pierna con desinterés fingido. Sus lentes estaban en su sitio, y la sonrisa juguetona decoraba su rostro como siempre, pero sus ojos brillaban con una seriedad inusual.
Frente a él, como una sombra refinada, Mei Mei lo observaba con las manos cruzadas sobre su regazo. Impecable, como siempre.
—"Has estado muy ocupado últimamente, Satoru." —comenzó ella con voz suave, como si hablaran del clima.
—"Oh, ya sabes. Salvo el mundo, entreno estudiantes, me entero de que alguien anda robando al instituto..." —respondió Gojo, bajando los lentes un poco con el dedo—. "Días normales."
Ella sonrió, elegante y sin una pizca de culpa.
—"Sigo sin entender por qué te importa. Tú, precisamente tú, que siempre has estado por encima de todo esto. ¿Qué te cambia si hay números raros en los registros?"
—"No me cambia nada a mí." —dijo, con voz suave— "Pero te cambia todo a ti."
Ella dio un par de pasos hasta quedar frente a él.
—"No sé qué piensas haber encontrado, pero si eres tan listo como todos dicen, sabrás que esto no te conviene. Podrías hacer mucho ruido, sí... pero también salpicaría a otros, a gente importante. El instituto no se hundirá por una... mala contadora."
Gojo se inclinó un poco hacia ella, su sonrisa se volvió más filosa.
—"¿Estás amenazándome, Mei Mei?"
—"Estoy negociando." —respondió ella con un tono encantador—. "Tú guardas silencio. Yo dejo de husmear cerca de tus estudiantes y tus secretos. Cada uno sigue su vida. Feliz."
—"Y todo lo que te robaste del instituto y del clan Zenin, ¿te lo quedas?" —dijo, ladeando la cabeza.
—"Por supuesto." —respondió ella como si hablara de la hora del té— "Eso ya es historia pasada. Regresarlo no cambiaría nada, ¿verdad?"
Gojo soltó una risa breve. Luego se levantó, caminó lentamente a su alrededor y se detuvo a su lado.
—"Tienes estilo, Mei Mei. Lo admito. Pero tienes un problema... yo también."
—"¿Y cuál es ese problema?"
—"No me gusta perder. Y menos contra alguien que cree tener la última palabra." —dijo mirándola con intensidad.
Ella no respondió de inmediato. Lo miró de lado, sin miedo, sin sonrisa esta vez. Solo con frialdad.
—"Entonces supongo que el juego continúa."
—"Supongo que sí." —respondió él.
—"Pero no olvides algo, Gojo..." —agregó ella girándose hacia la puerta— "Si caigo, me llevo a varios conmigo. Incluyéndote."
—"Buena suerte con eso." —dijo Gojo, recuperando la sonrisa y acomodándose los lentes— "Yo floto. Tú... bueno, tú cargas mucho dinero. Eso pesa."
Ella no respondió. Salió caminando como si nada le afectara. Pero por primera vez en mucho tiempo, no estaba completamente segura.
Y Gojo... ya no pensaba en exponerla solamente. Estaba empezando a pensar en destruirla del todo si ella continuaba metiéndose en sus asuntos.
Reika Rompecorazones.
Kazuo se aproximó con pasos tranquilos pero seguros, y al detenerse frente a Reika, arqueó una ceja con leve sorpresa al notar su atuendo.
—"Buenos días, Reika." —dijo con una cortesía inusual en él, incluso suave.
Reika, algo desconcertada, se giró hacia él.
—"Ah... buenos días, Kazuo. ¿Cómo estás?"
—"Bien." —respondió sin más, pero su mirada no se despegaba de ella.
Hubo un breve silencio, hasta que él lo rompió con un tono curioso.
—"Te ves... diferente a la última vez que hablamos. Me quedé pensando en eso, ¿sabes?"
—"¿En serio?" —preguntó con una risa nerviosa, jugando con el dobladillo de su manga.
—"Sí. Creo que no fui del todo cortés contigo. Me gustaría... enmendar eso. Después de todo, no todos los días una dama tan linda me dirige la palabra."
"¿¡Qué carajos!?", pensó Reika con el alma saliéndosele por los ojos, aunque por fuera apenas logró forzar una sonrisa. Kazuo, mientras tanto, dio un paso más hacia ella, acortando la distancia.
—"Estaba pensando que podríamos ir a tomar el té... o algo más, claro, si tú estás de acuerdo."
El rubor se apoderó de sus mejillas. Reika parpadeó varias veces, buscando con la mirada a alguien, a cualquiera, que pudiera rescatarla de esa situación.
—"Entonces... ¿qué dices?" —insistió él, con su típica serenidad, pero esta vez con algo más en los ojos.
Reika, paralizada, forzó una sonrisa.
—"Yo... ehm... ¿té?" —miró desesperadamente a su alrededor. ¿¡Dónde demonios estaba Kaito cuando lo necesitaba para arruinar el momento con una de sus idioteces!?
Y como si alguien le hubiera leído la mente, una voz chirriante y burlona se oyó a lo lejos.
—"¡Vaya, Reikaaa...! ¿Así que ahora coleccionas galanes con apellido importante?" —Rin apareció agitando una botella de jugo como si fuera champán, caminando hacia ellos con su sonrisa venenosa de siempre.
—"No es lo que parece..." —susurró Reika entre dientes, ya empezando a sudar frío.
Kazuo, en cambio, parecía impasible.
—"¿Tú eres... Rin, cierto? He escuchado de ti."
—"¿Ah, sí? ¡Qué halago! Espero que lo bueno, porque si es lo malo, entonces seguro es cierto." —respondió ella con descaro mientras le daba una mirada fulminante a Reika—. "Aunque... ¿tú no eras fiel a Gojo?"
Reika tragó saliva.
—"¡Rin!"
—"¿Quééé? Solo digo. Te lanzas como colegiala tierna, y de pronto, ¡boom! Kazuo te quiere invitar a tomar el té. ¿Qué clase de té es ese? ¿Matcha o matrimonio?"
—"No es así... yo solo quería hablar con él, por la información, ¡eso!" —exclamó Reika, colorada como una cereza.
—"¡Ajá! ¿Información de qué? ¿o inclinación?" —Rin soltó una risita malévola—. "Te estás convirtiendo en una de nosotras, cariño."
Y en medio de ese desastre, alguien más decidió que ya era hora de intervenir.
—"Bueno, bueno, bueno... ¿qué tenemos aquí?" —la voz de Gojo interrumpió la escena, y todos giraron para verlo aparecer con su sonrisa brillante y sus manos en los bolsillos, caminando como si acabara de bajarse de una pasarela de moda.
Se detuvo justo entre Kazuo y Reika, pasó su brazo por los hombros de ella y sonrió ampliamente.
—"¿Kazuo, amigo? ¡Qué inesperado verte tan conversador! Y justo con mi estudiante más... carismática."
Kazuo bajó la mirada levemente, midiendo a Gojo con un gesto seco.
—"No sabía que tenía dueño."
—"¿Dueño?" —Gojo soltó una risa nasal— "Tranquilo, esto no es el siglo XVII. Pero digamos que si alguien quiere invitarla a tomar té... tiene que traer galletitas para mí también."
Reika se cubrió la cara de la vergüenza. Rin, por supuesto, estaba muerta de risa.
—"¡Jajaja! Dios mío, Satoru, pareces su mamá celosa."
Kazuo, aún serio, asintió cortésmente.
—"Quizás en otro momento." —Y con eso, se retiró, dejando a Reika completamente colapsada emocionalmente.
—"Un momento... —añadió Kaito que acababa de llegar, comiendo una barra de cereal como si fuera palomitas frente a una película. —"¿Ustedes dos tienen algo?" —Preguntó confundido mirando a Gojo y luego a Reika.
Rin golpeo a Kaito en la cabeza —"¿Hasta ahora te das cuenta? Buah! ¡Eres un tonto!"
—"¿Y por qué se supone que debería saber? Son expertos ocultando cosas, Ahora entiendo por qué todo esto del plan" —Dijo sonriendo como un tonto rascándose la cabeza.
Rin rio a carcajadas —"¿Expertos? JAJAJA, Te daré otro golpe para que te arregles"
Reika suspiró.
—"¿Alguien quiere matarme ahora o lo dejamos para más tarde?"
—"Nah," —respondió Rin—, "esto estuvo demasiado bueno. Quiero ver qué te pones mañana, señorita 'kawaii'."
Gojo soltó una risa, mientras le quitaba un mechón de cabello de la cara a Reika con descaro.
—"Reika, Reika... si querías ponerme celoso, solo tenías que decirlo."
—"¡NO ERA PARA ESO!"
—"Bueno, pero funcionó." —dijo guiñándole un ojo, y luego volviéndose a los otros—. "Ahora váyanse todos a clase antes de que empiece a parecer que este es un episodio de Jujutsu High: Love & Lies."
Todos se dispersaron poco a poco entre risas y miradas cómplices. Reika lo fulminó con la mirada, aunque su rubor seguía decorando sus mejillas.
Y así, entre chismes, celos, y un pizca de locura... el capítulo cerraba. Pero claramente, el té no se había terminado.
—"Buenos días, Reika." —dijo con una cortesía inusual en él, incluso suave.
Reika, algo desconcertada, se giró hacia él.
—"Ah... buenos días, Kazuo. ¿Cómo estás?"
—"Bien." —respondió sin más, pero su mirada no se despegaba de ella.
Hubo un breve silencio, hasta que él lo rompió con un tono curioso.
—"Te ves... diferente a la última vez que hablamos. Me quedé pensando en eso, ¿sabes?"
—"¿En serio?" —preguntó con una risa nerviosa, jugando con el dobladillo de su manga.
—"Sí. Creo que no fui del todo cortés contigo. Me gustaría... enmendar eso. Después de todo, no todos los días una dama tan linda me dirige la palabra."
"¿¡Qué carajos!?", pensó Reika con el alma saliéndosele por los ojos, aunque por fuera apenas logró forzar una sonrisa. Kazuo, mientras tanto, dio un paso más hacia ella, acortando la distancia.
—"Estaba pensando que podríamos ir a tomar el té... o algo más, claro, si tú estás de acuerdo."
El rubor se apoderó de sus mejillas. Reika parpadeó varias veces, buscando con la mirada a alguien, a cualquiera, que pudiera rescatarla de esa situación.
—"Entonces... ¿qué dices?" —insistió él, con su típica serenidad, pero esta vez con algo más en los ojos.
Reika, paralizada, forzó una sonrisa.
—"Yo... ehm... ¿té?" —miró desesperadamente a su alrededor. ¿¡Dónde demonios estaba Kaito cuando lo necesitaba para arruinar el momento con una de sus idioteces!?
Y como si alguien le hubiera leído la mente, una voz chirriante y burlona se oyó a lo lejos.
—"¡Vaya, Reikaaa...! ¿Así que ahora coleccionas galanes con apellido importante?" —Rin apareció agitando una botella de jugo como si fuera champán, caminando hacia ellos con su sonrisa venenosa de siempre.
—"No es lo que parece..." —susurró Reika entre dientes, ya empezando a sudar frío.
Kazuo, en cambio, parecía impasible.
—"¿Tú eres... Rin, cierto? He escuchado de ti."
—"¿Ah, sí? ¡Qué halago! Espero que lo bueno, porque si es lo malo, entonces seguro es cierto." —respondió ella con descaro mientras le daba una mirada fulminante a Reika—. "Aunque... ¿tú no eras fiel a Gojo?"
Reika tragó saliva.
—"¡Rin!"
—"¿Quééé? Solo digo. Te lanzas como colegiala tierna, y de pronto, ¡boom! Kazuo te quiere invitar a tomar el té. ¿Qué clase de té es ese? ¿Matcha o matrimonio?"
—"No es así... yo solo quería hablar con él, por la información, ¡eso!" —exclamó Reika, colorada como una cereza.
—"¡Ajá! ¿Información de qué? ¿o inclinación?" —Rin soltó una risita malévola—. "Te estás convirtiendo en una de nosotras, cariño."
Y en medio de ese desastre, alguien más decidió que ya era hora de intervenir.
—"Bueno, bueno, bueno... ¿qué tenemos aquí?" —la voz de Gojo interrumpió la escena, y todos giraron para verlo aparecer con su sonrisa brillante y sus manos en los bolsillos, caminando como si acabara de bajarse de una pasarela de moda.
Se detuvo justo entre Kazuo y Reika, pasó su brazo por los hombros de ella y sonrió ampliamente.
—"¿Kazuo, amigo? ¡Qué inesperado verte tan conversador! Y justo con mi estudiante más... carismática."
Kazuo bajó la mirada levemente, midiendo a Gojo con un gesto seco.
—"No sabía que tenía dueño."
—"¿Dueño?" —Gojo soltó una risa nasal— "Tranquilo, esto no es el siglo XVII. Pero digamos que si alguien quiere invitarla a tomar té... tiene que traer galletitas para mí también."
Reika se cubrió la cara de la vergüenza. Rin, por supuesto, estaba muerta de risa.
—"¡Jajaja! Dios mío, Satoru, pareces su mamá celosa."
Kazuo, aún serio, asintió cortésmente.
—"Quizás en otro momento." —Y con eso, se retiró, dejando a Reika completamente colapsada emocionalmente.
—"Un momento... —añadió Kaito que acababa de llegar, comiendo una barra de cereal como si fuera palomitas frente a una película. —"¿Ustedes dos tienen algo?" —Preguntó confundido mirando a Gojo y luego a Reika.
Rin golpeo a Kaito en la cabeza —"¿Hasta ahora te das cuenta? Buah! ¡Eres un tonto!"
—"¿Y por qué se supone que debería saber? Son expertos ocultando cosas, Ahora entiendo por qué todo esto del plan" —Dijo sonriendo como un tonto rascándose la cabeza.
Rin rio a carcajadas —"¿Expertos? JAJAJA, Te daré otro golpe para que te arregles"
Reika suspiró.
—"¿Alguien quiere matarme ahora o lo dejamos para más tarde?"
—"Nah," —respondió Rin—, "esto estuvo demasiado bueno. Quiero ver qué te pones mañana, señorita 'kawaii'."
Gojo soltó una risa, mientras le quitaba un mechón de cabello de la cara a Reika con descaro.
—"Reika, Reika... si querías ponerme celoso, solo tenías que decirlo."
—"¡NO ERA PARA ESO!"
—"Bueno, pero funcionó." —dijo guiñándole un ojo, y luego volviéndose a los otros—. "Ahora váyanse todos a clase antes de que empiece a parecer que este es un episodio de Jujutsu High: Love & Lies."
Todos se dispersaron poco a poco entre risas y miradas cómplices. Reika lo fulminó con la mirada, aunque su rubor seguía decorando sus mejillas.
Y así, entre chismes, celos, y un pizca de locura... el capítulo cerraba. Pero claramente, el té no se había terminado.